"Dumping" en política
columna: «la calle»
Si hace tres elecciones presidenciales hubiera ganado Cuauhtémoc Cárdenas, el Tratado de Libre Comercio que nos hizo exportadores y nos dio una balanza comercial favorable habría tenido en el propio Presidente de la República y sus colaboradores, como Jorge Castañeda, a los enemigos acérrimos que por aquellos años veían el libre comercio con Estados Unidos y Canadá como una "entrega" de la patria. Ahora sólo se conserva un núcleo duro que argumenta con aquella retórica vacía, y es el constituido por Marcos y sus paniaguados, las piltrafas del CGH, los mimos itinerantes en busca de conflictos qué ayudar, el grupo Pancho Villa y, por su puesto, el diario capitalino que los hace existir.
Pero Cárdenas, como Lula en Brasil, tiene una posición más sensata, según ha expresado en los últimos tiempos.
En 1988, Cárdenas hizo una campaña que movilizó buena parte del sindicalismo oficial, columna del régimen priista; se acercó a los sectores más nacionalistas del Ejército y a las agrupaciones campesinas fieles al esquema establecido por la Revolución Mexicana y remachado por Lázaro Cárdenas. Allí buscó el ingeniero a sus electores. Y allí los obtuvo.
Pero la táctica es hoy día irrepetible porque, si bien Fox no ha gobernado, su solo triunfo demolió la vía inmediata de acceso al poder que el PRI constituía para sus famosos "tres sectores": obrero, campesino y popular. La disciplina estaba garantizada por una práctica que el genio de Fidel Velázquez condensó en una frase: como en las fotografías "el que se mueve no sale". Los tres pilares del PRI se disciplinaban ante una esperanza y una sola: que les tocara su turno en el reparto de poder cada tres años. Y el PRI era garantía absoluta porque, como todos sabíamos, ser candidato por el PRI era igual a tener la elección ganada. Únicamente los conflictos internos priistas explicaban el sacrificio esporádico de algún diputado.
El pilar obrero del PRI tenía, como varilla medular, la cláusula de exclusión: ningún obrero podía trabajar en una empresa sin pertenecer al sindicato oficial y, en correspondencia, si el sindicato lo expulsaba, la empresa se comprometía a despedirlo. Así estaba escrito en todo contrato colectivo.
La disciplina del campo se obtenía con leyes según las cuales "la nación" era siempre y en todo momento propietaria de la tierra y sólo la prestaba a los seres humanos reales para que la trabajaran. El sistema ejidal no negaba la posibilidad de vender la tierra; no, no, hacía algo peor: no daba nunca la posesión. El campesino podía ser lanzado en cualquier momento de una tierra que nunca había sido suya. El comisario ejidal y el delegado priista eran, en la práctica, los únicos que podían disponer de la tierra, y quien dispone de algo es por definición el dueño.
En las ciudades, el sector popular del PRI era también el único medio para ejercer derechos de comercio y producción. Los vendedores ambulantes que no desearan ser molestados, los invasores de un terreno que quisieran construir allí sus viviendas, los ingenieros que no desearan ver clausurada su obra: todos los habitantes de ciudades tenían, como referencia última, alguna organización priista.
Y la maquinaria marchaba porque, en última instancia, era el acceso seguro al poder en todos sus niveles. Desde el triunfo de Fox, ya no es así.
Las cuentas
El ya seguro candidato presidencial por cuarta ocasión, Cuauhtémoc Cárdenas, no contará esta vez con los inconformes dentro de esos pilares del poder, para quienes fue representante del priismo anterior a De la Madrid y del regreso al pasado. En 1988 Cárdenas tuvo el apoyo de la Quina, y se lo pagó marchando por las calles en asombrosa exigencia de liberación cuando el líder petrolero fue encarcelado por sus notorios crímenes. Para ese priismo, Cárdenas ya no es la opción: su ideal es alguien como Bartlett. El ejido desapareció en tanto que propiedad de la nación y quienes han logrado convertir las tierras en unidades eficaces de producción agrícola están exportando con ventaja a Estados Unidos y Canadá. No desean menos, sino más apertura comercial. La certeza de que el reparto agrario mexicano, como la colectivización forzada estalinista por los mismos años del siglo XX, fue un fracaso, ahora juega contra el apellido y no a su favor.
A favor de Cárdenas: que sin duda no habría permitido que Marcos le hiciera a la Presidencia lo que Fox permitió; que si bien elevó al triple la deuda durante su breve paso por el gobierno del DF, no construyó ocurrencias desmañanadas que ni su secretario de obras conociera; que jamás respondió que lo tendría sin cuidado la resolución desfavorable de un juez (como ha hecho López Obrador); que si hubiera decidido construir un aeropuerto, habrían sido necesarios muchos más que cincuenta ejidatarios enmachetados y 200 estudiantes para detenerle la obra. Que su hijo Lázaro es el único gobernador que ha respondido con la fuerza pública, que para eso está, cuando ha sido necesario, y sin masacre alguna. ¿Y en su contra? El pobrísimo 18 por ciento nacional que le deja Rosario.
La deuda y la duda
El PRI no existe en la pelea por la Presidencia porque sus mejores cuadros se han ido al PRD. Los partiditos, tampoco. Si no hubiéramos visto al secretario de Gobernación, Santiago Creel, pasmado ante la invasión de una televisora por otra (tenga quien tenga la razón, Gobernación no puede permitir que alguien se tome la ley en sus manos), si no lo hubiéramos visto perder ante unas decenas de enmachetados la principal obra del sexenio, si no lo hubiéramos visto ceder el análisis de la derrota panista a quien no tiene más nombramiento que el de esposa del Presidente, diríamos que el PAN tendría en Creel un buen candidato a la Presidencia. Pero lo vimos. Así que Cuauhtémoc, en esta ocasión, va solo.
La gran duda con el seguro y próximo gobierno de Cárdenas en 2006 es la deuda. A los gobiernos perredistas les da por gastar más de lo que tienen. En la Ciudad de México es grave, en el país sería un desastre y el regreso a las crisis.
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