Natura y cultura
columna: «la calle»
Una sorpresa: conforme adquirimos edad, la influencia del medio en nuestra inteligencia gradualmente desaparece, en cambio se incrementa la influencia de las capacidades heredadas. Todos sabemos, aunque algunos psicólogos todavía lo nieguen, que existen niños con inexplicable facilidad para el dibujo, otros la tienen para el lenguaje, las matemáticas, la lectura o para el deporte. Los humanos recibimos una dotación genética que el medio desarrolla y rara vez impide. Esto lo supieron, sin muchos estudios previos, los países socialistas. Uno de los grandes valores de ese sistema, fallido por otros motivos, fue la búsqueda de la meritocracia en la educación: nada, sino las propias capacidades, detenía a quien deseara una formación académica o deportiva.
En el socialismo se trató de igualar el "medio", el ambiente social, para que no hubiera quienes comenzaran la vida con ventajas. Esa utopía, como todas, se convirtió en un infierno, entre otras cosas porque ignoró una evidencia: el medio no es determinante, aunque el determinismo social de moda así lo enseñe en California y en París. El ser humano es un actor que selectivamente busca aquello para lo que tiene facilidades. No creo que se haya perdido un gran pianista ni una gran gimnasta por falta de estímulos. Se han perdido así muchos pianistas y gimnastas regulares.
Quien posee genes que le dan un sistema esquelético robusto y músculos poderosos es casi seguro que practique algún deporte. Quien goza con la lectura de una novela desde la infancia es casi seguro que, salvo accidentes de la vida, hará carrera universitaria. Y si no gozó la novela porque su familia no tiene libros ni su pueblo biblioteca pública ni su escuela más textos que los gratuitos, pero tiene la inclinación por los libros, llegará a ellos. Como sea. No hay genes para el gusto por el futbol, pero los hay que dan un cuerpo apropiado para el deporte. Si nos dan capacidad para actividades intelectuales (habilidad innata para dibujar, resolver problemas, etcétera), buscaremos actividades en consonancia. "Los genes son agentes de la cultura", afirma Matt Ridley en Nature via Nurture.
Otra sorpresa: entre más crecemos, menos importa el medio en que crecimos, la familia pierde importancia. "Un huérfano de padres brillantes adoptado por una familia de tontos puede hacerla mal en la escuela, pero al llegar a la edad madura terminar siendo un brillante profesor de física cuántica. Un huérfano de padres tontos, criado en una familia de ganadores del Premio Nobel, puede llevar bien la escuela, pero en su edad madura estará trabajando en algo que requiera poca lectura o poco pensamiento profundo."
Nuestra naturaleza (que existe, aunque digan lo contrario los científicos sociales que por algo son científicos sociales y no futbolistas) sólo puede actuar por vía de la cultura. Se expresa a codazos por gente que busca las influencias ambientales que darán satisfacción a su apetito. Natura y cultura no compiten, no son rivales en absoluto, no existe la dicotomía natura-versus-cultura. Somos una unidad, como la mayoría de la gente no científica siempre ha sospechado.
Hay personas que, por más ejercicio que hagan, no logran una gran musculatura (aunque la mejoran): no tienen los genes que dan los huesos que soportan grandes masas musculares. Otros no podemos hacer un dibujo elemental. La educación poco puede hacer cuando no hay materia prima: lo saben sin duda los maestros de piano, de canto, de música, de pintura. Otros todavía lo dudan. Y otros más lo niegan porque, de ser cierto, perderían la chamba en la "Pejeuniversidad" donde los alumnos entran por sorteo (no es broma). O en las universidades a donde les llegan oleadas por vía del pase automático.
Lo mejor del mundo socialista: su educación basada en el mérito, la capacidad y el esfuerzo, se vino abajo con ese mundo que fracasó por haber supuesto que conocía la naturaleza humana y todo sería ya el pan comido de imponer el régimen adecuado a esa noción de naturaleza humana. Error que llevó al fracaso.
En México heredamos del socialismo únicamente el deseo de hacer gratuita la educación, sin imponer las condiciones que la hacían productiva: la capacidad y el esfuerzo. Así es como creamos uno de los peores sistemas educativos del mundo. Tan malo que tenemos a gloria mayor que nuestra Universidad Nacional ande poco arriba del lugar número 200 en el mundo.
Paradójicamente, los países capitalistas ricos han logrado mucho de lo que se propuso el socialismo. La inmensa mayoría de sus pobladores tienen acceso a lo indispensable en alimentación, vestido y vivienda. Esto hace que los antecedentes de una persona se vuelvan secundarios y aparezcan más claramente los rasgos heredados, las capacidades innatas. Así es como han logrado una mayor aproximación al ideal de repartir la educación según el mérito. Con todas las salvedades e injusticias que ya sabemos; pero tienen un sistema educativo más cercano a la meritocracia socialista que las protectoras máquinas de pasar el tiempo en que tiene convertidas a nuestras instituciones de educación la búsqueda de clientela política. Eso en el nivel superior; en el inferior, el de primaria, el objetivo es ascender en el sindicato.
Lo que nos parece obvio en el cuerpo nos resulta discutible en la mente. E insistimos en que a la educación superior se debe acceder sin restricción alguna, pero no a la selección nacional. El pase automático, la desaparición de exámenes, la reducción de obligaciones se festejan en nuestro medio como triunfos populares. Es exactamente al contrario: son derrotas en las que unos creen estudiar, otros creen enseñar y finalmente la realidad impone que han perdido su tiempo y el pueblo el dinero que pudo ir a otros programas sociales.
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