Credo
columna: «la ciencia en la calle»
Aviso
Las familias se apoderan de nosotros en la enfermedad y en la muerte, para bien y para mal. Para bien en los cuidados y en el amor. Para mal cuando ya no podemos oponernos a sus designios y éstos van contra lo que hemos creído y defendido. Es ésa una característica de México, que no se encuentra igualmente arraigada en otros países. Por lo mismo, es sano llegar a acuerdos con hermanos y amigos cuando estamos en plenitud de nuestras capacidades (o más o menos). Así que va a continuación un Credo para que no me impongan en la muerte lo que rechazo en vida. Hago mío el epitafio de Kazantzakis: "No espero nada, no temo nada. Soy libre".
Creo
Resulta vanidoso afirmar la inexistencia de Dios. Las pruebas en contra de lo que sea son difíciles o imposibles: nadie puede probar la inexistencia de los unicornios, cuando mucho podemos pedir pruebas. Fue quizá santo Tomás de Aquino el primero en intentar llegar a Dios con pruebas originadas en la razón y no en la fe. Pero, hasta en el caso de que no hubiera prueba alguna, la posibilidad no está desechada. Siempre podemos pensar que si mil millones de neuronas producen la conciencia humana de algún modo que aún no comprendemos (aunque algunos autores recientes digan que ya lo saben), millones de millones de estrellas podrían tener algo equivalente en un nivel muy superior de conciencia. En fin, resulta más decoroso afirmar simplemente que no sabemos.
Creo que predicó
Ah, pero de esa postura, en todo caso escéptica, que no niega ni afirma la existencia de Dios, sino únicamente espera pruebas aportadas por la filosofía y la teología, y se abre a ellas, a sostener que Dios tiene hijos y los manda a redimirnos, hay un largo y tenebroso trecho. Creo que existió un hombre, quizá llamado Jesús, en tiempo del emperador Augusto, que predicó en el antiguo Israel una bella doctrina de igualdad, entonces inimaginada por ser tiempo de esclavos, de nobles y de reyes con poder absoluto. Creo que la idea que hace nacer a Jesús de una virgen es mil años anterior a él, se encuentra en otras religiones asiáticas y, sobre todo en Asia Menor, en particular en el mito de Adonis, nacido de una virgen y muerto en un madero. El rito de la eucaristía, o transformación del pan en el cuerpo de un dios, es también un rito agrícola milenario. Puede el lector revisar La Rama Dorada para seguir las amenas descripciones de Frazer a lo largo de Francia, Alemania, Irlanda, etcétera. Los propios aztecas tenían una ceremonia semejante, realizada con pan de maíz al que daban forma humana, y luego lo comían con gran devoción, dice fray Bernardino de Sahagún, asombrado por el parecido con el sacramento cristiano.
Creo en el carbono 14
Está perfectamente establecido que los relatos acerca de Jesús, o evangelios, fueron escritos entre 50 y 120 años después de su muerte.
Por lo mismo, la tradición popular, pasada oralmente, había adornado con las más fantásticas historias los pocos datos confirmables. La fecha del nacimiento de Jesús no se menciona en ninguno de los relatos. La iglesia primitiva adoptó por conveniencia la fiesta pagana del nacimiento del sol, celebrada en el solsticio de invierno, para recordar el nacimiento de Jesús. La pascua es otra fiesta agrícola, propia de la primavera, que es el renacimiento de la naturaleza, y por tanto allí pegaba bien la resurrección de Jesús, mito éste de las resurrecciones que comparten muchos otros dioses. El sudario, venerado en Milán como la sábana impregnada por la sangre de Jesús y luego procesada químicamente por las fuerzas de la resurrección, es una tontería que el propio obispo de Cloyes, en el centro de Francia, donde "encontraron" la sábana en el siglo XIV, denunció como una falsificación ejecutada por un pintor local para obtener dinero. Por si no bastara la denuncia del obispo, recientemente se realizaron tres exámenes, en tres instituciones distintas, basados en el carbono 14, que es un proceso bien conocido para datar objetos, y resultó que, como lo dijo el obispo, la sábana es del siglo XIV y no del primero, como sería si hubiera envuelto a Jesús.
Creo en el pecado de Hiroshima
La idea básica del cristianismo y del judaísmo, la de la redención del género humano por un mesías, ya sea llegado o por llegar, es en sí misma detestable, porque los seres humanos no hicimos nada malo de lo cual debiéramos ser redimidos. Si acaso lo hemos hecho en este siglo, cuando Auschwitz, Hiroshima y Vietnam se levantan ante nosotros como los mayores pecados cometidos desde que extinguimos a nuestro hermano, el hombre de Neanderthal. Pero la idea misma de que el pecado se lava con sangre es ridícula. Hayan sido las que hayan sido las enseñanzas de Jesús, el cristianismo es hoy día una religión boba, con sus ángeles, sus diablos, sus apariciones, su inmoral comercio; con una teología ingenua si la comparamos con las creencias orientales, que cree haber inventado la transformación del pan en un dios y, creyéndolo, todavía se atreve a comérselo, en acto abierto de antropofagia. Al parecer esta antropofagia ritual fue verdadera y los pueblos prehistóricos en realidad mataban a un joven, lo despedazaban, en parte se lo comían y en parte lo sembraban en los campos para propiciar las cosechas.
Creo en la elección
Creo en el derecho de los enfermos terminales a suspender todo tratamiento que prolongue su dolor. Aún más: creo en el derecho de tales enfermos a llevar a cabo acciones no sólo de eutanasia pasiva, como la descrita, sino a concluir, de forma activa, con una vida que ya no desean. En las esquelas resulta tonto y chistoso decir que la muerte es "sensible". Por favor, no anuncien mi "sensible" muerte.
Creo que no
Creo que una vez muertos de nada nos enteramos. Así que parecería un egoísmo negar a la familia el consuelo de hacer con nosotros aquello que le venga en gana para aliviar su pena por habernos perdido. Ni nos perjudica ni nos beneficia, como dijo Echeverría. Pero creo, también, un egoísmo de la familia que nos lo imponga sólo porque estamos muertos. Así que, en mi caso personal, si tras lo dicho aquí arriba, todavía un cura moderno, que son los peores, encuentra algún resquicio teológico que le permita decirme una misa, pido que antes certifiquen todos perfectamente mi muerte total y absoluta, pues si se equivocan y despierto en medio de esas abominaciones, no les va a gustar oírme y me preferirán muerto otra vez. Amén.
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