La escritura
columna: «la ciencia en la calle»
De la idea al sonido
La idea, probablemente fenicia, de escribir las palabras sonido por sonido, fue un hallazgo maravilloso. Antes de tal invención a los humanos se les había ocurrido algo más simple: dibujar aquello que deseaban expresar. Así nacieron los ideogramas donde el dibujo de una casa se lee "casa" y el de un perro, "perro". Con el paso del tiempo los dibujos se simplificaban y en ocasiones acababan siendo poco reconocibles. El método tenía dos gigantescas limitaciones. La primera, que el dibujo de una casa nosotros lo leeríamos "casa", pero (perdón si el ejemplo es contemporáneo) un francés leería "mezó", quien hable inglés diría "jaus" y para un griego sería "spiti". El ideograma no conserva pues el nombre original. Esa fue por largo tiempo la discusión con la lectura del egipcio, hasta que Champollion encontró que eran letras. Con el maya ha ocurrido otro tanto y todavía los arqueólogos estudian los aspectos fonéticos y los ideográficos que han dificultado su lectura. La segunda gran limitación de los ideogramas llega cuando se trata de crear la imagen para las palabras "pureza", "habría sabido", "latente" o "trimestral".
Los alfabetos
Podemos decir que un idioma cuya escritura fuera puramente ideográfica se perdería porque con los siglos ya nadie sabría cómo leer un signo. Pero si hacemos un símbolo para cada sonido entonces siempre leeremos "casa" en donde veamos c-a-s-a. La escritura fonética también puede presentar dificultades de lectura, aunque en mucha menor medida. Así, los especialistas discuten si los romanos leían la palabra "agnus" tal y como se ve o pronunciaban "añus". La beta griega es ahora vita, la eta es ita... ¿o siempre lo fueron? "Kyrie" (señor) ¿lo debemos leer kürie, con u francesa, como receta Erasmo y hacen los alemanes? Los griegos dicen kirie. Los alfabetos nacen perfectamente adaptados a los idiomas que expresan por escrito, pero ocurre que los idiomas varían más rápidamente en su forma hablada y cotidiana que en la escrita, con lo cual aparecen formas escritas que no corresponden a las habladas: en "hilván" no pronunciamos la H ni la V y podríamos perfectamente escribir ilbán, ilbanar, pero arrastramos la H, cuyo sonido aspirado expresamos ahora con la J, y la V, cuyo sonido labiodental no existe en castellano, (y es un error en nuestros cantantes y locutores tratar de pronunciar: Foy por la fereda tropical...)
La J
El español, el alemán, el griego, el armenio, el árabe, el persa y el ruso tienen un sonido aspirado fuerte. Nosotros lo expresamos con la letra J: jamón, jerez, jirón jolgorio, jugo; los alemanes con CH: Bach; los griegos con la letra c, que se lee ji como jitomate, etcétera. Pero resultó que el idioma de las agencias noticiosas, el inglés, no tiene ese sonido, así que inventaron un método para expresarlo con nuestro alfabeto, el latino, cuando la palabra procedía de un idioma que emplea otro alfabeto. Se decidió, correctamente, añadir una K a la aspiración suave de la H inglesa, pues la suma de ambas hace J, y escribir Khrushev, Khomeini, Khalil. Por la misma razón, los ancestros del rector José Saruján, que tenían una letra exacta para ese sonido en el alfabeto armenio, lo comenzaron a escribir "Sarukhán", de acuerdo al uso internacional. La indicación es poco útil, salvo para expertos en fonología, porque el gringo común dirá "Komeini" sin saber qué hacer con la H de Khomeini, y nosotros haremos lo mismo porque nuestra H no suena y diremos Komeini, Krushev, Sarukán, donde tan fácilmente diríamos Jomeini, Jrushev y Saruján. Los textos de estadística hablan de una chistosa chi cuadrada, pues emplean la adaptación o transliteración de otros idiomas para la ji griega, que da nombre a una prueba estadística llamada ji cuadrada.
Pekín otra vez
Los mayores problemas de transcripción los presenta el chino, pues si del 0ruso podemos pasar de sus letras a las nuestras, en chino enfrentamos ideogramas. Podemos entonces escribir lo que oimos, así: Si le preguntamos a un chino cual es el nombre de la capital de China en chino, escucharemos una palabra que los hispanohablantes escribiremos Peeyín, con P de pelota. Pero quien habla inglés encontrará que no es P, sino B, por ser la B inglesa más fuerte y semejante a nuestra P, y escribirá en consecuencia con B el nombre escuchado. Los chinos debieron encontrar un método para escribir sus nombres cuando deben hacerse entender por el resto del mundo. Lo mismo le ha ocurrido a rusos, árabes o griegos, quienes han creado sistemas de transliteración, de transcripción, basados esencialmente en los sonidos que nuestras letras tienen en inglés.
Yorgos o Giorgos o George Dalaras
Hoy lunes por la noche, en la sala Netzahualcóyotl, que deberíamos escribir Nesagualcóyotl, porque así lo decimos y en náhuatl se escribía con otros signos, canta el más popular de los cantantes populares griegos contemporáneos, cuyo nombre suena, si le preguntamos cómo se llama: Yorgos Dalaras, pero la transcripción internacional receta Giorgos y sus publicistas han traducido George, en cuyo caso deberíamos retraducir como Jorge. Ahora, dirá el lector, ha quedado al descubierto que todo este largo artículo sobre fonología y alfabetos traía cola: no fue sino un pretexto para meter gratis ese anuncio de arriba en una sección de ciencia. Perdón. Así es. En justificación sólo puede aducirse que las interpretaciones de Dalaras a "Aj jelidoni mu" (ay, mi golondrina), a "Caes en errores", de Tsitsanis; al bellísimo jasápiko "Todos los rembetiqueros", de Vamvakaris y, ¡ay! ¡ay!... ¡"La Carta"!, arrancarán aplausos y ablandarán corazones hasta de quienes no entiendan nada.
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