Elena Garro en 1968

publicado el 16 de julio de 2006 en «Milenio Diario»

 

Un reporte estadunidense mencionó a la escritora como fuente de información de la embajada de EU; así se inició la tormenta en torno a las actividades de la escritora.

 

Debió de ser la primera quincena de agosto de 1968, porque las asambleas estudiantiles eran enormes y entusiastas. La tarde en cuestión yo dirigía la celebrada en el auditorio Justo Sierra (así se llama) de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional.

Dos mujeres exigían la palabra, de pie, a gritos y con mucha agitación, delgadas, desmelenadas, una mayor que otra, pero ambas en estado frenético.

Por su edad, no podían ser alumnas de la facultad, y aquélla era una asamblea de alumnos de la facultad. Tampoco me parecía conocerlas como profesoras.

Pregunté a mis compañeros en la mesa y alguno, quizá Roberto Escudero, el más enterado de la vida intelectual, me informó: "son Elena Garro, ex esposa de Octavio Paz, y la hija de ambos, Helena Paz... dales la palabra para que dejen de causar alboroto, pero debemos tener cuidado con ellas...". Quien me asesoró, y no recuerdo ya quién fue, añadió un "están locas" que me sonó a broma pesada.

Alguna razón tenía, pues cuando les di la palabra nos acusaron a los dirigentes de aquel movimiento estudiantil en pleno ascenso, hablando al alimón, arrebatándose la palabra la una a la otra, de estar siendo manipulados, de recibir dinero de políticos como Carlos Madrazo y de intelectuales como Octavio Paz, Carlos Fuentes y José Luis Cuevas...

Despotricaron largamente contra quienes ni siquiera sabíamos quién nos utilizaba, con claro dominio de la mayor, Elena Garro, mirando al foro, donde estaba la mesa directiva, y al auditorio, agitando la mano contra quienes comenzaban a meterse con ellas.

Terminaron saliendo entre rechiflas y gritos.

Valientes sí eran para presentarse en una asamblea enorme, el auditorio más grande, repleto hasta los pasillos de jóvenes entusiastas, y decirles que su movimiento era una simple manipulación de políticos del PRI y de intelectuales izquierdosos.

En Tláhuac las hubieran quemado vivas... pero todavía eso no se ponía de moda.

***

Ya detenido en el Campo Militar Número Uno, me preguntaron si era verdad que recibíamos dinero e instrucciones de Carlos Madrazo, el presidente del Revolucionario Institucional que se había propuesto democratizar la vida interna de ese partido.

Lo negué porque ni de él ni de ningún político recibíamos nada. Pero recordé que por primera vez le había oído la asociación a Elena Garro.

Creo que no lo dije, quizá sólo por cansancio, pero por allí ha de estar ahora el acta con mi interrogatorio por los militares.

 



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