Terrorismo: el debate de los expertos
columna: «la ciencia y la calle»
Los Estados Unidos gastan más de 500 mil millones de dólares anualmente en investigación encaminada a protegerse de ataques con medios de destrucción masiva, sostienen Andrew Lawyer y Richard Stone en el número de Science posterior a los ataques del 11 de septiembre. He aquí un resumen de ese amplio comentario. A pesar del enorme gasto, los expertos en métodos antiterroristas y los investigadores del área aseguran que los esfuerzos de su país están mal organizados, pobremente coordinados y se desperdician. Antes de los ataques, para los que sólo fueron necesarias navajas y entrenamiento primario en aviación, cosa que los expertos nunca imaginaron, ya se exigían reformas en reportes del Congreso, las Academias Nacionales de Ciencias y del Pentágono.
Pero se abre paso el convencimiento de que "las soluciones técnicas no pueden resolver el problema", según afirmó el biólogo de Harvard Matthew Meselson, miembro del grupo que en 1998 examinó las respuestas de Estados Unidos a posibles actos terroristas con armas químicas o biológicas. Políticos e investigadores recomiendan al gobierno del presidente Bush un cambio de dirección para conseguir mayor control internacional sobre las armas biológicas y mayor cooperación bilateral con Rusia. En el artículo citado comenta el historiador de la ciencia Paul Josephson: "La unión y los programas multilaterales son la única esperanza de la no proliferación (de armas)".
La no Santa Trinidad
Las armas de terror masivo vienen en tres sabores, continúan los autores. el primero es el nuclear. Al respecto comentan, para terror del mundo, que desde 1992 se ha interceptado en seis ocasiones conocidas, uranio altamente enriquecido o plutonio mientras entraba o salía de la ex Unión Soviética. De cómo haya sido posible contrabandear ese material "no tenemos idea", admite Allison MacFarlane, investigadora en el área de seguridad nuclear. Ella misma previene: "Ahora, todo es posible". Construir una bomba de fisión nuclear exige alto nivel de pericia, vastas instalaciones y montones de dinero: tres cosas difíciles, pero no imposibles de conseguir para un grupo terrorista sin apoyo de algún gobierno.
La segunda amenaza son las armas químicas, señala Science. "Pero es desagradable trabajar con armas químicas: necesitas químicos orgánicos que sepan lo que están haciendo", dice Raymond Zalinskas, ex miembro del equipo que inspeccionó las instalaciones de Irak. El ataque con gas ocurrido en el metro de Tokio produjo sólo 12 muertos en buena medida porque los botes de spray se taparon.
La tercera y más preocupante amenaza es la biológica. "Su poder para hacer daño es mucho mayor", dice el bioquímico de Harvard George Whitesides. Entre los más potentes y accesibles microorganismos se encuentra la viruela, el ántrax y la peste.
En un escalofriante ejercicio, sigue Science, realizado este verano en la base Andrews de la Fuerza Aérea por un equipo de científicos, políticos y reporteros, se hizo patente el grado de devastación de un ataque biológico. En esa simulación, los que hicieron de terroristas lanzaron viruela sobre la ciudad de Oklahoma. La limitada cantidad de vacuna disponible en Estados Unidos (desde que esa enfermedad quedó prácticamente barrida del planeta) y la rápida tasa de infección pronto rebasaron las medidas de salud pública. La epidemia, que comenzó con dos docenas de casos se infló a tres millones de infectados y un millón de muertos en apenas dos meses. (Fue noticia hace unos días que el gobierno de Estados Unidos había ordenado la producción de 150 millones de vacunas contra la viruela).
Un ataque terrorista con peste sería menos letal porque podría combatirse con antibióticos; pero las inmensas cantidades requeridas vaciarían el sistema farmacéutico de los Estados Unidos. Si el ataque tuviera lugar con ántrax resultaría particularmente desastroso: apenas 100 kilos dispersados en una noche sin viento producirían más de tres millones de muertos.
Una sensata lección de los ataques del 11 de septiembre fue que los terroristas pueden llevar a cabo destrucción masiva sin ningún armamento sofisticado.
La lección
Pero una sensata lección de los ataques del 11 de septiembre fue que los terroristas pueden llevar a cabo destrucción masiva sin ningún armamento sofisticado, simplemente buscando hacer blanco en las instalaciones nucleares o químicas de Estados Unidos, sea con bombas convencionales o con aviones secuestrados.
Desde febrero, un par de ex senadores había mostrado la urgencia de duplicar el presupuesto destinado a prevenir ataques terroristas. "Yo no veo una escasez de dinero", responde Meselson, "lo que veo es una escasez de ideas."
Pero una idea cunde: que para prevenir el terrorismo, no hay sustituto para la diplomacia. Esto significa, dicen los autores, detener la proliferación de materiales y pericia necesarios para desarrollar tales armas.
A pesar de los avisos, hasta ahora el gobierno de Bush no ha hecho de la no proliferación una alta prioridad. Se ha opuesto al monitoreo requerido por la Convención de Armas Biológicas de 1972 y propuso recortar fondos a los programas de no proliferación nuclear en 2002, entre los que se encuentra el esfuerzo por hacer un inventario del plutonio ruso.
De cualquier forma, como dice uno de los científicos en el reporte: "Si algo bueno ha llegado de esto, es que la complacencia ha sido sacudida." El debate llega demasiado tarde para las víctimas de la tragedia del 11 de septiembre, pero quizá no para millones que podrían ser los blancos de ataques futuros.
El colapso
Aunque los ingenieros todavía analizan las causas, ya adelantan que el colapso de las torres se debió al intenso calor, más de 1000 grados centígrados, provocado por 30 mil kilos de gasolina para avión. La estructura central, los soportes de los pisos y las más de 200 columnas externas, eran de vigas de acero. Una cascada mortal comenzó cuando los pisos más expuestos al intenso calor, se desprendieron del marco y cayeron, con sus 20 centímetros de grueso, sobre los pisos inferiores, enviando hacia abajo de la estructura una onda de choque. El colapso fue tan vertical que la gran antena de TV apenas se balanceó.
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