México me da vergüenza
columna: «la calle»
Mientras los diputados (y diputadas) se sacan la lengua y se rompen las medias, conozco varios pequeños negocios que han ido a la quiebra por las ocurrencias de estos folklóricos personajes que sólo saben subirse salarios, ya los más altos del mundo, y por la suma de aberraciones burocráticas de Hacienda. Mi consultor en comercio internacional acaba de avisarme que no puede más y piensa seriamente irse del país. Uno de los quebrados soy yo mismo: ¿dónde está mi brandy griego Metaxá que traje para vender durante las Olimpiadas? Causó "abandono" en la aduana de Veracruz porque los trámites para salvar la última ocurrencia de los diputados comenzaron en diciembre de 2003 y terminaron en septiembre de 2004. Quiero entrar a la subasta y comprarme a mí mismo mi brandy antes de que se reparta entre diputados y cenadores (sic). No hay cómo.
El muchacho que tuvo la desgracia de comprarme un bar en el DF, no consigue quitarse el sambenito de mi nombre y lo que nunca hizo el PRI le hace su hijo el PRID, que en él se toma venganza: en sus tiempos, Padierna, lideresa de ambulantes que venden las toneladas de contrabando que sí entran porque no hacen trámites, y cargas enteras de tráilers robados en carretera, le clausuró "por no tener estufa de gas", sino parrilla eléctrica. Claro, lo mejor que uno puede tener en un bar instalado en un sótano es una estufa de gas para que así explote y se incendie, como Lobohombo, y tengamos la "solución final del problema gay", como dijo Hitler al construir sus hornos.
Ahora lleva dos meses de clausura por infracciones que a otro le habrían merecido multa, entre ellas "por no tener carta en Braile" (sic), así como usted lo oye. ¿Alguien ha visto un puto ciego en un puto bar gay pidiendo la carta en Braille? La corrección política llevada a la ridiculez cuando lo importante se oculta: nadie sabe a cómo compraron el cemento y la varilla, ni a quién, ni porqué, para el segundo piso o nuevo arco triunfal al López de este siglo, megamonumento al Peje-ego como los arcos triunfales de flores al López que perdió Texas.
Y la heredera de Padierna está orgullosa de aumentar el desempleo en su ciudad de ella, así que se jacta sin vergüenza de sus clausuras: colgó banderines que alardean: "Noventa clausuras en cien días". Casi una diaria. Bravo: 360 en un año, mil negocios cerrará en tres años y decenas de miles de empleados irán a limpiar parabrisas: la clausura, el cierre, el silencio, la mordaza como acto de gobierno del cual ufanarse: miren, ya no queda nada. Ya m’ voy.
Los pueblos tienen el gobierno que se merecen, de eso no hay ni la mínima duda, porque los gobernantes no caen de Marte, salen del mismo pueblo que gobernarán. El pueblo los educa, les da los valores y los "usos y costumbres" con los que mandarán. Por eso hay pueblos ricos y otros, como éste, en la miseria: no por la maldad de las naciones ricas, sino porque produce gobernantes necios, obtusos, majaderos y mentecatos como ese mismo pueblo que los lleva al poder porque se identifica con ellos. Tal para cual. De tal palo, tal astilla.
Hay pueblos que eligen a Hugo Chávez y pueblos que eligen a Lagos, presidente de Chile sin corsés ideológicos y por eso con una economía pujante. Y un pueblo que no ve que el segundo piso del Periférico capitalino es una aberración grandota y apantalla-estúpidos que eliminó un carril abajo para aumentar dos encima (o sea aumentó uno, uno solo, en un solo sentido y que no lleva a ningún lado), a costos por siempre jamás desconocidos, se merece a López Obrador como se mereció a López de Santa Anna luego de hacerlo presidente casi una decena de veces e ir a rogarle que volviera entre arcos triunfales. Eso luego de perder la guerra de Texas, masacrar texanos como cualquier Husein y llorar al caer prisionero. Esos frutos podridos producimos, eso tenemos: eso nos gobierna.
En su Psicología de masas del fascismo nos recuerda Wilhelm Reich, primero, que el fascismo es una psicología de masas: lo vimos en la elección democrática de Hitler como canciller de Alemania, con las hordas populares de Mussolini, y lo constatamos con los "panchosvillas" de Bejarano-López Obrador, con la chusma lumpen de Padierna que le hace las marchas a López (y allí podrían estarse empleando los dólares que se embolsó Bejarano, primer ministro de López hasta la bendita grabación hecha por Ahumada), y con todos los marchistas que se sienten con derecho a bloquear calles, Congreso y, pronto, Suprema Corte. Nos falta la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos, donde las tiendas de los ricos obtengan su merecido. Claro, a cargo de gavillas López - Bejarano - padiernistas.
Señala Reich: "La sociología de Marx, al desconocer la psicología de masas, contrapuso el ‘burgués’ al ‘proletario’. Esto es psicológicamente erróneo (...) Hay capitalistas liberales y obreros reaccionarios. No hay límites de clase relativos al carácter." (Cursivas de Reich). Más adelante añade que "las masas están irracionalmente infectadas y ávidas de autoridad." Y, ojo: "Al transformarse en un movimiento de masas, el fascismo se dirigió primero contra la gran burguesía." No olvidemos que fue un socialismo, nacionalsocialismo, de donde acortamos a nazi. Sus cuerpos de choque estuvieron llenos de bejaranos, padiernas y "rayitos de esperanza" mesiánicos, salvadores, barriles de lugares comunes, amos de la respuesta simpaticona y la boca torcida ante la crítica.
Tienen el poder porque México es un pueblo de prepotentes que te lanzan su coche cuando correctamente cruzas las calle con luz a tu favor, pero lloriquean a la hora de no tener medallas en competencias que no fueron hechas para los abundantes cuerpecitos pozoleros. ¿Hambre? ¿Pobreza? Quizá, pero tenemos medalla de oro en número de panzones. La obesidad es patología nacional.
Es un país que, mientras China abre de par en par sus puertas a la inversión extranjera, contempla a Pablo Gómez y su cómplice Manuel Bartlett, el PRID en pleno, poniéndose moños y haciéndose rizos para decidir si aceptan los dólares de extranjeros que algún complot planean contra México puesto que quieren invertir para producir electricidad y extraer gas en vez de que se lo compremos ¡a Bolivia!
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