Otra vez no entiende... o se hace

publicado el 30 de enero de 2006 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

¿Qué habríamos dicho, quienes hicimos campaña por Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, si hubiéramos tenido el dato cierto y confirmado de que Televisa le vendía al candidato Salinas de Gortari sus tiempos 42 veces más baratos que a Cuauhtémoc? En la oposición nos quejamos por decenios del favoritismo de los medios hacia el candidato seguro ganador. Nos parecía demostración de contubernio, de complicidad: me regalas tus tiempos y yo te confirmo la concesión de tus canales. Una deshonestidad por otra. Eso gritábamos en las calles, eso escribíamos en los diarios. Con la constitución del IFE ese injusto reparto de tiempos fue uno de los primeros puntos que buscaron acotarse: igual trato para todos, y se comenzó a llevar la contabilidad de los minutos dedicados a cada candidato.

Pero "no contaban con mi astucia", dice El Peje. Ahora es TV Azteca y el candidato del PRD quienes encuentran la manera de volver al favoritismo que denunciábamos: ofrece sus tiempos 42 veces más baratos a López Obrador. ¿A cambio de qué? ¿De nada desde la Presidencia que podría ganar?

Cuando TV Azteca era un canal propiedad del gobierno, y Margarita López Portillo su directora, podía entenderse que el gobierno anunciara al futuro gobernante. Televisa, empresa privada, hacía otro tanto porque sabía, como todos los mexicanos, que el candidato del PRI era el futuro Presidente de México. Y los tiempos gratuitos en televisión traían votos reales al candidato oficial. Era un círculo vicioso, una profecía autocumplida: como vas a ganar, te regalo mi tiempo para que me sigas favoreciendo con la concesión de mis canales. Y se cumplía: ganaba el PRI, no sólo con fraudes, sino también con votos reales atraídos por la TV.

El IFE fue el mejor intento de los mexicanos por romper ese círculo vicioso. Lo conseguimos. Pero en la legislación quedó una rendija: el dueño puede vender sus tiempos al precio que guste… ¿o no? Los mismos intelectuales que afinaban sus sarcasmos o sus serias reflexiones contra aquella complicidad, hoy acompañan a quien vuelve a romper la regla de oro de la equidad: no sólo iguales tiempos para todos, también iguales precios. Un PRD, ya integrado y presidido por priistas, recuperó una práctica del PRI.

Se entiende, pero no a los intelectuales que sólo veían mal los turbios compromisos entre candidato y medios cuando favorecían al candidato priista. Ahora, que una empresa de TV regala su tiempo a López Obrador, está bien lo que antes estuvo mal. Algunos son saltimbanquis de la política y van a lo suyo. Pero, ¿y los demás? Unos lo acompañan, otros simplemente callan lo que antes denunciaban.

Y declaración patrimonial, tampoco… Otra vez Manuel Andrés (orden de sus nombres según el IFE) López Obrador decide, por sí mismo, cuándo una ley no se le aplica a él: "Mi patrimonio no da ni para presentarlo por escrito (…), tengo un departamento, una casa en Villahermosa y bienes de mis hijos", respondió en Tlaxcala para justificarse. Pero la obligación de dar a conocer sus bienes es, precisamente, para que los candidatos pobres no resulten luego ex funcionarios ricos. Fue legislada para saber con cuánto entra un funcionario a un puesto, más aún si es pobre, y así determinar si, cuando sale, puede justificar con su salario su nueva situación económica. Para eso es: precisamente para los candidatos pobres. "Me podrán acusar de comerme las eses, pero no de corrupto", dijo en glorioso autogol, porque suena igual que "comerme las heces"… que el PRD repartió en forma de leche Betty (debo la observación a Jaime Sánchez Susarrey).

La táctica de Manuel Andrés es defenderse de lo que nadie lo acusa para echar tierra sobre aquello de lo que sí se le acusa. Hasta donde he leído, nadie ha dicho que López Obrador haya usado su puesto como jefe de Gobierno para comprarse villas en lagos italianos ni castillos en la Loire. Hemos dicho, muchos, que pudo haber hecho un inmenso "cochinito" para pagar su campaña. Y hay datos duros para esa generalizada sospecha: 1. La ilegal costumbre, durante todo su gobierno, de asignar obra pública sin concurso. 2. El encubrimiento de los precios de esas obras públicas bajo la forma de fideicomisos. 3. El decreto de su Asamblea de Representantes, cuando la comandaba su empleado René Bejarano, que hace tales precios secreto de Estado por diez años. 4. Que la obra pública se asignaba bajo la modalidad de la mochada (te doy la obra sin sacarla a concurso, pero me regresas parte de tu utilidad por debajo de la mesa) quedó demostrado cuando vimos a uno de esos contratistas favoritos, a Carlos Ahumada, entregar fajos de dólares al ex secretario particular de López Obrador y pastor indiscutido de la Asamblea, el multicitable René Bejarano. 5. Al tal René, la Procuraduría del DF le fincó una acusación endeble y le puso por fiscal a un amigo suyo, así fue como pasó unas cuantas semanas de cárcel. 6. Bejarano pagó magnánimamente el favor con su silencio. Eso y más, no casas en Miami, documenta la corrupción de López Obrador.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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