Nos gusta la música triste

publicado el 14 de julio de 2013 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

En general, la música triste induce tristeza en los escuchas, y la tristeza es vista como una emoción desagradable. Si la música triste en realidad sólo evocara una emoción desagradable, no la escucharíamos", escriben investigadores japoneses.

Ai Kawakami y sus colegas de la Universidad de las Artes, en Tokio, así como del Riken Brain Science Institute, también en Japón, diseñaron un sencillo experimento con voluntarios, tanto músicos como no especialistas. Les dieron a escuchar dos piezas de música triste y una alegre. Las tristes fueron el nocturno en Fa menor La separación, de Mijaíl Glinka, ruso del siglo XIX (1804-1857), y el estudio en Sol menor "Sur Mer" del también ruso Félix Miajaílovich Blumenfeld (1863-1931). Es paradójico que su apellido signifique "Campo de Flores". Estudió con Rimsky-Korsakov, a quien debemos uno de los fragmentos más deliciosamente tristes de la música: el final de Scherezada, y tuvo como alumno al enorme pianista Vladimir Horowitz. La pieza alegre fue el Allegro del concierto en Sol mayor del español Enrique Granados (1867-1916).

Aquí tienen a Alexander Sokolov tocando el Nocturno de Glinka.

Los investigadores encontraron que la música triste despierta emociones contradictorias: "La música percibida como triste en realidad induce emoción romántica tanto como triste. Y la gente, sin importar su entrenamiento musical, siente esta emoción ambivalente al escucharla."

Hay una importante diferencia, que destaca el estudio publicado en el journal Frontiers in Psychology, con la tristeza en la vida cotidiana: la tristeza sentida por medio del arte en realidad es un sentimiento placentero, quizá porque no plantea una amenaza verdadera para nuestra seguridad." Esta falta de relación entre la tristeza del arte y la producida por la vida real puede ayudar al manejo de las emociones negativas cotidianas.

En música y arte "podemos hasta gozar una emoción no placentera, como la tristeza. Si nos la produce la vida cotidiana, la música triste podría aliviar la emoción negativa", concluyen los autores. El motivo, descubierto en el estudio, es que "la música triste puede en realidad suscitar emociones positivas", y por eso nos complace escucharla. "Si sufrimos por una emoción suscitada por hechos de la vida real, la música triste ayuda a aliviar esa emoción negativa", dice el equipo.

Seré obsesivo, pero esto lo sabían los griegos de 600 años antes de Cristo cuando inventaron la tragedia como forma de terapia colectiva en la que lloraban la desgracia de los atridas, la muerte de Agamenón, la venganza de Orestes y su hermana Electra, el infortunio de Edipo que, al huir del oráculo cae en lo predicho por el oráculo.

En el primer Centro Médico que se conoce, el dedicado a Asclepio (Esculapio romano), en Epídavros, hay un enorme teatro como parte de las instalaciones terapéuticas. En este mes de julio y en agosto aún presenta tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides, traducidas al griego moderno.

Sin haber leído estudio alguno, a la muerte de Ernesto, mi primer novio, me encerré un año a escuchar música triste. Les paso la receta:

Las Cuatro Últimas Canciones de Strauss.

El adagio de la sinfonía en Do de Bizet con su solo de oboe y bajo continuo de cuerdas.

La danza eslava en Mi menor de Dvorak.

El preludio No. 4 de Chopin.

El andante de la sinfonía Linz (36) de Mozart.

El andantino de la sonata en La y el andante de la sonata en Si bemol de Schubert.

Todos los movimientos lentos de todos los conciertos para piano, violín y clarinete de Mozart.

El larghetto en Re del Quinteto Stadler para clarinete y cuerdas de Mozart... ufff.

Y sin sombra de duda, el adagietto de la Quinta de Mahler con que da inicio Muerte en Venecia, de Visconti.

Y sin embargo te quiero.

Twitter: @LuisGonzlezdeA.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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