'Te Deum'

publicado el 31 de marzo de 2013 en «Milenio Diario»
columna: «se descubrió que...»

 

Gracias a Cristo por la catedral de Colonia, maravillosamente salvada por la población alemana de los bombardeos Aliados; por la catedral de Reims, donde coronaban a los reyes de Francia y cuya contemplación me abstrajo de tal forma que tardé en percatarme de que pasaban los mismos coches, en circuito, y uno se había detenido, el conductor mostraba un billete y no supe, en lo oscuro del auto y la sombra de los castaños veraniegos, si era de 50 o de 500 francos y por eso no me subí; por la de Chartres y sus afiladas espigas sobre loma sembrada de trigo; por la de Ruan que no conozco sino por la obsesiva serie de Monet: a la luz de los dedos rosados de la aurora (dice Homero), a los fuertes contrastes de sombras y soles del mediodía, a las luces naranjas y moradas del atardecer.

Gracias a Cristo por la Sainte Chapelle, elevada por San Luis, rey de Francia, para guardar la corona de espinas que un transa árabe, judío, griego o turco, da igual, le vendió como auténtica de Cristo y cuyo primer milagro era que las ramitas espinosas hubiesen durado más de mil años: prueba de su autenticidad, y San Luis levantó trescientos sesenta grados sin una sola pared, sólo vitrales sostenidos en el aire.

Gracias por todo Miguel Ángel y Rafael, por Velázquez y por Goya; por Bach y El clave bien temperado, las Variaciones Goldberg y el aria para contralto Erbarme dich de La Pasión según San Mateo: http://youtu.be/BBeXF_lnj_M.

Gracias por Mozart y su Misa de la Coronación en voces de niños, por su Réquiem y sobre todo el Tuba Mirum y el Rex! Rex!: http://www.youtube.com/watch?v=r6lvFcUIYdk&list=PLC8CCE06C90AF0951, que siempre atribuyo a mi rey, al que nunca he sostenido herido entre mis brazos, pero incendiaría Troya por él, que una vez pareció llegar entre nubes radiantes y llamarse Pepe; gracias por el Stabat Mater de Pergolesi; por San Juan de la Cruz y por la Santa Teresa de Bernini, esa visión arrebatada del orgasmo.

Gracias a Cristo por la Piazza Navona y sus fuentes, gracias por Venecia toda, gracias por el colapso de los sacrificios humanos que apestaban de sangre putrefacta la tenue y roja laguna de Tenochtitlán; gracias por Shakespeare, Calderón de la Barca y Cervantes; gracias por Dostoyevski y por Flaubert, por el incrédulo Pasolini, por Visconti.

Pero no hay indicios históricos de nada. Desde Abram, sin h. Si una historia antigua conocemos es la de Egipto, y es porque la escribieron en piedra, en muros de granito. Dinastía tras dinastía, faraón por faraón, no hay mención alguna a un pueblo esclavizado, los doce hijos de Jacob. La moderna arqueología sostiene que las pirámides no las construyeron esclavos a golpe de látigo, sino campesinos imbuidos de la mística que levantó en posteriores milenios las catedrales góticas. Campesinos egipcios sin mucho qué hacer, unas cestas y vasijas, mientras esperaban el retiro de las aguas del Nilo para sembrar. Ni rastro de Éxodo, nada, salvo en los trolebuses de Atenas: la puerta de salida dice éxodo.

Sin éxodo no hay Pascua pues Pésaj es el recuerdo de la vigilia nocturna que el pueblo de Abraham, esclavizado en Egipto, debía guardar mientras pasaba el Ángel de la Muerte degollando a todos los primogénitos de Egipto, comenzando por el hijo del faraón, y respetaría las puertas de Israel marcadas con sangre de cordero porque los ángeles son mensos y deben encontrar una seña para no matar.

Un pueblo que anotaba la cebada distribuida por día a cada trabajador y los gastos de cada templo, no graba en bajorrelieves sobre muros de cantera con milenios de historia egipcia ni una breve alusión a un pueblo entero esclavizado, la historia de Moisés y su Dios, el de Israel, que exige liberar ese pueblo, las siete plagas y la masacre de todos los primogénitos egipcios, todos, incluido el príncipe heredero, ocurrida en una sola noche. La mejor tesis es la de Thomas Mann en sus cuatro formidables novelotas: José y sus hermanos: el faraón estaba harto de los sacerdotes y se inventó un analista de sueños pre-freudiano para llenar sus bodegas de trigo en previsión de supuestos siete años de vacas flacas por venir.

Así Akén-Atón acabó con la religión oficial, dejó sin poder a los sacerdotes y se embodegó todo el trigo durante siete años de vacas gordas. Eso es historia, está escrita en granito de templos y de obeliscos. Comprobada en las ruinas de Amarna, la nueva capital para el nuevo Dios Único, el dios-sin-forma: idea que pudo cruzar la península del Sinaí e instalarse en Israel sin esclavitud ni Pascua ni Éxodo. Pero Amarna no sobrevivió a la muerte de Akén-Atón, quizá asesinado por los sacerdotes desposeídos. Del analista de sueños, de sus hermanos, del pueblo crecido en Egipto: nada, nada, nada.

Hubo Ur de los caldeos. Pero la Promesa está en un solo libro, el Génesis, posterior en siglos, y lleno de cuentos estrafalarios, como el Arca de Noé.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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