De Zumárraga a Schulenburg

publicado el 27 de julio de 2009 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

[ artículo previo: Guadalupe, Televisa y Schulenburg. ]

 

La oposición al culto del Tepeyac fue encabezada por los franciscanos evangelizadores de indios. Como allí había estado el santuario de la diosa Tonantzin, todos vieron con recelo el súbito fervor por una imagen que "hacía milagros", si bien durante todo el siglo XVI nadie jamás dijo que se hubiera aparecido. Eso habría sido denunciado por los franciscanos que combatieron el culto. Sólo hacía milagros.

El testigo del milagroso estampado es el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, según la leyenda. Es por eso notable que escribiera un catecismo, llamado Regla Cristiana, en el que desliza una pregunta inusual: "¿Por qué ya no ocurren milagros?". Responde: "Porque piensa el Redentor del Mundo que ya no son menester". Cuando el católico y piadoso historiador Joaquín García Icazbalceta descubrió el catecismo hace unos 120 años, se quedó estupefacto: "¿Cómo decía eso el que había presenciado tan gran milagro?"

La respuesta es sencilla: no vio nada. Y, aun peor, le molestaba mucho que los indios atribuyeran milagros a una imagen de la Virgen. Los franciscanos eran erasmianos, esto es, seguían muchas de las ideas del filósofo Erasmo de Rótterdam que, si bien no se pasó al protestantismo, dio razón a Lutero en varios aspectos, dos de ellos, el excesivo culto católico por las imágenes y los lujos de la corte papal.

Por eso mismo, nuestro primer gran historiador, fray Bernardino de Sahagún, a quien debemos la recopilación de cuanto se sabe sobre el mundo indígena, por entonces en vías de desaparición, fue más allá y llamó a esa devoción "invención satánica": no era casualidad que los "milagros" ocurrieran donde había sido venerado un ídolo pagano. Señala en 1570 que es muy sospechoso que, habiendo tantas iglesias dedicadas a la Virgen, los indios no vayan a ellas y vengan desde muy lejos al Tepeyac: "Parece ésta invención satánica para paliar (ocultar) la idolatría bajo la equivocación de este nombre Tonantzin".

Pocos años antes, en 1556, el provincial de los franciscanos, fray Francisco de Bustamante había denunciado, en sermón ante el virrey y la Real Audiencia, que el segundo obispo de México, el agustino Montúfar, permitía a los indios el culto a la imagen del Tepeyac. Se refirió a los muchos trabajos pasados por los evangelizadores para que los indios entendieran que sus imágenes eran de piedra y palo, "y venir ahora a decirles a los naturales que una imagen pintada ayer por un indio llamado Marcos (Cipac de Aquino) hace milagros es sembrar gran confusión y destruir lo bueno que se había plantado".

En la misma línea estuvo el abad Guillermo Schulenburg. Al preguntarle por la contradicción entre ser abad de la Basílica y no creer en las apariciones, ni menos en el origen divino de la imagen, me dio una respuesta sencilla: era correcto en cuanto culto a Nuestra Señora la Madre de Dios, Santa María de Guadalupe (y las mayúsculas de respeto se marcaban en su voz). Pero nadie debía olvidar que era María, y por eso no hubo sermón en el que no la llamara María de Guadalupe.

Después de que el abad expresara que no había prueba alguna de la existencia de Juan Diego, hasta La Jornada le entró a la beatería. Claro, por el lado de la lucha de clases: el abad no era pobre, coleccionaba marfiles y, qué horror, jugaba golf. Hubo fotos del portón de su casa (nada especial), los reporteros más ateos buscaron autos de lujo y riquezas: todo lo que no hacen con respecto al cardenal Rivera, al cardenal tapatío ni al Papa, que en pobreza no viven. Hubo hasta una paparazza de televisora, escondida entre matorrales del campo de golf, que asaltó al abad micrófono en mano, exigiendo respuestas a las tonterías que preguntaba.

Schulenburg no hizo sino seguir la norma católica que va de fray Juan de Zumárraga que pidió no creer en milagros; fray Antonio de Huete, que pidió no llamarla de Guadalupe, sino de Tepeaquilla; fray Francisco de Bustamante y su sermón contra los milagros de una imagen pintada (y ni siquiera se refiere al supuesto estampado divino, que no se menciona hasta 1648), y la maravillosa hipótesis de uno de nuestros héroes pre independentistas: el gran fray Servando Teresa de Mier, quien arruinó la fiesta, en plena Catedral, lanzando la idea de que las apariciones habían sido un auto sacramental (una obra de teatro religiosa) escrita para un cumpleaños de Zumárraga... el texto se quedó por allí, lo encontró Miguel Sánchez un siglo después y tuvimos milagro para siglos.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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