Antes defendíamos ciudadanos
columna: «la calle»
Antes, en la izquierda defendíamos a los ciudadanos contra los abusos de poder de las autoridades. Ahora los usos y costumbres dictan defender a la autoridad que ignora el último recurso de un ciudadano: el amparo, tarea antes a cargo de la derecha. Ver para creer.
En su discurso ante los diputados, López Obrador ni siquiera intentó probar que no había cometido desacato a órdenes judiciales, que no había violado el amparo de un ciudadano (más los que ya vienen): sabía que era una defensa inútil porque los desacatos los reconoció por escrito y con su firma: "Como jefe de Gobierno del Distrito Federal y con todo respeto, señor juez, pero no le puedo hacer caso...", dijo en resumen. Y firmó. Por eso la votación por quitarle la inmunidad fue abrumadora: no dejó de otra. Lo buscó y lo consiguió. Es su método.
¿Por qué en otros casos, dicen sus defensores, no ha habido el mismo rigor? Lo dijo Benito Juárez con realismo cínico: "Al amigo, justicia y gracia; al enemigo, la ley a secas". Tan sencillo razonamiento significa que, cuando un amigo comete una falta, la autoridad procura controlar los daños; cuando es un enemigo, se le avienta con cuanto hay. Y lo hacemos todos. Usted es agente de tránsito y un auto se pasa un alto. Al detenerlo encuentra que es un detestado vecino. No hay manera de que libre la multa: la ley a secas. En cambio, es una amable y sonriente joven con prisa por llegar a clase: aplica usted la gracia. De ahí que la pregunta sobre el rigor legal ejercido sea ingenua: hasta en elecciones para federaciones de estudiantes, basta una boleta de examen falsificada para que los de la planilla contraria le den con la cubeta al descubierto en falta.
Así es siempre, en todo el mundo. López Obrador puede acabar detenido porque es presunto responsable de desacatos a órdenes directas de jueces. El caso El Encino hizo punta para que el jefe de gobierno perdiera su inmunidad, pero no es único. También es cierto que no habría adquirido relevancia si no se hubiera tratado de un precandidato presidencial atractivo. Hay materia legal y la sigue acumulando: un día entero sin trámites de gobierno para acarrear burócratas a un mitin, en horas laborables, es delito. Y también hay ganas de acabar con él.
De las muchas oportunidades no aprovechadas por López Obrador para resolver el conflicto respecto del predio El Encino y las otras tampoco empleadas en los casos del Paraje San Juan, El Escorpión y el más reciente con la empresa española Eumex, no se puede sino concluir que López deseaba el conflicto, lo buscó, lo propició, lo alimentó. Cerró toda posible solución porque deseaba el estallido, no sólo por torpeza de su equipo jurídico ni terquedad. El compló existe y lo creó López Obrador. ¿Para qué? Para salir de su gris semiexistencia, de su mediocridad inocultable, de su falta de proyecto.
Porque es un priista a la más vieja usanza, tan cursi como para componer un "Himno al PRI", tiene el lenguaje adecuado para prender en ciertas mentalidades: las que pueden olvidar que es una autoridad y un poderoso cuando lo oyen hablar contra las autoridades y contra los poderosos. Autoridad con disfraz opositor.
Su inteligencia no es mucha, pero su intuición es genial: le dice al oído que el pueblo mexicano venera a las víctimas. Sólo así se entiende su juego arriesgado: quiero el desafuero, quiero la cárcel, no pediré amparo, no pagaré fianza, no permitiré que alguien más la pague. Se ha llamado a sí mismo Rayo de Esperanza y místico.
Permite que sus huestes lleven al zócalo, a fines de la Cuaresma, una gran cruz con su fotografía en el centro.
Se exhibe en un modesto Tsuru, pero se indigna cuando se publica el sueldo de su chofer: un Tsuru al mes. Construye obra visible y deja en el absoluto abandono la no visible. Los segundos pisos no estuvieron en su campaña ni en su plan de gobierno: fueron idea de algún insomnio, porque su propio secretario de Obras, el cardenista de toda su vida e ingeniero César Buenrostro, no había oído hablar del asunto cuando lo asaltaron los reporteros con la pregunta. La Asamblea Legislativa no tenía contemplado presupuesto alguno para eso, ni un peso, no había planes, proyectos, estudios de impactos... nada. Y los construyó. Solamente él sabe con qué dinero, de dónde lo sacó, cuánto fue.
Del priismo heredó también la clientela política: vendedores ambulantes, taxistas piratas y toda clase de bandas procedentes de esa zona nebulosa donde comienza el hampa y se pone a disposición del mejor postor político. Movió su alfil, René Bejarano, al frente de la Asamblea Legislativa para que le hiciera, entre otras tareas, un Consejo de Transparencia integrado... por los mismos jefes de departamento del GDF que deberían rendir cuentas.
Cuando no tuvo la candidatura del PRI para gobernar su pueblo natal dejó ese partido. Dos veces perdió la gubernatura de Tabasco, no aceptó ninguna. Realizó movilizaciones al DF con apoyo del entonces regente, Manuel Camacho, quien sólo respondía ante el presidente Salinas. Bloqueó pozos petroleros con impunidad, hizo largas marchas al DF con fondos de procedencia todavía oculta. Se impuso en el PRD como candidato al Gobierno del DF sin cumplir con los requisitos legales de residencia. ¿Quiénes denunciaron el hecho? No fue el PAN ni el PRI, fueron los otros precandidatos del PRD: Pablo Gómez y Demetrio Sodi, quienes denunciaron lo obvio: si López había tenido residencia en Tabasco para buscar la gubernatura, no podía tenerla en el DF para ser alcalde. Así de simple. Amenazó con movilizaciones y venció. Se impuso por encima de la ley.
Ya en poder de la capital, ideó obras aparatosas cuyo costo aún no sabemos ni hay manera de investigar porque será secreto por diez años, triplicó la deuda del DF, embargó el futuro. Allí está, a la vista de México, su proyecto de nación. Delineado paso a paso. Como en el caso de Hitler, se le podrá acusar de todo, menos de no haber avisado lo que iba a hacer. Su primera víctima será el Poder Judicial, que apenas comienza a ser independiente y lo ha demostrado negándole al mismo presidente Fox la mayoría de las controversias. Los jueces deberán ser uncidos de nuevo al poder presidencial. Al suyo. El de López. Ya lo dijo.
Horario de verano
Jalisco está cruzado a la mitad por el meridiano 105: el que define la Hora del Pacífico. Por definición debemos tener una hora menos.
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