La selección social de los peores
columna: «la calle»
A Ricardo Becerra
Pensé que se me había ocurrido a mí y ya hasta había acuñado un buen nombre: "Selección Social de los Peores". Es el proceso evidente para quien haya seguido la degradación del PRD hasta su actual postración en manos de las camisas pardas (o blancas) al mando de Padierna, Bejarano, Noroña y Batres: los más rufianes, los dispuestos a meter votos con las peores pillerías, a quemar urnas, a inventar actas de casillas que no se instalaron: todo lo que no ocurrió en las elecciones federales, lo hicieron los quejosos del PRD. Si Darwin habla de la "selección natural del más apto" para explicar la formación de las especies, vemos de año en año el derrumbe de un partido que selecciona lo peor.
Por suerte, leí el lunes 24 en La Crónica a Ricardo Becerra y me enteré de mi ignorancia: "Hace 15 años, los sociólogos de la Universidad de Colonia, Erwin y Ute Scheuch, [escribieron] Pandillas, camarillas y arribismo (Véase Juan Linz. Partidos políticos, viejos conceptos y nuevos retos. Trotta, 2007). [...] Su tesis central: los partidos establecidos están produciendo un fenómeno aciago, contrario a las teorías clásicas del ascenso y la selección política, pues en su triturante dinámica interna, no llegan los mejores sino los menos competentes, los de menor capacidad que, al carecer de alternativas en la vida profesional o civil, suelen sobrevivir en el partido merced a su fidelidad, tenacidad y constancia. Junto con ellos, se quedan también los más inmorales, los más inescrupulosos, los trepadores puros y duros, hábiles forjadores de clanes cerrados que no dudan en echar mano de cualquier añagaza para alcanzar su promoción."
Si pensamos en ejemplos de cómo se han ido del PRD los mejores, hay dos nombres excelentes y uno es precisamente el de Ricardo Becerra. Otro es José Woldenberg. Becerra, a quien siempre lamentaré no haber tratado lo suficiente cuando vivimos en la misma ciudad, es el hombre al que no veo metiendo un "taco" de votos para hacer ganar a su candidato. Lo veo, sí, poniéndose una borrachera de órdago por haber perdido, y me le agrego. Pero le confiaría el recuento de los votos por los que se decidiera si me fusilan o no los pejenamorados. A él y a Pepe. Si me dijeran: "Chin, qué crees, Luis, perdiste...", se lo creo. Impugnaría los motivos, pero no el recuento. Y se fueron porque, como tantas veces, les ganaron los "dragones".
Ya conté cómo el más folclórico lumpen, a quienes llamábamos los dragones, en mi año como presidente de la Sociedad de Alumnos, impuso en la Facultad de Filosofía y Letras la toma de cubículos "para el pueblo" y cómo dejaron de celebrarse elecciones para alcanzar la representación estudiantil. Entonces comenzó el despeñadero por el que acaban de caer Lucía Morett y los mexicanos muertos en campamento de las FARC.
Aquella fue una batalla menor, pero anunciaba cómo nos arrasarían las huestes y corporaciones de las muchas Padiernas y Bejaranos, cómo veríamos a la senadora Tigresa del PRD callar al senador Muñoz Ledo, cabeza del PRD en el Senado. Porfirio podrá producirnos ronchas de alergia a muchos, pero nadie puede negar su inteligencia (ni su arribismo). En cambio, la senadora Serrano puede caracterizarse con una frase de Wilde: "Es igual a un pavo real, excepto por su belleza" (lord Wotton en El retrato de Dorian Gray). Y perdió Porfirio. La estupidez es imbatible porque no se exige nada a sí misma: ni siquiera coherencia.
Una combinación de los peores defectos del PRI, reforzados con vanidad, autocomplacencia, intolerancia y certeza de poseer la verdad es el filtro por el que un organismo social, como lo es el PRD, selecciona lo peor y le da el mando.
¿Quén pompó cartita?
Con esa frasecita sangrona descalifica López Obrador gastos de sus opositores. Él envió un millón de cartas de apoyo a favor de Alejandro Encinas. El hecho, ilícito y causal de la anulación de las elecciones del PRD, acusa riqueza inexplicable: si imprimir y enviar cada carta hubiera costado 20 pesos (por lo bajo), hace 20 millones de pesos. Un hombre que no tiene puesto pagado en el PRD, tampoco empleo retribuido en ningún lado, como López Obrador, ¿de dónde sacó 20 millones de pesos nada más para su cartita? ¿Quén pompó? Es más turbio que Emilio González, gobernador de Jalisco, y su megalimosna de 90 millones a la Iglesia católica. He aquí a dos para quienes el fin justifica los medios.
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