Horror a la negociación

revista "contenido" año 2002 #474
columna: «un vaso de agua»

 

Los mexicanos parecemos tener una aversión genética por la negociación de los conflictos. Creemos en el todo o nada y por eso casi siempre la respuesta es nada. Así es desde que somos independientes.

Nos hemos inventado que debemos la independencia a una revuelta con palos y machetes en 1810, cuando la debemos a una negociación incruenta once años después, en 1821. En ese lapso el virreinato siguió su marcha normal, luego de que a los diez meses del levantamiento sus cabecillas fueran fusilados y decapitados, entre ellos Hidalgo. En 1821, sin derramar una gota de sangre, Agustín de Iturbide logró que el último virrey, Juan O'Donojú, aun sin tomar posesión de su cargo, firmara los Tratados de Córdoba por los que nos separamos de España.

En agosto de 1968, quienes encabezábamos el movimiento estudiantil que cundió por todo el país, recibimos una invitación a dialogar con el secretario de Gobernación, Luis Echeverría. Pero la sola idea de entrar a la Secretaría de Gobernación nos parecía el símbolo mismo de la transa, la deslealtad, la traición a nuestras "bases". Como si todo acuerdo debiera ser bochornoso e impublicable. Algunas de nuestras demandas eran perfectamente negociables porque nunca creímos que el gobierno fuera, por ejemplo, a disolver el cuerpo de granaderos, que era una de las peticiones; así que habríamos estado dispuestos a ceder en ese punto si se nos prometía, digamos, una reforma.

En 2002 hemos visto muestras abundantes de incapacidad para negociar. La más desoladora es Atenco. Las tierras salitrosas de esos ejidos son tan malas que la mayor parte de los campesinos estuvo dispuesta a vender. Pero galopando a lomo de ideología pura y no de negociaciones fructíferas, unos cuantos líderes impusieron frases altisonantes como esa de " la tierra no se vende", tan falsa como que todos los días se venden tierras aquí y ahora hasta en China. Recordemos que el lago de Texcoco era de aguas saladas, así que, al desecarlo, las tierras resultaron inútiles para la agricultura. El mejor uso que podría dárseles sería el de volverlas a llenar de agua y tener de nuevo un gran lago. El segundo mejor uso sería cubrirlas de concreto y hacerlas pistas de aterrizaje.

Los ejidatarios pudieron negociar que, además de un mejor pago, por cierto ya ofrecido por las autoridades, se les entregara, a cada uno, un pequeño local comercial en el nuevo aeropuerto, empleos en las áreas de servicios... qué sé yo: todo era mejor que unos metros de tierra salada; pero "la lucha" ya estaba encabezada por pequeños comisarios rojos llegados de la UNAM y de los grupos a la caza del último conflicto que les reditúe alguna ventaja o, ya por lo menos, les dé alimentación durante el mayor tiempo.

Antes que Victoriano Huerta se volviera contra el presidente Madero, recién elegido en comicios intachables y por mayoría abrumadora, ya se le había levantado en armas Emiliano Zapata porque, según lo dice en el Plan de Ayala, no le pareció que ganara la vicepresidencia Pino Suárez. Aunque la ganó. Comenzamos las guerras contra los "traidores" desde que Iturbide se coronó emperador, siguiendo los usos y costumbres de su época, donde no había más república que los Estados Unidos y la expresión "esto es una república" significaba "esto es un desorden" todavía para nuestros abuelos. Las siguieron conservadores y liberales que nunca estuvieron dispuestos a tomar lo mejor de sí mismos y así perdimos medio país. Nuestras pugnas internas consiguieron que a finales del siglo XIX apenas estuviéramos recuperando el nivel de vida anterior a la Independencia.

Y cuando ya habíamos vuelto al nivel de la Nueva España, vino la Revolución, con sus múltiples revoluciones en las que todos se mataron entre sí y ahora a todos los veneramos como héroes. Tardamos otros cincuenta años en recuperar lo perdido.

Ni sabemos negociar ni sabemos perder. No sólo Jalisco, todo México cuando pierde arrebata. Nuestra historia es un acopio de ejemplos que nos muestran tirando al suelo el tablero o empecinados en no escuchar ofertas. "Ya se vendió" es el inmediato descalificativo para el líder que presenta alternativas a su asamblea, "ya lo compraron", "ya transó". Y así, una y otra vez, a lo largo de dos siglos de exigir todo o nada, nos hemos quedado con el nada. Muy merecido.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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