González de Alba

publicado el 05 de octubre de 2016 en «Milenio»

autor: Rafael Peréz Gay

 

Como dice el clásico: uno no sabe nunca nada. Hablé por teléfono con Luis González de Alba por última vez el lunes 26 de septiembre, cinco días antes de que se quitara la vida.

Dos meses antes de esa llamada, le había escrito a Luis que convendría que reuniera sus libros en Cal y Arena. Pocos días después nos mandó a mí y a Alberto Román, subdirector de la editorial, libro tras libro, archivo tras archivo, ordenando todo con el cuidado de quien en verdad se dispone a hacer un largo viaje.

Oí la voz de Luis: Ustedes son muy raros. Les roban las oficinas dos veces en cuatro meses. Amenazan de muerte al subdirector de la revista Nexos y luego amenazan al director de la editorial. No sé si es el mejor lugar para que yo ponga mis libros.

No exagero si digo que estaba de un magnífico humor, no había en sus entonaciones nada parecido a la melancolía. No miento. Me preguntó por las amenazas del vecino incómodo: ¿cómo estás, qué hago, dónde firmo? Le respondí: estoy bien, Luis, pero me han recomendado un guardia y eso es muy incómodo.

Un silencio en la línea. Regresó la voz de González de Alba: pues eres muy raro, me dijo. Yo te digo lo que haría. Primero que nada escogería al guardia: tú, no; tú, no; tú, tampoco; tú, SÍ. Serás mi guardia y tendrás que estar muy alerta, pues en la noche vas a enjabonarme. Nos reímos a carcajadas en el teléfono y, ahora lo sé, lo último importante que le dije fue esto: pinche Luis.

Recibí un correo de González de Alba a las 9:30 de la noche del primero de octubre diciéndome que le parecía buena la idea de publicar un puñado de artículos de MILENIO en un libro. "Como no tendré tiempo para hacerlo, le he pedido a Rogelio Villarreal que lo reúna".

En un correo anterior y a propósito de las amenazas del vecino, Luis me escribió: "Tengo una pistolita italiana, una belleza, cabe en los calzones, pero si te la mando por Fedex no te llegara jamás". Es dable pensar que con esa belleza se dio un certero tiro en el corazón.

Mi hija es médica y cuando le conté esto, me dijo: González de Alba tuvo suerte. Una bala de calibre pequeño puede errar su camino y alojarse en el pulmón, o en el mediastino y convertirse en una muerte lenta.

Pinche Luis.

 

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