Soyindestructible o la soberbia ciega
columna: «la calle»
Para declarar "soy indestructible" es necesaria una soberbia a prueba de datos o incómodas realidades. Y quien así se definió como candidato presidencial del PRD en 2006, cada día exhibe que se lo cree con toda seriedad. Primero fueron los gritos a los coordinadores perredistas en Cámara y Senado: Javier González Garza y Carlos Navarrete: "No podemos dejar que Pemex se hunda, Andrés Manuel, se hunde México…", argumentaban preocupados. Y la respuesta de la voz chillona: "¡Pues que se hunda! ¡Salvaremos Pemex cuando yo (Yo) sea Presidente!".
Era difícil creerlo cuando se filtró, pero no hubo desmentido. Luego, meses después, un hábil reportero logró grabar exactamente lo mismo, a través de una ventana, con el añadido: "Pero tú no eres el movimiento, Andrés…", murmurado humildemente por Navarrete, en otras partes tan poderoso, y de nuevo la voz chillona: "¡Sí! ¡El movimiento soy Yo!". Dicho con todo respeto: un caso psiquiátrico el de Andrés Manuel I.
Lo que resulta inconcebible es que un país, con su gobierno federal y sus instituciones, marchen al paso de este tambor de hojalata. Y lo hacen. ¿Cómo lo consigue? Con terquedad de sordo y repeticiones de necio, las mismas, siempre las mismas y sin variar un ápice: he ahí el secreto.
Su exitosa táctica consiste en llevar al extremo el salinista "ni los veo ni los oigo". Los humanos comunes acabamos cayendo en la tentación de responder. Pero a Soyindestructible es inútil ofrecerle argumentos de cómo el fraude no era posible, de cómo nadie ha logrado explicar el mecanismo: el cómo y el cuándo del robo. Nada lo toca: al día siguiente vuelve a denunciar el fraude.
Que no se está poniendo a la venta ni un solo tornillo de Pemex y por lo tanto no hay privatización; que, además, nadie en el mundo quiere comprar Pemex; que el transporte actual, realizado con pipas, lo hacen compañías privadas y que en nada cambiaría el asunto, salvo para mejorar, si esas compañías decidieran no transportan con camiones, sino por ductos, que no son sino pipas conectadas. Tarea inútil: al día siguiente Soyindestructible arremete, una vez más, contra la privatización y rompe lanzas contra los traidores que... bla, bla.
Pongamos en claro la técnica de AMLO que tan buenos resultados le produce: no responde a nada, porque el solo debate lleva a dudar. Es un asunto religioso que la Iglesia católica conoce muy bien: cuando no había otra religión, como en México durante la Colonia y el siglo XIX, no era necesario dar pruebas a los creyentes. Todo era un acto de fe sin preguntas y, por lo mismo, sin respuestas… que pueden ser difíciles o imposibles: "Sí, sí… esto es el cuerpo y la sangre de Cristo; pero entonces, ¿me lo como?". Las dudas paralizan.
Por eso, ya desde que alguien se pregunta si no es muy raro que la virgen de Guadalupe sea una imagen tan enorme si se estampó en el ayate de un indio de 1.50, o si no es raro que el bordado de la túnica no siga los pliegues… el asunto ya va por el resbaladizo desfiladero donde la conclusión final es que las religiones son, todas, un cúmulo de mentiras que necesitan entrar en la mente humana cuando es todavía infantil, por edad natural o psíquica.
Que no haya preguntas para que nadie pida respuestas. Y a AMLO se le hacen preguntas. Pero no las registra. Para él, un puñado de traidores complota para entregar el país a los extranjeros. Que es al contrario, se le responde mil veces: deseamos apoderarnos de capitales extranjeros para que trabajen a nuestro favor y den empleo a mexicanos… No objeta, no discute, no contraargumenta porque sólo pelea contra las sombras que previamente proyecta.
Nada mejor que construir al enemigo que deseamos, hacerle decir lo que nos gustaría que dijera, para luego: plum, paf, pac… acabar con él y levantar en triunfo la cabeza degollada del dragón saqueador de nuestras riquezas. Así gana todos los debates. Pero nadie sabe quién propuso las abominaciones que acaba de desenmascarar. No es necesario: el resultado ante sus discípulos es que, una vez más aplastó la cerviz de la víbora multiforme. Y podemos seguir gritando que el petróleo sí se vende, que para eso es porque no se come. El siguiente mitin elevará un coro patriótico: ¡El petróleo no se vende! ¡El petróleo no se vende! Y veremos lágrimas en algunos ojos. Como las vemos en la Villa de Guadalupe, en la Luz del Mundo, en nuevas iglesias y en todo lugar de peregrinaje. Hosanna en las alturas.
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