La próxima Edad Media -I

publicado el 09 de diciembre de 1996 en «La Jornada»
columna: «la ciencia en la calle»

 

La rebelión contra la razón

Tres pilares tiene la conducción racional de la sociedad y de la vida: las normas de comportamiento, las reglas para pensar y las leyes que a todos obligan. Contra los tres pilares existe una rebelión mundial sorda, lenta, difusa, pero asfixiante, una resistencia que pocas veces logra expresión clara y que más bien toma la forma de la resistencia pasiva, no la empleada a plenitud por Ghandi para doblegar al imperio británico, sino la resistencia pasiva de la necedad, la dejadez y el voluntarismo. El vacío de la izquierda nos llenó de consignas cuyo contenido hace mucho fue olvidado, como se olvidó el origen de la frase "caerle a alguien el veinte" con la desaparición de los grandes veintes de cobre; nos llenó de grupos sociales dueños de un lenguaje basado en la autocompasión, el pobritismo y la sociología trivial.

Decadencia del diálogo

El diálogo, la invención humana que dio nacimiento a la civilización, es imposible con amplios sectores de la sociedad. Los argumentos, las razones, los acuerdos, los pactos: todo se estrella contra la verdad predicada, la bandera ideológica, la simple obstinación, el voluntarioso "yo quiero" o el insulto como única respuesta. Las normas de comportamiento toman cuerpo en las figuras de la madre y del padre; las reglas para pensar, en la ciencia, y el acato de la ley, en la política. De ahí que figuras paternas, ciencia y política sean objeto de impugnación siempre bien vista, correcta.

Los padres

En el país de las modas, los Estados Unidos, padres y madres son perseguidos por hijas enloquecidas que desencadenan juicios parecidos a los que vemos en filmes sobre cacerías de brujas: si una mujer podía ser quemada por convertirse en lobo, ahora hay ancianos y ancianas en la cárcel porque las hijas "recordaron" en terapia (siempre con una terapeuta mujer) los abusos de que fueron objeto a los quince días de nacidas, esto es cuando no existen todavían los mecanismos de la memoria que nos hacen recordar, ni mucho menos existen los aprendizajes sociales que nos hacen rechazar ciertos actos como inmorales. De nada sirven los argumentos fisiólogicos, neurales, sociales o simplemente sensatos: las Furias y Gorgonas llevan a sus padres a la cárcel por razones que, éstas sí, son dignas de psicoanálisis. Y con las cabezas de los padres caen las de las figuras paternas: rector, maestro, líder, autoridades todas. Es políticamente incorrecto concordar con lo dicho por un rector, un empresario, un jefe de lo que sea.

La ciencia

Si los padres son monstruos, la ciencia, nos dicen, no es sino el producto de la sociedad occidental, blanca y masculina. ¿Una prueba? Aquí la tiene: Si conocemos mucho sobre sólidos y poco sobre fluidos no se debe a las enormes dificultades matemáticas en la descripción de la atmósfera, los gases y los líquidos, sino a que a los hombres se les para (sólido) y a las mujeres les fluye (fluido). Por tanto, los científicos, mayoritariamente hombres, desprecian los fluidos. No se ría: podría perder su plaza de trabajo por machista si lo hace frente a discípulas de esta "filosofía de la ciencia" hoy enseñada en las universidades estadunidenses.

La política

"Más allá de mi piel todo es una porquería". Con esta íntima convicción, el sujeto enciende otro cigarrillo y pide otro café para ver pasar el repulsivo mundo.

Las Edades Medias

Con ese nombre conocemos la época de Europa que comienza tras la caída de Roma. A partir del siglo V de nuestra era, y durante algunos siglos, los europeos desaprendieron lo que habían recibido de Africa, Asia y el oriente de Europa en los tres milenios anteriores: no hubo ya un arquitecto que lograra sostener una bóveda en una serie de arcos, sino a escala tan ridícula que las nuevas iglesitas cabían enteras bajo el pórtico de los antiguos templos. No hubo un artesano que lograra tornear derecha una columna de mármol, apenas tan alta como un hombre, mucho menos ensamblar ajustadamente los enormes tambores que formaban las antiguas columnas. Las normas para gobernar se perdieron, los códigos civiles resultaron ilegibles para el pueblo analfabeta, los códigos penales quedaron rebasados por la ley del más fuerte. La política se redujo a las decisiones inmediatas y directas del clan. Los países desaparecieron. Pero nunca la barbarie fue completa. Apenas olvidado el trabajo del mármol, los pueblos bárbaros descubrieron el trabajo de la cantera. Hubo pronto San Bernardo y el románico de las abadías, luego el gótico. Los destructores del Imperio levantaron sus propios imperios. Final feliz.

Y sin final feliz

Lo mismo ocurrió en muchas partes, aunque sin final feliz: los olmecas, los teotihuacanos y los mayas tuvieron en América su esplendor y posterior decadencia. Pero no conocieron un Renacimiento y por lo mismo sus "Edades Medias" se prolongaron por siempre: las ceibas cubrieron las pirámides, transformadas luego en cerros; el idioma, el derecho, las normas, la política clásicas, desaparecieron. Faltó a los olmecas y a los mayas una institución que, al permitir el paso del antiguo conocimiento hacia siglos posteriores logró en Europa que éste renaciera: el monasterio. Pero nada habría podido hacer el monasterio, salvo rezar, sin dos invenciones: la escritura fonética y el papel. La escritura fonética permitió que no fueran olvidadas las palabras griegas y latinas con sus sonidos propios; el papel, que cualquiera, poseyendo el secreto de los 26 signos, pudiera recuperar la música de la poesía y el drama, el conocimiento de la filosofía, la geometría y la física.

Nuestro turno

¿Olvidaremos también todo? Ahora se predica la democracia directa, posible únicamente en los clanes dispersos. Médicos e ingenieros piden puntajes extra por su origen social desafortunado o la lejanía de sus hogares. La arquitectura vertical es fálica, los exámenes son expresiones del poder (y el poder es patriarcal), el cálculo de la resistencia de estructuras deriva de la física, que es blanca y occidental, nos dicen. Quizá pensemos un día, ante las ruinas de nuestros rascacielos de acero, que ya no sabremos construir, que los levantaron cíclopes, como afirmó Pausanias ante las ruinas de Micenas. Y el arte.

"Hemos destruido la respuesta natural, placentera, al arte." Y ahora tenemos un mercado de cínicos donde la carrera artística se planea con mercadotecnia: "jamás tardes más de dos años en publicar un nuevo libro: la gente te olvida"; "cada ecuación elimina un diez por ciento de lectores en la divulgación de ciencia". Tenemos a quien todo lo pinta de azul o de negro. Por tanto ya no será exitoso el pintor que todo lo pinte de rojo o de amarillo. Habrá que buscar otra novedad que se venda. Debe saber uno, en primer término, en dónde está el dinero, y luego tener el descaro sólido, desenvuelto, al que jamás le gana la risa, para solicitar una beca...

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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