Desafuero en Santiago
columna: «la calle»
1971. Santiago de Chile. Pues siempre sí desaforaron a Codelia, el intendente de la provincia de Colchagua. Yo iba al cine a ver Midnight Cowboy cuando escuché un tumulto. A varias cuadras se veía un grupo numeroso. Llegué al cine, vi que pronto empezaría la película y regresé deprisa, guiándome por el ruido. Cuando estuve a una cuadra, sentí otra vez la olvidada emoción de llegar a un mitin. Primero creí que sería alguna peregrinación, pues había estandartes; pero enseguida distinguí mantas, banderas chilenas y pancartas. Me metí entre la gente.
—¡Que voten frente al pueblo! ¡Que voten frénteal pueeeblo! ¡Que voten frénteal pueeeblo!
Era el grito dominante, interrumpido por vivas a la Unidad Popular (la coalición de izquierda que gobierna Chile).
—Disculpe, por qué están aquí... —me miró un momento y respondió:
—Van a desaforar a un intendente... ¿ya?
—¡Ah! (¿Y qué será aquí un intendente?)
(Aclaración en septiembre de 2004: ese "ya" chileno en nada se parece al mexicano. Aquí habría significado: ¿ya entendiste, estúpido? Así que desconcierta las primeras veces que se lo oye, pero no tiene más sentido que un ¿ves?)
—Y qué hace un intendente —pregunta el mexicano para quien es algo así como un velador y no imagina que pudiera tener fuero.
—Es quien gobierna una provincia.
—¡Ah, vaya!, una especie de gobernador. Ya entiendo. ¿Y por qué lo desafueran?
El interlocutor era un hombre joven, bien vestido, con tipo de profesionista.
—Loj momio lo acusan de allanamiento de morada sin orden de cateo, ¿ya? Uno terrateniente balearon a campesinoj en Colchagua y el intendente ordenó un cateo a la casa de lo terrateniente para encontrar laj arma. Pero ahora resulta de que loj momio dicen que no había orden judicial. Loj momio son la derecha, ¿ya?
—Y este edificio ¿qué es?
—El Congreso. Toda esta gente ha venido desde Colchagua y no la dejan entrar; está aquí en la calle desde las once de la mañana, todos son campesinos.
Pude ver un cordón de carabineros, con su característico uniforme verde, que cerraba la entrada al Congreso.
—¡Que voten frénteal pueeeblo!
—¿Están armados?
—Por supuesto que no.
Me veía con curiosidad desde que empecé a hablarle. Obviamente me había notado el acento extranjero, pero no preguntaba nada.
—Ustedes no pueden hacer esto, ¿verdad?— dijo con una sonrisa.
—No —respondí—, en México ya no hubieran disparado por lo menos gases lacrimógenos para dispersarnos.
—O como en la plaza...
—Sí, o como allí.
—Se hizo un largo silencio. Sobre nosotros estaba la Cruz del Sur, la verdadera, la que sólo se ve en el hemisferio sur. Eran las ocho de la noche y Orión ascendía lentamente en el cielo de otoño, un otoño en mayo, un Orión en mayo, cuando ya no puede verse en el norte. Y de cabeza. La primera vez que lo vi, creí estar borracho: la cabeza hacia abajo, el tahalí no le colgaba del cinto, sino que subía, y su arco parecía dispararse sobre la ciudad, apuntando al horizonte, al norte.
Empezaron a chistar desde las gradas y poco a poco los campesinos guardaron silencio: ¡Va a hablar un diputado! ¡Silencio! ¡Va a hablar un diputado!
—¡Sin Codelia no noj vamo!
—¡Shhh!— chistaron por todas partes.
El silencio se impuso, pero no se oía el discurso pronunciado desde la entrada. Reflectores y cámaras de televisión destacaban. Los campesinos, impacientes al no oír, volvieron a zarandear sus mantas y a gritar con voces enronquecidas:
—¡Sin Codelia no noj vamo! ¡Sin Codelia no noj vamo! ¡Que voten frente al pueblo!
Todos llevaban sombreros de fieltro con ala muy pequeña, y sacos de casimir corriente (pero casimir). Intenté descifrar su propia versión; pero, si a los chilenos de Santiago les entiendo la mitad, a los campesinos no les entendía nada más que "... o la guerra civil". Palabras que, por supuesto, me incitaban aún más a indagar qué había dicho antes mi informante. Volvía a preguntar y nuevamente escuchaba el sonsonete chileno durante un cuarto de hora: "... ujté e gente instruííída..., pero yo digo que loj momio no noj van a quitar el pan, ¿ya? No noj lo van a quitá porque ello ya han comío y también suj hijo; pero ¿y lo nuétroj? Ahora ello van a comé, ¿ah? uté qué cre... ma nuejtro intendente quiere a lo campesino y si lo momio... d’eso... ¡la guerra civil!
Otra vez no había entendido cómo llegaba el hombre a la guerra civil. Una banda de muchachos, algunos aún niños, miembros de las juventudes comunistas, empezó a tocar mientras toda la gente cantaba.
La sesión del Congreso se suspendió porque, según algunos diputados, incluidos algunos radicales, no se podía aceptar la presión ejercida por los campesinos que esperaban afuera. Al día siguiente, por la mañana, se reunieron de nuevo los diputados y desaforaron a Codelia.
2004: Apareció el cuadernito verde perdido entre las cajas de mudanza y aquí está la historia mencionada el pasado lunes. A Codelia lo desaforaron porque ordenó un cateo sin orden judicial. Era un gobernador del partido del presidente Salvador Allende. Como quien aquí desafuera a un gobernador panista, al de Querétaro, digamos. Dura lex, sed lex.
Y como todos los días se equivocan al conjugar el verbo desaforar, aquí va la regla: se conjuga como poder: desafuero, desafueras, desafuera, desaforamos, desaforáis, desafueran.
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