Como dijo Lenin: ¿qué hacer?
columna: «la calle»
Desde que Fox gastó la pólvora de su gran impulso inicial en los infiernitos de congraciarse con un olvidado Marcos, el cambio político se difuminó como río en pantano. Desde entonces no vemos sino palos de ciego. El PAN está pagando su berrinche infantil, en tiempos del presidente Zedillo, de oponerse a la reforma energética. Ahora el PRI le revira con la misma moneda: niños díscolos que no se prestan la pelota. Fox, que tuvo la fuerza y la oportunidad, ni siquiera intentó desarmar el aparato corporativo del PRI y quedó intacto: sus alianzas con el sindicalismo corrupto, su clientela llamada organizaciones populares, sus grupos campesinos: todo lo que hace el poder real del PRI, allí sigue o lo recogió el PRD para empeorarlo.
Calderón no habría podido ni siquiera intentar esa tarea, y se comprende: la rebelión de los perdedores no le dejó más aliado que el PRI. En 2006 no había oportunidad alguna de comenzar la tarea que Fox quizá ni siquiera se planteó por falta de entendederas. Por eso vemos venir el antiguo régimen como la vieja tormenta conocida.
Los sindicatos que controlan la educación, el petróleo, la minería; las centrales obreras que chantajean con huelgas que imponen con gente ajena a la empresa, los ocupadores de tierras, los repartidores de casas humildes siguen dando sus esfuerzos al PRI o al PRD, al que pague. Los ambulantes del regente priista Manuel Camacho son hoy los ambulantes del que fuera su secretario de gobierno, Marcelo Ebrard. Eran grupos de choque, carne de cañón. Lo siguen siendo. Cambiaron las etiquetas del frasco, no el contenido.
Ante ese mar de ineptitud en el panismo, la cerril oposición del PRD y su identidad con el más viejo PRI, la desvergüenza llana de los niños verdes, ¿qué podemos hacer los ciudadanos?
"Si hay una generación del no que ha sido incapaz para reformar al país, de ella somos parte todos los que llevamos varias décadas discutiendo, detestando, contemplando o usufructuando —según sea el caso— al sistema político", dice Raúl Trejo en Eje Central, 24.II, y tiene razón. Algunos manifestamos nuestro disgusto con nosotros mismos, pero no encontramos el sí.
En el PRI ganan posiciones los viejos dinosaurios, lo que dice Beatriz Paredes lo podría firmar Bartlett y éste en todo va de acuerdo con el Peje, que en nada se distingue de Echeverría. Hubo, en los viejos tiempos, una corriente de izquierda que postulaba algo llamado "entrismo": modificar el PRI desde dentro. Todos los que lo intentaron fueron devorados por ese poderoso estómago que nada rechaza, y todo asimila. La propia Beatriz es un ejemplo del fracaso de esa vía.
¿Qué podemos hacer con un sindicato, como el de Educación, que reclama sin sonrojo alguno su derecho a heredar, vender o cambalachar sus plazas? Y lo gritan con el orgullo del narco que ostenta sus pulseras de oro. En Oaxaca van aliados PAN y PRD con los appos, los mismos que asesinaron maestros por dar clases e incendiaron la ciudad, van con la sección 22 que cada mes de mayo, y a’i viene, paraliza la ciudad y cierra calles, bloquea carreteras, la misma que tiene 10 mil plazas de maestros dedicadas a la grilla sindical y no a enseñar.
Hay un peligro: el riesgo de buscar un Santa Anna, un guía en las tinieblas, un hombre fuerte que ponga orden, un caudillo del pueblo bueno. Lo hicimos durante todo el siglo XIX, y así nos fue. Eso fue la mentada revolución y estuvo peor.
El rival más débil
Hasta ahora viene a decir Beatriz Paredes que "compete a las mujeres decidir sobre su cuerpo". Guardó silencio mientras se penalizaba el aborto en congresos estatales y ahora presenta el argumento más endeble, una verdadera idiotez: desde que existe la genética, sabemos que el feto no es parte del cuerpo de la mujer porque tiene otro genoma. Si Beatriz se mocha un dedo, muy su gusto: un análisis de laboratorio determina que sus células llevan el sello individual y único que se repite en su dedo y en su matriz. Pero no en el feto. Quienes apoyamos el derecho de la mujer a decidir, y terminamos la primaria, evitamos esa burrada. Pero Beatriz es todo menos tonta: elige exactamente la figura (decidir sobre su cuerpo) que sabe no sólo débil, sino risible. Así ya cumplió y no hizo nada.
Orgullo de ser mexicano
Me ofendería mucho si un amigo francés me gritara su orgullo de ser francés, y más me ofendería ver a mis amigos heterosexuales marchar clamando su orgullo de ser heterosexuales. ¿Es tan difícil de entender?
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