En un milenio pasaron de criminales a reyes

publicado el 29 de mayo de 2016 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

Con la caída de Roma en el 475 d.C., la ley, el orden y la cultura se refugiaron en torno a la capital oriental del Imperio, Constantinopla. No cayó Roma bajo las tropas de otro Estado con nuevas leyes, sino por riadas, hordas de tribus bajadas del norte a darse el gusto de quemar y destruir. El idioma español todavía conserva el nombre de uno de esos grupos: vándalos.

No habiendo una nueva ley, un nuevo orden, como habría ocurrido si persas o cartagineses fueran los nuevos amos, sólo ocurrió pillaje. En todo el occidente de Europa se impuso la ley del más fuerte en su más reducida escala: bandoleros, salteadores de caminos y otros facinerosos construyeron cacicazgos durante los siguientes dos siglos. El hombre más cruel y sanguinario, con una banda más feroz, exterminó a otros cabecillas y levantó un pequeño feudo que no abarcaba mucho más de lo que la vista alcanzara desde el alto castillo que ya se habían hecho construir para defender ese coto de poder y de riqueza.

Había nacido el feudalismo sobre el despojo a los campesinos, la apropiación de sus tierras para convertirlos en siervos, en el mejor de los casos, esclavos en el peor. El poder se elevó sobre montones de cadáveres al término de las revueltas campesinas.

No había apelación porque la ley la dictaba el jefe de la banda criminal guarecido en el castillo y protegido por un ejército que se repartía los despojos y así el señor pagaba la fidelidad. No muy distinto a Guerreros Unidos gobernando Iguala. Pero sin límite constitucional alguno, lo cual también ocurre en las zonas tomadas por los cárteles y su ejército de espías o halcones, los sicarios, los mandos medios y los capos.

Con la acumulación de riqueza surgieron las cortes. Esa división nos dio términos nuevos: cortés y villano. El primero ya no mata sino cuando es indispensable pues tiene quien lo haga, así pasa a simbolizar refinamiento: manos suaves, uñas limpias. Sus genes, que los dotaron de habilidades trepadoras, persisten "sin lugar para los débiles". El villano, habitante de la villa junto al castillo, es ruin, traidor dispuesto a asestar la puñalada al señor en un descuido.

Si el Estado mexicano se hubiera colapsado por completo, sin ocupación de otro poder (como sería una invasión de Estados Unidos) estaríamos viendo la construcción de poderes en cada región dominada por un cártel, la región la llamaríamos marca y el cabecilla de la banda sería marqués: don José Luis Abarca y doña María de los Ángeles Pineda, marqueses de Iguala por voluntad divina.

Ya les decimos "barones de la droga", pero serían barones en el sentido nobiliario medieval: su alteza don Joaquín de Guzmán y Loera, príncipe de La Tuna, Sinaloa, así como tenemos Borbones, Habsburgos y otras casas reales europeas, reinantes y destronadas. Su origen es idéntico: la venta de "piso", el pago de rescates por secuestro, la entrega de doncellas que serán devueltas a sus padres cuando tengan la mala fortuna de quedar embarazadas; la ocupación de tierras sin más argumento que la fuerza y que están en el sitio donde quiero dar entrenamiento a mi ejército privado, como el rancho El Sol, en Tlatlaya, donde le informaron a la dueña que ya no podía entrar.

Don Ismael Zambada y García, príncipe de Culiacán, emprendió la conquista de Guadalajara; don Rafael Caro y Quintero y don Amado Carrillo, duques de El Salado y de Navolato, disputarán en combate singular las Ínsulas Marías. Don Joaquín de Guzmán investirá caballero a su bufón, Chon Penn, que ya vela sus armas en la capilla de Aranzazú, el espaldarazo lo dará don Joaquín con la muy antigua espada templada en aguas de Los Colomos.

Así, por guerras y matrimonios, irían uniendo ducados, hasta que un Macbeth, quizá el príncipe de Jalisco, duque de Michoacán y Colima, don Nemesio de Oseguera y Cervantes, aconsejado por lady Kate del Castillo, impusiera la monarquía, tan reverenciada y amada por el pueblo mexicano.

¿Será la vida un cuento narrado por un idiota lleno de ruido y furia?

Medalla BELISARIO DOMÍNGUEZ 2016 para Gonzalo Rivas Cámara, que salvó cientos de vidas a costa de la suya: #BelisarioParaGonzaloRivas

Novedad: Mi último tequila, autobiografía procaz. Cal y Arena.

 

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