Reflejo condicionado en AMLO

publicado el 07 de julio de 2003 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

"Lo que bien se aprende, nunca se olvida", dice el refrán popular. Y el PRI, como los antiguos partidos comunistas, está sinceramente convencido de representar al pueblo mexicano, necesitado de guía para no caer en las garras de sus enemigos. El PRI hace remontar su linaje a Madero, Juárez, por supuesto Hidalgo y sin duda Cuauhtémoc.

Con esa formación, cuando un enojado priista abandona ese partido (siempre porque no le da y nunca mientras le da), no por eso pierde el reflejo condicionado que lo hace "representante del pueblo". El mejor ejemplo lo tenemos en el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, un hombre que no tiene pizca de duda respecto de que oponerse a sus designios es ir "contra la ciudad". La semana pasada reincidió en ese tipo de argumentación. Hay un conflicto por un terreno que el jefe de gobierno considera propiedad del gobierno y un particular reclama como suyo. El asunto no es quién tenga razón; eso ya lo dirá un juez y no la prensa, sino el inmediato reflejo condicionado de López Obrador quien, sin mencionar razones jurídicas, acusa a los abogados contrarios de "defender a ricos" y afirma, como parte de su argumentación, que él planea construir allí vivienda popular. Hace perdidizo el tema: no se discute quién dará uso más justo al predio, sino a quién pertenece. Y punto.

En otras palabras, no es con la ley, sino con las intenciones como deben resolverse los conflictos. No importan las pruebas de una parte o de otra, sino quién es riquillo y quién es pobre.

Así nos vende una sesuda argumentación según la cual, como una de las partes del conflicto es rica (quienes afirman ser los propietarios del predio) y la otra es pobre (él, López, que hará edificios para pobres), se deriva de forma natural que llevan razón los pobres.

Extraña jurisprudencia del jefe de gobierno capitalino, juramentado a cumplir y hacer cumplir la ley, que no tiene otra finalidad sino la de arrimarse simpatizantes, aun a costa de incurrir en el método priista más viejo y más conocido: halagar el oído de las masas.

La eficacia del método está avalada por 70 años de priato, que no son pocos para constatar los buenos resultados: tenemos los líderes obreros y campesinos más ricos del mundo y el convencimiento social de que a nombre de los pobres se puede justificar cualquier acto de gobierno. El partido que formó a López Obrador, el PRI, envileció a trabajadores y a campesinos en la concepción paternalista que los condena a una permanente minoría de edad. El método, sutil y perverso, le sigue redituando votos al PRI y a su gemelo el PRD, que redescubrió la vieja y bien ensayada receta.

Los nuevos diputados

Ya elegimos nuevos diputados, federales y estatales. Pero, ¿traerán en su equipaje el mismo reflejo condicionado en que nos entrenaron los gobiernos priistas y que declaraba: "lo que es del gobierno, es de la nación"? Se entiende el interés del PRI en sostener esa ecuación porque de ella dependió su estructura de poder: sin el control del dinero de Pemex, sin los ingresos por electricidad y por las antes numerosas industrias paraestatales, sin el sometimiento de los sindicatos, el PRI no tenía asegurado el gobierno, y al gobierno saliente le era imposible perpetuarse con la elección sexenal de un ungido. Sin dinero no hay poder y el PRI no lo obtenía de sus militantes, como un partido cualquiera, sino de las paraestatales y del presupuesto nacional, porque era gobierno. Para eso, la población debía tragar la rueda de molino según la cual Pemex y las paraestatales "son del pueblo".

¿Cuándo han sido más nuestros los teléfonos, ahora que nos ruegan que compremos una segunda línea o cuando los administraba el gobierno, eran del pueblo, eran de la nación... y ni siquiera respondían a las quejas? ¿Cuando nadie tenía teléfono, pero "eran nuestros", o ahora que pertenecen a una compañía interesada en vender su producto? ¿A quién le importaría si un tren de alta velocidad que hiciera tres horas entre Guadalajara y el DF es del gobierno o de empresarios? Lo que importa es el servicio, no el propietario. Una línea aérea se elige por la comodidad de sus asientos, su puntualidad, sus servicios, ¿algún pasajero pregunta quién es el socio mayoritario antes de comprar su boleto?

Pero desde la escuela primaria nos han imbuido a los mexicanos el prejuicio (el juicio previo a la constatación) de que las propiedades del gobierno "son de la nación". Y como los funcionarios a cargo se lo creen, luego los vemos traspasar 1,500 millones de Pemex al PRI... y tan campantes. No creen hacer mal porque Pemex es del pueblo, ellos son pueblo y mandan el dinero al partido que representa al pueblo; ¿qué hay de malo en eso?, se preguntan ahora afligidos.

Quien así se forma podrá cambiar de chaqueta, pero no de ideas. Y así vemos al jefe de gobierno del DF, López Obrador, disparar sus andanadas contra los abogados de riquillos que litigan contra "la ciudad". Atención: no señala que tales abogados incurran en malas prácticas, que carezcan de razón, que estén infringiendo algún procedimiento legal. No: los acusa de representar a los dueños de un predio que él, López, quiere. Es que "la ciudad soy yo", dice a quienquiera que se le oponga. Pemex es de la nación tanto como el DF es de López Obrador por obra del martilleo constante de una idea, no por falsa menos convincente cuando se escucha desde la infancia: Que sólo el PRI (y sus emigrados al PRD) representa al pueblo mexicano; que las propiedades del gobierno, como Pemex, son nuestras, son de todos. Acabamos de constatar que no es de esa manera: Pemex es del PRI, es su heredad y su caja de ahorros. Y la ciudad de México es de cualquier grupo que se alce con machetes. Siempre y cuando no vaya contra el PRD. Entonces sí aparece la policía.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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