El daño cerebral de la ideología chatarra
columna: «la calle»
Dos cosas son detestables en México por encima de la empeorada burocracia hacendaria: el periodismo impune y la ideología chatarra. Y nada ofrece mejor ejemplo de estos dos vicios éticos que el artículo Toledo versus McDonald’s, de este 13 de noviembre en La Jornada, donde Elena Poniatowska sostiene que McDonald’s hace sus hamburguesas con carne de perro y de rata. Si semejante afirmación, sin comprobación alguna, hubiera sido publicada en Estados Unidos, la acusadora y la publicación que le dio cabida tendrían en este momento una demanda multimillonaria.
Pero México es el país de la impunidad, no sólo porque un 95 por ciento de los homicidios, robos y secuestros queden impunes, sino porque también la prensa y los intelectuales se pasan el alto de la civilidad y no muestran temor alguno ante el daño a terceros (siempre y cuando sean transnacionales).
No me gustan las hamburguesas y me molesta el despilfarro en empaques que hacen no sólo McDonald’s, sino los taqueros que ofrecen en las esquinas sus productos en platos metidos en una bolsa de plástico que luego tiran a la basura (y que Elena no ha visto porque no come tacos en la calle); pero no tengo duda alguna de que, si alguien pudo haber empleado carne "de pura vaca loca, de puro perro callejero, de pura gata desvelada, de pura rata de alcantarilla" son, en primerísimo lugar, los taqueros y no una transnacional que compra su carne por toneladas y por eso mismo un perro más o algunas ratas no serían de utilidad. Elena también lo sabe y no cree lo que afirma, pero tiene la certeza de que recibirá su dosis de aplausos por parte de quienes no piensan, que son muchos y muchas.
¿Usted sabe lo que tiene adentro un tamal hecho en casa de la tamalera y expendido en una esquina, sin control alguno de Salubridad ni de Hacienda ni de nadie? Hace algunos años se produjo un enorme escándalo en el Distrito Federal porque una tamalera asesinó a su marido y no encontró mejor solución para deshacerse del cadáver que cocinarlo, deshebrarlo y hacerlo tamales que toda Iztapalapa devoró. El asunto quedó al descubierto cuando la policía encontró unos sospechosos huesos humanos tatemados.
El pobrismo
Cierta capa de nuestra intelectualidad y buena parte de nuestros estudiantes deformados sostienen que los pobres siempre son buenos, sinceros e incapaces de vendernos gato por liebre en sus tacos y tamales; los ricos son malos, torvos y egoístas. Pero todos los seres humanos somos egoístas: Elena escribe esos disparates porque los vende bien y le dan fama entre los lumpen y los radical chic. Así se ha venido deformando ella y deformando generaciones que no saben pensar sin las muletas de esas baratijas ideológicas, como el ataque a las maquiladoras, en la misma nota, donde sostiene que reconocer su aportación al empleo es "justificación de esclavos" y se queda tan oronda. Quisiera verla, con su dinero y su sonrisa, diciéndoselo a los miles que están perdiendo su empleo porque las maquiladoras se van a países que les ofrecen mejores condiciones, como China. El desempleado, que ve huir capitales por culpa del gobierno foxista, no sabe qué comerán mañana sus hijos, pero tiene el alivio de, a juicio de Poniatowska, ya no colaborar con esa "justificación de esclavos".
Con imperial chilanguismo, Elena llama irreflexivamente "zócalo" al centro de Oaxaca, ahora libre de hamburguesas por obra de un pintor, Toledo, que vive en Los Ángeles y cuya obra se vende en Nueva York, París y Tokio, cotizada en dólares transnacionales, no de mesa en mesa por los portales de Oaxaca.
Daño cerebral
Desde la izquierda muchos dijimos que el Muro de Berlín era necesario para salvaguardar el socialismo de la Alemania del Este, que las críticas a Fidel Castro eran propaganda imperialista, que los trabajadores eran siempre buenos y los patrones malos. Produjimos ideología chatarra para consumo rápido y sin lecturas. Ahora cosechamos engendros ideológicos en quienes nos creyeron y cambiaron una fe por otra. El presidente Echeverría dijo en su momento que México no ponía más atención al turismo porque no deseábamos "convertirnos en un país de meseros". Y somos, por eso, un país de mendigos y tragafuego. Cuando Elena todavía no oía hablar de la izquierda, desde allí decíamos que tampoco deseábamos ser un país maquilador. Pero con maquilas que se fueron convirtiendo en industrias propias se levantaron, en estos 30 años perdidos, las economías de Corea, Taiwán, Indonesia y por estos días la de China; el turismo fue la gran palanca en la transformación de España y ahora exporta cadenas hoteleras a Cuba. Con ideología chatarra les dañamos el cerebro a muchos sindicalistas, a los sucesivos CEU, a periodistas que siguen aplicando la misma receta, mil veces fallida. Una de las bajas que causamos fue Elena Poniatowska.
Nuestros intelectuales, como antes los comisarios soviéticos, se erigen en padres de un país infantil a quien deben guiar: qué comer, dónde trabajar, qué gustos tener. "¿En qué cabeza cabe que pueda competir la gorda infame bovina hamburguesa (que lleva el horrible nombre de big mac y obliga a abrir unas fauces de león para poder darle la primera mordida) con nuestro mole de Oaxaca, nuestros tacos de rajas y de diversos guisados, nuestras quesadillas de huitlacoche y de hongos en tiempo de lluvias?" Si hay o no tales cabezas es decisión del cliente. En un país adulto pueden establecerse, lado a lado, sin vigilancia de mami, las hamburguesas envueltas en plástico y los tacos envueltos en moscas, los tamales de marido asesinado, el sabroso mole que produce agruras y el horrible pollo Kentucky: la gente elige y el negocio rechazado quiebra. No es asunto de la autoridad ni menos de los intelectuales decidir. Tenemos derecho a optar. Como los coyoacanenses pueden hacerlo entre El Parnaso o el Sanborns por el que tantas vestiduras se desgarraron. Y no pasa nada.
A lo que no tienen derecho nuestros intelectuales radical chic es a propiciar la salida de capitales, arrinconados entre el renovado burocratismo foxista y la lucha de nuestros bien cebados escritores. ¿Les darán trabajo en sus casas a quienes condenan al desempleo para honor de la nación? ¿Es mejor que sean sus choferes y sus criadas? ¿O se ahoguen al cruzar el Bravo?
¿No les da vergüenza?
1 animados a opinar:
mas vigente que nunca
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