Bolivia: o seis meses para escarmentar en cabeza ajena
columna: «la calle»
El triunfo de Evo Morales en un punto remotode la geografía nos permite a los mexicanos experimentar en cabeza ajena "la refundación de Bolivia" o su Nuevo Proyecto de Nación, durante los próximos seis meses, antes de nuestras elecciones presidenciales. De enero a junio podremos ver nuestro posible futuro en el espejo de Bolivia. Antes de dar el triunfo a nuestro propio Evo, tenemos la suerte de poder observar qué ocurre a un país donde su hoy presidente clamó en sus últimos días de candidato que nacionalizaría absolutamente todo y acabaría "con todas las leyes neoliberales" (sea eso lo que sea).
El Movimiento Al Socialismo (MAS) iniciará, desde la presidencia en Bolivia, aquello que hemos practicado en México durante todo el priismo. Aquí, el consecutivo desastre de una sola nacionalización, la bancaria, lo pagaremos durante medio siglo. Tomemos pues Bolivia como el ensayo general de nuestro Nuevo Proyecto de Nación (sea eso lo que sea).
Según nota de MILENIO, el entonces candidato boliviano "prometió, en su alocución, liberar al país del neoliberalismo y nacionalizar los hidrocarburos." En México los tenemos nacionalizados desde 1938 y la compañía que los explota es la única en el mundo, de entre las grandes petroleras, que está en bancarrota. Pero lo que dijo después Evo Morales suena todavía más conocido:
"Refundaremos Bolivia de un sopapo y acabaremos con todas las leyes neoliberales..." Lo cierto es que ni allá ni aquí ni en ninguna parte se nos dice cuáles son las "leyes neoliberales"; pero, a diferencia de Bolivia, México tiene, entre los forjadores de la nación, a los liberales del siglo XIX: Juárez, Gómez Farías, Ocampo y toda la generación de la Reforma. Así que sustituyendo términos neo-liberal es neo-juarista. Al menos en México. No le veo la objeción.
Y en cuanto a la "refundación de un sopapo" es también lo que nos promete aquí, sin decir todavía cómo, Manuel Andrés (su nombre antes de que lo invirtiera por motivos de mercadeo... neoliberal).
Los que vamos al súper porque no tenemos empleados que nos hagan las compras, nos enteramos de que la zona de verduras está llena de novedades bien empacadas que parecen productos de importación. Y lo son: allá en Canadá, Estados Unidos y Europa son productos del campo mexicano importados bajo las normas de los tratados de libre comercio. Nuestros campesinos, cuando dejan los monocultivos del maíz y el frijol, se convierten en exportadores que han logrado llenar los supermercados de nuestros socios comerciales. Y así tiene México ya casi diez años de balanza comercial favorable con Estados Unidos por primera vez en su historia. Nunca, quizá desde la Colonia, cuando el peso mexicano circulaba por todo el mundo, habíamos vendido más de lo que compramos a los vecinos del norte. No se debe a un milagro ni es el resultado de ruegos a la Virgen, sino del tratado comercial que tantos enemigos tiene en ambos lados del río Bravo, subrayemos.
Evo Morales, ahora presidente electo de Bolivia, confunde en sus discursos desigualdad económica y pobreza. Son cosas distintas. Puede no haber pobreza en un país con enormes desigualdades entre quien menos tiene (y no es pobre) y los grandes multimillonarios. Duele la pobreza, no la desigualdad.
"No hay superación efectiva de la pobreza si no se ataca de frente la desigualdad...", dice Rolando Cordera en Nexos de diciembre. Que la afirmación es atractiva a primera vista, ni quien lo dude. Que no resiste una segunda mirada se prueba con un ejemplo: mañana lee usted que las acciones de Carlos Slim cayeron hasta valer una centésima parte... Es usted, lector, ahora cien veces menos desigual de Slim. Eso no lo vuelve a usted cien veces menos pobre. Si por el contrario, las acciones de Slim suben diez veces creo, sinceramente, que usted y yo ni siquiera nos enteramos. Somos diez veces más desiguales, pero no somos diez veces más pobres. Lo cual significa que la superación de la pobreza puede pasar por el ataque a la desigualdad, como en Cuba, y como se promete a bolivianos y mexicanos. Pero observemos la ruta elegida por Chile con el presidente Lagos. En Chile la pobreza disminuyó a la mitad aunque ahora los chilenos ricos son más ricos. La desigualdad aumentó, la pobreza disminuyó. A los pobres les importa ser menos pobres, no el consuelo de ver menos ricos a los ricos.
A estas paradojas conduce la, al parecer, imbatible convicción en buena parte de la izquierda, de que la riqueza es como una mina de oro o el agua de un río: está allí y hay quienes se agandayan llevándose más que otros. La solución sería repartir el agua disponible de manera equitativa. Pero es necesario repetirlo millares de veces: la riqueza se crea. Bill Gates o Carlos Slim no asaltan a nadie, no roban a los pobres: crean productos y servicios exitosos y de esa forma producen nueva riqueza, una que no existía y quizá no existiría sin ellos. Y claro, no la reparten en tajadas iguales; pero sí en forma de nuevos y mejores empleos, más prestaciones a los nuevos empleados, e impuestos que se derraman sobre toda la sociedad. La riqueza no es un montón de dinero donde lo que uno gana otro lo pierde.
En México hemos heredado una firme convicción de la izquierda: que "la propiedad es un robo", y la riqueza de alguien es la marca infamante de sus raterías. Sin Microsoft y el más rico de los ricos del mundo seríamos menos desiguales, pero no seríamos menos pobres, sino infinitamente más cargados de trabajo: sólo obtendríamos la parálisis del mundo, desde investigaciones científicas hasta vuelos y bancos.
En fin: tenemos seis meses para ver la puesta en práctica del "Nuevo Proyecto de Nación", el boliviano, antes de votar o no por uno igual, como el que nos tienen prometido.
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