Golpismo
columna: «la calle»
Llamamos genocida a cualquiera que declara su intención genocida, aunque no haya matado a nadie o creamos que no podrá hacerlo. Y es golpista quien declara su intención de derrocar al gobierno por medios que no son los institucionales puesto que ya mandó "al diablo" las instituciones, aunque pensemos que no lo va a conseguir. En declaraciones no refutadas por nadie del PRD, la diputada Dolores Padierna dijo que tenían la intención de derrocar al gobierno. Cuando su entrevistador, Pepe Cárdenas, creyó haber oído mal y corrigió: Querrás decir derrotar, ella insistió: No, ya lo derrotamos, ahora lo vamos a derrocar. Eso es golpismo, manifiesto y público.
Que logren derrocar al gobierno es difícil, pero no imposible. Los peleles del Peje tienen los tres poderes bajo asedio: la Presidencia no la reconocen, la Suprema Corte es objeto de insultos y burlas, el Congreso sigue amenazado con nuevas clausuras.
Las vías para un golpe de Estado son muchas y una consiste en impedir el trabajo de un gobierno para luego acusarlo de no trabajar. Ni Chávez ni Evo dieron un golpe de Estado técnicamente hablando. Pero Evo logró tirar un gobierno que sólo quería vender el gas de Bolivia. Una campaña montada en el nacionalismo más pueril logró prender, como está prendiendo aquí la idea de que se privatizará Pemex, lo cual sabe el PRD que es mentira.
Con la exploración realizada por compañías privadas, Cuba ha encontrado el petróleo que no tenía y le entregaba la antigua URSS. Pero no es la participación de capitales lo que busca impedir el amo del PRD, pues él mismo la propuso en su campaña por la Presidencia. Se trata, y está dicho con todas sus letras, de derrocar al gobierno. Para eso siembra mentiras y cosecha dudas, y no hay día que no golpee con una piedra sacada del inconsciente colectivo mexicano, formado por la escuela y sus mitos. Para el último asalto al poder necesita dos elementos: una buena crisis económica y, como diría Lenin, una fracción del Ejército.
La crisis puede ocurrir, ayudada por la falta de reformas que hasta los senadores del PRD saben urgentes, pero a las que se opone López Obrador porque sigue la vieja tesis: "Entre más pior, más mejor". Por eso regaña a sus lacayos cuando le presentan soluciones y los echa a patadas. Y vemos a senadores y diputados del PRD tragando ruedas de molino para cumplir órdenes.
El Ejército ha dado muestras de lealtad a la Presidencia, pero entre su oficialidad está arraigado el nacionalismo barato que ve en los inversionistas un riesgo para la patria. Entre ellos es posible colar las tesis obradoristas de que hay una traición a la patria en marcha y pasa por entregar el petróleo y con él nuestra identidad nacional (por qué petróleo es identidad, quién sabe). La acusación es por "traición a la patria" porque es un llamado al Ejército. Nada menos.
El amo del PRD tiene además, de su lado, al viejo PRI, encabezado por Bartlett, a los derrotados por Salinas cuando se impuso como candidato y como presidente, los que apechugaron mal las reformas salinistas porque eran los tiempos en que no se negaba nada al Presidente. Este viejo PRI, del que es parte López Obrador, viene por la revancha, y con ellos está la fuerza corporativa del PRI, dejada intacta por Fox: su peor error. El corrupto sindicato petrolero entraría a huelga mañana si Deschamps, con su larga cola, sintiera que el PRI puede arrojarlo a los leones.
El jaque al gobierno está a la vista: infringir una y otra vez la ley, amenazar con paralizar el país cerrando aeropuertos y carreteras. No se necesita mucha gente para eso. Pero si el gobierno pretende liberar los cercos debe usar la fuerza pública. Y así queda demostrado lo que deseaban: no puede gobernar el "espurio" si no es con bayonetas. ¡Jaque!
Las adelitas y sus adelos ya traen cananas de a mentiras cruzadas en sus valerosos pechos y "en política, la forma es fondo". Jaime Sánchez Susarrey los llama "protofascistas": es que apenas van cuajando.
¿Es un Hitler? No, no el de 1940, en plena ocupación de Europa y llenando campos de concentración. Eso es mucho para López. Pero sí el de 1930, con sus camisas pardas que eran la irrisión de la gran burguesía alemana. La risa por aquellos payasos ridículos en sus uniformes inventados y sus ceremonias a brazo alzado se congeló en 1933, cuando alcanzaron el poder... con una elección democrática. ¿Pero es que nadie ha visto Los Malditos.
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