¿Cuándo nos equivocamos?

publicado el 01 de septiembre de 2008 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

¡Mé-xi-co quie-re paz! ¡Mé-xi-co quie-re paz!, fue coreado por una marcha gigantesca, 40 años y 3 días después de aquella otra, la más imponente de 1968; en el Zócalo se apagaron las luces a las 8:30 en punto, las campanas de la Catedral comenzaron su alegre tañido, las veladoras se encendieron y de cientos de miles surgió: Mexicanos al grito de ¡gueeeerra!, el acero aprestad…: el belicoso Himno Nacional de los mexicanos que aprestan la espada y hacen rugir el cañón. ¿No hemos visto nunca la contradicción?

Queremos paz, pero le cantamos a la guerra; esperamos convivencia pacífica y glorificamos la Revolución en la que A mató a B que mató a C que mató a D. Exigimos respeto a la ley y ponemos en letras de oro los nombres de todos los que no la respetaron. Demandamos aplicación de la ley, pero la llamamos "represión" cuando ocurre. Un pueblo éste que se rige por el lema "no pero sí, sí pero no".

Una marcha blanca y magnífica, ordenada: las joyerías de Madero abiertas, los cafés y tiendas de Juárez también, Reforma bien vigilada porque todos estamos cansados de la ineptitud de nuestras autoridades a la hora de combatir el crimen. ¡Si no pueden, que se vayan!, era otro grito. Está claro que estamos pagando errores acumulados: 70 años de PRI que nos dio estabilidad económica, pero nos obligó a admitir su repudio de toda ley; 200 años de lamentaciones sobre la maldad de Masiosare, ese enemigo siempre al acecho; 200 años de no equivocarnos nunca y siempre resultar burlados por otros. Décadas de jugar con el fuego del paternalismo para los sumisos, y palos para los inconformes. Décadas de PRI haciendo del populismo lastimero su fuente de poder: obreros contenidos con prestaciones y golpes, campesinos tratados como menores de edad y siempre disponibles como carne de mitin y acarreados perpetuos, sindicatos afiliados sin derecho a replicar, burócratas atados en corporaciones. Policías sin salarios justos ni entrenamiento mínimo, extraídos de esa zona neblinosa donde el PRI forma sus bases y obtiene a sus golpeadores. Impunidad como premio a la disciplina partidaria, impunidad a cambio de huestes matraqueras para el mitin del licenciado, impunidad sobreentendida en los acuerdos entre el poder priista y el hampa necesaria.

Comenzamos por tragarnos completa la rueda de molino que la más troglodita extrema derecha propone como explicación de la delincuencia: son los pobres quienes delinquen, aunque justifican sus delitos, como Soyindestructible López. Los criminales poseen tecnología con frecuencia muy superior a la policiaca, armas de última creación, vehículos y medios de comunicación inaccesibles a los investigadores del crimen: mucho dinero. No hemos entendido que en la investigación del crimen un primer aspecto, elemental, es la honestidad, pero no es suficiente sin inteligencia, tecnología, entrenamiento y, en resumen, ciencia.

¿De veras no hemos visto la relación entre nuestra continua disculpa del delito que no nos afecta y el que nos alcanza? Nos hemos perdido el respeto: desde el empujón al cumpleañero obligado a morder el pastel para gozar con hundirle la cara en merengue, los gritos al peatón que estorba el paso de nuestro coche y la música estridente que todos los vecinos están obligados a soportar cuando otro está alegre. El secuestro y la delincuencia son el redondeo de estas cifras, su perfeccionamiento. Donde no hay tolerancia para el bloqueo de calles ni para el vandalismo menor, el crimen encuentra terreno poco propicio. No es irrelevante que la vida cotidiana en Sinaloa sea insoportable con o sin delincuencia mayor, los narcos la empeoran, pero la vida a cargo de los simples y sencillos vecinos es insufrible. Y lo mismo ocurre en amplias zonas de nuestras ciudades.

La cárcel es para reformar al delincuente. Pero quien secuestra y luego se divierte en cortar a su víctima dedo por dedo para enviarlos a la aterrorizada familia y apresurar el pago del rescate, es ya impermeable a toda terapia, a todo aprendizaje de un oficio honesto: se ha convertido en un animal y el proceso es irreversible. La sociedad debe decidir si le aplica cadena perpetua y lo alimenta de por vida o le aplica la simple y llana venganza de la muerte. Para los casos más crueles de secuestro con tortura, mutilación y muerte puede ser más terrible la "pena de vida", porque la de muerte es apenas un instante desde que resulta socialmente inaceptable aplicarla con tortura.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

0 animados a opinar:

 

 

ÍNDICE DEL BLOG

milenio diario

la crónica de hoy

la jornada

revistas

misceláneo

 

etiquetas:


pasaron por aquí


la plantilla de este blog es el "pizarrin" donde, durante sus ratos de ocio, eltemibledani hace sus pininos modificando el xhtml fuente.

páginas vistas

desquehacerados