Un hombre de espíritu fuerte

publicado el 09 de octubre de 2016 en «Siempre MX»

autor: René Avilés Fabila

 

En Guadalajara, la tierra adoptiva de Luis González de Alba, se recibió justo el 2 de octubre la noticia de su muerte. Todos los que la esparcieron, suponían que habría muerto de enfermedad, acaso del corazón. Pronto se supo que se suicidó. No hay mucho qué decir: optó por la muerte voluntaria porque estaba sin duda harto de lo que es México con su abominable mundo político, de la A la Z, y el de los intelectuales igualmente patético. No puedo decir, expliqué en las redes sociales, que fuimos amigos pero lo conocí hace tantos años que lo he olvidado. Sólo lo recuerdo en la Gandhi, con Juan de la Cabada, algunos jóvenes escritores, él y yo, discutiendo literatura. Tuvo un desacuerdo con el legendario narrador campechano y no respondió: fue caballeroso y le dejó la palabra.

Luego lo volví a ver un puñado de ocasiones. En el 68 cada quien tomó su camino y para 1971, me parece, él escribió un libro sobre la masacre de Tlatelolco y yo otro, fueron las primeras novelas sobre el tema. Él, Los días y los años; yo, El gran solitario de Palacio.

Luis era un hombre de espíritu fuerte, valiente, un intelectual comprometido, dispuesto a tolerar la pluralidad pero no a rehuir la discusión. Luchó por la verdad: peleó con los suyos y los ajenos, desnudó a dos mitos, Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis. Tampoco cayó en las trampas que son Ayotzinapa, el “festín de las balas” que ahora se llama “2 de octubre no se olvida”, y jamás dejó de ser revolucionario en un país que así como antes fue priista hoy cree en patrañas llamadas de “izquierda” como el PRD, ahora aliado del PAN, y de Morena, el partido de un solo hombre, López Obrador. Fue impiadoso con sus rivales, pero nunca dejó de ser certero. No le importaron los reproches de internet, la “venganza de la gleba”.

Pero la vida carecía de sentido: ¿para que luchar? Pienso que optó, como tantos otros seres sensibles, por la muerte voluntaria. El suicidio. La precisión me llegó a través de un camarada, Joel Ortega, y entendí la grandeza de Luis González de Alba, luchador social y hombre de amplia y polémica cultura.

Yo prefiero recordar nuestra última conversación telefónica. Lo llamé para invitarlo a la UAM-X para recibir un homenaje. Me dijo que su salud estaba deteriorada y me agradeció la posibilidad de tal reconocimiento. No supe más de él salvo por sus polémicas siempre bien preparadas, sensibles e inteligentes. Cuando reaccioné ante su muerte, no me pareció casual que se hubiera matado el 2 de octubre, justo en la conmemoración de su más grande combate. Siempre supe que era un intelectual comprometido en serio, alguien admirable. He visto en las redes críticas superficiales, de una “izquierda” barata. Ya habrá tiempo para juzgar su trabajo en pos de un país mejor. Por lo pronto deja una obra literaria y periodística sólida.

 

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