29 de febrero
columna: «la ciencia en la calle»
¿Qué es un día?
Todos sabemos que la Tierra da la vuelta al Sol en 365 días y una fracción que, por difícil de redondear produce dificultades en el calendario. Para efectos prácticos y en la enseñanza elemental decimos que la fracción es la cuarta parte de un día. Aquí comienzan las dificultades, pues tenemos tres clases de días, según los astros a que hagamos referencia. Si localizamos una estrella y llamamos "día" al tiempo que transcurre para que esa estrella vuelva a estar en el mismo sitio exacto, tendremos un "día sideral" de 23 horas 56 minutos y 4.10 segundos. Pero si medimos el intervalo entre dos pasajes del Sol por el mismo punto, tendremos un "día solar" que es precisamente al que hemos dividido en 24 fracciones llamadas "horas". Ahora bien, ese día solar está formado de un giro completo de la Tierra, como todos sabemos; lo que no siempre consideramos es que, mientras gira una vez sobre sí misma, la Tierra avanza un poco en su órbita, trazando un rizo, lo cual retrasa también ligeramente la llegada del Sol al punto donde se encontraba el día anterior. Así pues, la traslación y no solo la rotación forman el día. Por eso en tiempo sideral el día solar tiene 24 horas más tres minutos y casi 57 segundos. Estas y otras irregularidades del Sol en el cielo, llevaron a inventar un sol regular y un "día solar promedio".
El año
Los años vienen también en diversas longitudes. El año solar o año tropical es el tiempo que transcurre entre dos pasos del Sol por un punto que primero debemos definir de esta manera: si imaginamos el ecuador terrestre extendido como una plano hasta las estrellas y éstas colocadas como en el interior de una cúpula, el ecuador terrestre marcaría un ecuador celeste. Bien, cuando el Sol cruza hacia el norte esa línea imaginaria, tenemos en tierra un día igual a la noche, un equinoccio. En el caso descrito, el de primavera. El Sol tarda 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos en volver a pasar por allí. Es un año solar. Pero si el paso del Sol lo medimos contra el fondo de estrellas que parece recorrer a lo largo del año, el famoso zodiaco y sus constelaciones: Piscis en estos días, Acuario, Libra, etcétera, entonces tenemos un año sideral que tiene 365 días, 6 horas, 9 minutos y 10 segundos. Esto es, 21 minutos más. Esto se debe a que la Tierra no gira como una buena pirinola, sino como una medio desbalanceada y se tambalea ligeramente. Por esta razón el Sol cruza cada año el ecuador celeste en un punto ligeramente corrido hacia occidente, apenas un grado cada 75 años. A esto lo llamamos "precesión de los equinoccios" y fue descubierta por el más grande de los astrónomos de la antigüedad, Hiparco. Así pudo calcular, 150 años antes de Cristo, en la isla de Rodas, la duración del año solar con una precisión de tres decimales.
El día sexto bis
Las horas extra que cuelgan a los 365 días completos del año se acumulan con los años y comienzan a producir desajustes con la entrada de las estaciones, así que los distintos pueblos que han podido medir con exactitud el año han debido intercalar las horas acumuladas cuando ya suman días. En el siglo I antes de Cristo, la discrepancia entre el día del equinoccio y el calendario ya era intolerable, por lo cual Julio César llamó a un astrónomo de Alejandría llamado Sosígenes para corregir la confusión causada por la suma, siglo tras siglo, de las 5 horas y fracción. Para que el problema no volviera a darse, Sosígenes sugirió que cada cuatro años se intercalara un día extra en el mes de febrero, precisamente entre el 23 y el 24. Como febrero ya entonces tenía 28 días y los primeros días de marzo eran conocidos como las calendas, el 23 era también el sexto día antes de las calendas, lo cual en latín se decía sexto kalendae. Luego, el intercalado se llamó 23 bis o también bis sexto kalendae, de donde por corrupción de los siglos nos viene el castellano bisiesto.
Corrección de más
Pero ese calendario, al que conocemos como juliano, si bien remediaba el error mayor de las 5 horas, introducía uno nuevo al añadir 11 minutos y 14 segundos de más, que, de nuevo, se fueron sumando año con año hasta que, transcurrido un milenio y medio después de César, ya eran 10 días de error. Hacia 1550 otra vez el cálculo de la Pascua se había hecho un lío, por lo cual el Concilio de Trento pidió al papa que corrigiera el error. Paulo III no supo cómo resolver el asunto y quedó en suspenso hasta que en 1572 fue elegido Gregorio XIII. Todavía pasaron otros 10 años y, finalmente, en febrero de 1582 una bula papal resolvió la cuestión de tajo: eliminó 10 días y ordenó que el 5 de octubre fuera 15 de octubre... y punto.
Corrección de la corrección
Para evitar que el problema volviera a darse, el papa Gregorio ordenó que cada 400 años se eliminaran 3 días. Pero no cualesquiera al azar, como había tenido que hacer él con los 10 tachados en octubre, sino tres de cada cuatro años centenarios (que completan centena, como 1900), que no serían bisiestos aunque les correspondía serlo. Así pues la regla es todavía la siguiente: cada cuatro años se añade un día a febrero, excepto si el año es centenario, pues será entonces año común y no bisiesto. Así ocurrió con los años 1700, 1800 y 1900, que, correspondiéndoles ser bisiestos, no lo fueron. En cambio, el 2000 sí lo será porque es el cuarto de los años centenarios y sólo tres dejan de ser bisiestos. La regla entonces dice: los años centenarios no serán bisiestos, excepto cuando sean divisibles exactamente entre 400.
La última, en el 5024
Pero esa resta no es tampoco exacta. Veamos: cada año acumulamos 11' 14"= 674", que son 67400 segundos en un siglo y 269600 en cuatro siglos, pero quitamos tres días cada 400 años para corregir= 259200. La diferencia de 10400 segundos, o 2 horas con 53 minutos y 20 segundos sobrantes cada 400 años, se acumulará y en 3323 años habrá sumado un día que será necesario eliminar. En resumen, el año 5024, bisiesto por derecho, deberá ser año común.
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