Carta veraniega a Santaclós
columna: «la calle»
Qué deseamos los mexicanos, lo sabemos todos: salir de pobres, seguridad en calles y hogares, buenos trenes, alimento suficiente, descanso, pensiones en la vejez. La lista puede ser tan larga y detallada como nos lo permita el tedio. Y tan confusa como el infantil listado de López Obrador a Santaclós, en pleno julio. Algunos llevamos años señalando que el tren es el transporte más seguro, más barato y menos contaminante. Y qué. No ha faltado voluntad, sino capitales y legislación que permitan las inversiones necesarias. Y ha sobrado la oposición de transportistas, muchos de ellos poderosos políticos. Ni el nombre es original: Águila: el tren rápido del DF a Monterrey y Laredo, única conexión de mi pueblo de infancia con el mundo, era Águila Azteca. Que también se retrasaba, pero menos...
Promesas tuvimos, y maravillosas, con Fox. Si no las cumplió no fue por maldad o deshonestidad, el pobre Fox es un hombre de buenas intenciones, sino porque nunca pensó en los cómo. Se creyó lo que cree la gente común y no puede creer un Presidente: que sólo faltaban voluntad y honestidad. O sea, ¿somos pobres porque los políticos del PRI así lo querían? ¿Y porque eran ladrones?, (la suma de sus capitales no alcanza ni el presupuesto nacional de un mes). Ingenuidades.
Es el problema eterno de los pueblos (y los gobernantes) infantiles. Bastan papel y lápiz para descubrir que el gobierno es incapaz de hacer todo lo que exige un país. No lo hace en ningún lugar del mundo. Lo hacen inversionistas.
El ejemplo de PEMEX
Desde los descubrimientos petroleros en tiempos del otro López (Portillo), México es una potencia en la producción de crudo, y un desastre lo mismo en el manejo del crudo que en la producción de los derivados que, parajódicamente, debemos seguir comprando a quienes refinan nuestro crudo. Creemos que las campañas ambientalistas y uno que otro escrito "crearán conciencia". No es así por la sencilla razón de que una industria está diseñada para obtener rendimientos al menor costo. Y mientras Pemex esté convencido de que prevenir derrames es más caro que limpiar, no será industria limpia.
El problema con Pemex y su destrucción del ambiente, su ineficacia, su entrega de gasolinas de peor calidad y más alto precio que las extranjeras, es que ningún funcionario tiene por qué preocuparse de eso: Pemex es un monopolio del gobierno y, al fin monopolio, su mercado es cautivo, haga lo que haga; y como propiedad del gobierno, tiene otros fines antes que la producción. Primero están las necesidades clientelares del gobierno que, en el ultracorrupto sindicato petrolero, tienen una "base social" cuyas exigencias deben ser cumplidas.
Los mexicanos, como todos los niños, heredamos valores que luego, en la vida adulta, debemos reexaminar. No lo hacemos. Y Pemex resulta, por eso, una de las industrias petroleras más ineficaces y contaminantes del mundo.
El ecologismo desinformado que padecemos supone que en donde se establecen prácticas de mayor limpieza es porque sus prédicas han ablandado a los malvados capitalistas. No es así: es cuando la mayor limpieza trae rendimientos económicos cuando se vuelve práctica de una empresa. Así como la reelección de diputados trae mayor cercanía de estos con sus electores, porque desean llenar sus expectativas para ser reelegidos, también las empresas mejoran su comportamiento cuando eso les trae ventajas de mercado.
Dos compañías petroleras, revisadas por Jared Diamond en Collapse, ofrecen dos panoramas muy diversos. Una es Pertamina, en la Nueva Guinea de Indonesia, otra es Chevron, en la mitad Este de la isla. Pertamina daña la selva y la vida silvestre al abrir enormes caminos, hasta con 90 metros de ancho, para llegar a sus campos, quema el gas natural asociado al petróleo porque no tiene tecnología ni capital para licuarlo y venderlo, por todas partes hay derrames de crudo y muchas especies están en peligro de extinción. En cambio Chevron, que trabaja en Papua Nueva Guinea, ha ganado fama como petrolera limpia: sólo en territorio bajo su control se observan especies desaparecidas de otras regiones, desde el aire no logran verse los estrechos caminos de acceso, de apenas nueve metros de ancho, porque la selva los cubre por ambos lados, no hay un solo derrame y la población local recibe un pago por cada árbol tirado para abrir los campos.
Cuando Diamond preguntó a un ejecutivo qué había motivado esas políticas, le respondió: "Exxon Valdez, Piper Alpha, y Bhopal". El derrame de un buquetanque, el fuego en una plataforma del Mar del Norte y el gas que mató a cuatro mil personas en la India. Todos fueron accidentes que costaron no sólo vidas humanas, sino miles de millones de dólares en pagos de daños y limpieza. Bhopal le costó la vida a la Union Carbide. Evitar esas pérdidas es el incentivo para cuidar la ecología. Para eso, la empresa debe tener accionistas que si bien no estarían dispuestos a gastar en el cuidado de las aves, lo están en no pagar demandas por daños y limpieza, y en obtener nuevos contratos por su buena fama ecológica, como le ocurre a Chevron en países como Noruega, de alta preocupación ciudadana por el ambiente. Chevron observó que en Papua Nueva Guinea era imposible trabajar sin el apoyo de los propietarios de la tierra, y diseñó políticas en consecuencia.
En cambio Pertamina, como Pemex, es una compañía nacional, poco interesada en competir por contratos en el extranjero. Para Pertamina no se deriva ninguna ventaja económica de gastar en proteger el ambiente (como Pemex), y tampoco debe responder ante accionistas por las pérdidas en derrames (como Pemex). Para Pertamina es más barato dejar los charcos de crudo que limpiarlos. A Chevron le costaría en demandas, que se reflejarían en pérdidas y éstas en remoción de los dirigentes por la asamblea de accionistas. Y pérdida de contratos internacionales.
Es el dinero, no la conciencia, lo que produce ambiente limpio. Si AMLO cree que va a "hacer conciencia" en el sindicato con diapositivas de patos muertos entre el pegajoso petróleo, estamos saliendo de Foxilandia para entrar a Pejelandia: y aún peor, pues ya perdimos seis años.