Fox y la gallina
columna: «la calle»
Es bien conocida la preocupación del presidente Fox por su calificación diaria en popularidad. No toma ninguna decisión que pueda costarle puntos y, como toda decisión tiene algún precio (lo supieron bien los candidatos de hace un mes y no hicieron ninguna propuesta), pues el hombre no toma ninguna y sanseacabó. Miren ustedes, faltaba más... (¿estaré sonando a Román Revueltas?). Pero el Presidente al parecer no ha considerado que la propia encuesta forma opinión, de ahí su fragilidad como verdadera medida de aceptación de un gobierno por sus gobernados. Y así, como en la paradoja de la gallina y el huevo, nos podemos preguntar qué fue primero, la encuesta o la opinión; la paradoja de Fox es preguntarse cómo no hacer nada que enoje al EZLN ni a los chiapanecos que aún le pagan impuestos a Hacienda y no a Marcos, no molestar al corrupto sindicato de Pemex ni a quienes exigen una industria petroquímica eficaz, ni a TV Azteca ni al Canal 40, ni a los ex inversionistas del nuevo aeropuerto ni a los macheteros de Atenco, olvidar que todo municipio por definición es autónomo y felicitar los creados por el sup. Así es como queda del carajo con todos. Lo prevén varios refranes populares.
¿Cómo se crea la opinión pública, que luego miden las encuestas de opinión pública? En buena medida, la crean las encuestas de opinión pública una vez que son dadas a conocer por los medios. Así ocurre porque a muy pocos nos gusta estar en minoría o llevar la contraria. La influencia de los medios sobre la opinión pública, que todos intuimos y damos por sabida, ha sido demostrada por investigadores de la Universidad del estado de Kansas.
El experimento
Se pidió a un grupo que pensara en un personaje homosexual de rasgos positivos, hombre o mujer, de televisión o cine; a otro grupo se le pidió otro tanto, pero con rasgos negativos. Para control, un tercer grupo debió realizar una tarea análoga, sin referencia a orientación sexual. Los tres grupos debieron luego dar calificaciones de personalidad al personaje elegido, a lo que siguió una prueba de sus propias actitudes hacia los homosexuales en sociedad.
Resultados: a quienes se les pidió que pensaran en algún personaje de rasgos positivos tuvieron más actitudes positivas hacia los homosexuales que quienes debieron elegir un personaje de rasgos negativos, y que el tercer grupo o control.
Uno de los más notables aspectos de las respuestas fue que más de dos tercios de los participantes pensó en la estrella de comedias Ellen DeGeneres o en alguno de los personajes gay del popular show televisivo Will and Grace. Lo cual sugiere que tales programas pueden tener una "potencialmente enorme influencia para incrementar la tolerancia por los gays y lesbianas".
Pensemos en otros casos: ver lo comunes que son las relaciones en Queer as Folk, encontrar entre jóvenes homosexuales las mismas virtudes y defectos que hacen un buen drama, una buena telenovela, ofrece una imagen cotidiana y sin aspavientos de la homosexualidad. La constante fricción entre la pareja formada por un policía negro, fuerte y a rape, con un blanco muy enamorado, como se ve en horario de las 9:30 de la noche en Six feet under, permite establecer que el mundo gay puede ser tan común y corriente como el de esas parejas de hombre y mujer que no entiende uno por qué siguen juntas. Los heterosexuales —que salen aliviados de un show travesti: Gracias, Dios mío, que no soy así, y hasta de magníficas películas como La jaula de las locas— encuentran diálogos y situaciones que se les podrían aplicar, cambiando lo necesario, en una bien construida serie con personajes homosexuales de poco relieve. Descubren entonces motivos de identificación por encima de la diversa orientación sexual.
La distancia entre la vida de una familia del montón y las imágenes rutilantes de Liberace o del que hace horóscopos por TV, es enorme. La identificación es difícil, como lo es con la reina de Inglaterra o con un magnate petrolero. Mas cuando se trata de un electricista en sus ropas de trabajo, de un vendedor de almacén asediado por una joven enamorada, de un médico divorciado, la distancia se acorta. El heterosexual se encuentra ante alguien semejante en todo, salvo en la elección de sus objetos sexuales.
Esto prueba, al sesgo, que los humanos, como cualquier otro animal, rechazamos las diferencias. Los perros del barrio atacan al perro extraño, al que tiene alguna deformidad, al de aspecto raro. Pero también entre heterosexuales se encuentran excesos llamativos y flamboyantes: para una mujer heterosexual como Rosario Robles ha de ser difícil identificarse con La Tigresa, aunque hayan militado en el mismo partido y les gusten los señores, digo.
Pero, volviendo a la investigación de Richard Harris, explica éste que los medios masivos y el entretenimiento han sido usados con abierto propósito de cambiar percepciones e incrementar la educación acerca de otros tipos de asuntos sociales. "En África, instituciones médicas y del gobierno han entregado dinero a industrias del entretenimiento para crear espectáculos cuyo argumento se dirija emotivamente al problema del sida. En Sudáfrica e India se escribieron shows que intentaron elevar el estatus de la mujer y alentar a más mujeres a volverse profesionistas".
En los Estados Unidos, los medios masivos con frecuencia se han ocupado del cáncer y su prevención. Las series ER y Beverly Hills tuvieron episodios en los que algún personaje escucha un diagnóstico de cáncer de piel y se le explica su situación. Cuando, por los años 70, la primera dama Betty Ford y algunas estrellas de cine hicieron público que habían tenido cáncer de mama, se incrementó significativamente la tasa de mamogramas. Luego de un Today Show sobre cáncer del colon, "hubo un incremento del 20 por ciento en la tasa de colonoscopías. Ningún anuncio de servicios públicos habría tenido tan gran efecto".
Sí, presencia del Presidente y de sus ministros en los medios la ha habido. Pero han faltado los argumentos. Por eso cae bien, pero no convence.
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