La libertad de legislar
columna: «la calle»
Ninguna libertad es absoluta, ni siquiera la de expresión. De acuerdo. Los límites están donde comienza el derecho de un tercero. Pero, ¿la libertad de legislar sí es absoluta? Quienes nos hemos amparado contra las muy recientes modificaciones a la Constitución que prohíben a particulares contratar tiempos en los medios para expresar opiniones sobre partidos y candidatos en campaña, y a todos dar argumentos en contra, estamos defendiendo, en primer lugar, la ingeniería de la Constitución de 1917. Nos amparamos contra la pretensión de que pueda ser alterada en lo esencial.
La pregunta es ¿tienen los legisladores libertad para pergeñar un parche que anula preceptos esenciales de la Constitución y luego responder que nadie se puede amparar contra eso... porque ya lo hicieron parte de la Constitución? Me repito: ¿no podremos decir de Ulises Ruiz lo que le gritan los appos, ni usar argumentos ya publicados contra Mario Marín cuando sean candidatos?
Esto es: impuesta una aberración con los votos necesarios, no queda más que hacer. Pero no elegimos diputados para escribir una nueva Carta Magna. Para eso se llama a un Congreso Constituyente. Y ocurre, como en 1917, cuando hay condiciones para arrojar por la ventana las viejas instituciones y crear nuevas.
Es claro que no estamos en un momento de "mandar al diablo las instituciones", pues quien lo hizo, el Loco López, LoLo en breve, se atiene a ellas siempre que le conviene: sus diputados y senadores tomaron posesión, rindieron protesta y juraron defender ESTA Constitución, la que recibieron, y no declararon inexistente el Congreso de la Unión ni la Suprema Corte de Justicia. En fin: el envío de las instituciones al diablo fue un desplante retórico para consumo de mitin, no un hecho derivado del triunfo armado, como ocurrió en 1917. En aquel Congreso Constituyente no tenía sentido alguno apelar a la legalidad porfiriana, porque se estaba creando precisamente la nueva legalidad, la de la Revolución Mexicana, con mayúsculas de bronce eterno. El Congreso de 1917 no juró defender la Constitución existente, sino al contrario: la destruyó para escribir una nueva sin más límites que los impuestos por cada facción armada.
En resumen: ¿pueden los señores diputados poner en la Constitución lo que les venga en gana? Como les hemos dado el mandato de legislar, ¿pueden, como hacen municipios de Oaxaca, prohibir que las mujeres sean elegidas para cargos de gobierno? ¿Pueden elevar a rango constitucional los abusos y las costumbres que impiden a Eufrosina Cruz, elegida por amplia mayoría, gobernar porque, y sólo porque, es mujer? ¿Pueden los diputados reinstaurar el fuero eclesiástico, derogado desde la Constitución de 1857? ¿Pueden, en sentido ideológico opuesto, declarar ilegal toda propiedad privada y entregar las fábricas a los obreros (al gobierno, en realidad), como en la Rusia de, también, 1917? ¿No deberían, primero, ganarse ese derecho con las armas?
Se pusieron fácil el banquete. El parche contra el que nos amparamos afecta el Artículo 1: la igualdad de todos los habitantes del territorio mexicano porque hay quienes tienen derechos que otros no tenemos. Si pueden afectar lo esencial, con mayor razón lo secundario, como los derechos de asociación y de libre expresión de las ideas, en todos los medios habidos y por haber. Nos dicen que los altos precios coartan ya esa libertad. No es así: no es lo mismo no poder entrar a un restorán por no traer dinero suficiente, que tener la prohibición explícita en la puerta: "Prohibida la entrada a perros y a mexicanos." A mexicanos sin partido o a quien exponga datos negativos de un partido, en el caso de las reformas. En los tiempos del PRI, los problemas sociales se resolvían con "enmiendas constitucionales": que hay hambre, pues fácil: inscribimos en la Constitución el derecho a la alimentación. Pero eso no ha quitado el hambre a nadie como no sean los diputados panzones que celebran su ocurrencia en mesas bien servidas. Hay analfabetismo: se eleva a rango constitucional el "derecho a la educación". San se acabó. Fue la aportación de México al Derecho. Seguimos en los tiempos del PRI porque éste y su hijo obtuso, el PRI-bis o PRD, creen que la desigualdad en las campañas se repara desde la Constitución. "Concesiones": desde la palabreja misma habría que suprimirla de nuestras leyes y conceptos por sus implicaciones paternales y dadivosas.
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