En descargo de Elena*

publicado el 02 de octubre de 2012 en «Milenio Diario»
columna: «colaboración extra»

 

* Publiqué en marzo de 2011 esta nota. Va con afinaciones. Luis González de Alba.

 

Creo que le debo a Elena Poniatowska si no una disculpa, sí una justificación. Dicho en breve: en 1997 le pedí que hiciera unos 50 cambios a su crónica La noche de Tlatelolco, unos porque la cita era errónea, por ejemplo quien relata el ingreso del Ejército a la Plaza no pudo ver eso, o yo hablo con el Búho en un departamento del quinto piso del edificio Chihuahua, donde no estuve, y otros por diversos motivos. Llevo quince años con la pregunta en la cabeza: ¿Qué le pasó a Elena? Acabo de intuirlo por un lector de MILENIO en línea y no fue su culpa. Aquí va:

En 1969, presos en Lecumberri varios dirigentes del 68, la prensa nos señalaba como los cobardes que habían disparado sobre su propia gente para darle un levantón a un movimiento alicaído, así que Raúl Álvarez, Gilberto Guevara y yo nos propusimos responder: yo haría el relato y ellos el análisis político. Semana a semana escribí lo que me sabía de memoria; cuando no había vivido los hechos, consultaba a compañeros que completaran mi información. Lo añadía como diálogo.

Esos capítulos se los leía a Raúl y a Gilberto y, ojo: le daba los originales a guardar a Raúl, yo me quedaba copias. Por enero de 1970 ellos no habían escrito una sola línea de análisis. Así que decidí tomar mi relato y añadir los años de cárcel (comenzando por el 1 de enero de 1970 y llevar luego el tiempo carcelario hacia atrás, con el 68 en orden cronológico): Los días y los años.

Elena Poniatowska comenzó a entrevistarnos en Lecumberri para su crónica. Iba en los últimos meses de un embarazo. Le informé que tenía concluido un relato sobre el 68. Se ofreció a sacarlo y a buscar editor. Se lo agradecí mucho. Fue antes de mayo de 1970 porque en mayo dio a luz y se puso a trabajar sus entrevistas. No volvió. Me solicitó permiso para usar párrafos de mi manuscrito y se lo di. No hubo plagio. Pero me sorprendió que párrafos completos eran idénticos, palabra por palabra, a mi texto y lo atribuía a otro preso. A veces no importaba, otras era vital.

El lunes 21 de marzo de 2011, entendí lo que le pasó a Elena. Un lector en línea dijo en MILENIO que "Hasta las comas son las mismas"... entre un relato que publicó Eduardo Valle, el Búho, en octubre de 1970, y una página de mi libro que entregué a ERA por abril de 70, donde refiero el arribo de hombres sin uniforme, con un guante blanco en una mano y pistola en la otra. Comienzan a disparar sobre la Plaza y el Ejército regular, que está llegando, les responde el fuego. Eso los sorprende, luego los atemoriza, se tiran al suelo, se arrastran para reunirse en grupos y, sin medio alguno para comunicarse con los mandos militares, sólo aciertan a gritar en coro: "¡Batallón Olimpia! ¡No disparen!" Así constatamos, los detenidos en el tercer piso, 1) quiénes eran y, 2) la descoordinación del operativo militar. Estaban a pocos metros de mí, ya detenido.

Mis compañeros no pudieron oírlos porque, al verlos llegar, buscaron la única salida: subir escaleras hacia ninguna parte. Se encerraron en un departamento del quinto piso. Pero yo fui detenido donde el Olimpia gritó su nombre y su súplica: ¡No disparen! Me pasé casi tres años de cárcel contándolo obsesivamente, como la clave de la masacre. En su crónica, Elena me pone a mí hablando con el Búho en ese departamento del quinto piso. No estuve allí jamás porque fui detenido en el tercero. Por eso pude oír el grito de súplica del Olimpia y supe el nombre (que a la primera oí mal: creí que era "Batallón de Limpia"... y me sonaba lógico).

Raúl Álvarez es el último comunista sobre la Tierra y piensa, como Castro, que todo escrito es Patrimonio Cultural de la Humanidad, así que, ojo: fue mi relato, sin firma, lo que dio a Elena y sobre el que ella se sintió autorizada para hacer cambios, no de mi manuscrito firmado (y aumentado) que ella sacó en abril. También Valle pudo tomar de allí los hechos que no pudo ver ni oír.

No es asunto de créditos, sino de solvencia y credibilidad: Elena ponía a describir la llegada del Ejército a la Plaza a quien no lo pudo ver. Valle dice que describió en ¿Por qué? esa descoordinación de las fuerzas militares (el "¡No disparen!"), que ahora demuestra la intervención de otra mano, además de la Defensa Nacional. Sería un regalo invaluable, para quien sostuviera la versión de aquel gobierno (y aún los hay), demostrarle que no pudo ver ni oír lo que narra. Y yo tampoco, porque estoy en el mismo quinto piso en la crónica de Elena.

Así concluyo que le ocurrió lo que a Elena: tomó mi original sin firma guardado como tierras comunales por Raúl. Luego Elena cometió otro error, y garrafal: a los entrevistados en Lecumberri no les pidió: "Cuéntame lo que viste y oíste tú". Le dimos la versión coral tejida en largas tardes de café carcelario. Esa se llevó.

Más en Los días y los años (enero de 1971) y en Otros días, otros años (Planeta 2008).

 



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