Orejas de burro a la SEP
columna: «la ciencia en la calle»
Remoción de la Corregidora
Un mejor sitio para el discutido monumento a la "mexicanidad", sea eso lo que sea, y con todo su racismo implícito, no es el lugar de la Diana, como plantea la Ociosa Comisión Patriótica, sino el de la Corregidora en la Plaza de Santo Domingo. Las enormes orejotas de burro sobre una pirámide (cuya maqueta vimos en La Jornada), son la exacta descripción del desolador fracaso de nuestra educación pública. Debe por tanto colocarse enfrente de la SEP o, mejor aún, encima, sobre la azotea, como orejas de reprobado. Si como dijo el promotor de ese monumento, se pedirá colaboración ciudadana para pagarlo, ya tiene cien pesos de este redactor. El nacionalismo de plástico, que cree revitalizar con obra plástica lo que no hemos logrado como pueblo, no es nuevo y ha llenado de esperpentos el país, sin que hasta la fecha hayan "salvado al enfermo" ni los Juárez pétreos ni los Cárdenas cabezones. Prueba de ello es el desastre educativo del país, con todo y monumento a la raza, que no se revertirá ni en 50 años. Entraremos al próximo milenio como una nación de burros, reprobados, padres apapachadores de la holganza de sus hijos, demagogia educativa y ridículos intentos de salvar la situación con estatuaria mágica.
Rechazados por la vida
¿El primer presidente de México? Maximiliano (una respuesta en 15), Juárez (dos), Madero (dos). Son respuestas de hombres y mujeres con estudios universitarios concluidos y en cuyas tesis profesionales, para obtener el título de licenciados en psicología se lee: angustiarón, sublimarón, inhibierón, soñarón, porque la SEP les enseñó en la infancia que se acentúan las terminadas en on, y ellos no lograron descubrir en 20 años de escolaridad que, como dijo Perogrullo, se acentúan las que se acentúan y no se acentúan las que no se acentúan (burla que tampoco entendieron al oírla). Por eso, aunque se elimine el examen de admisión, aunque se les regale el título, no conseguirán su ansiado ascenso social, pues el último examen, el de la vida, lo tienen reprobado, y la industria y el comercio hace años que rechazan, merecidamente, a los egresados de nuestras universidades públicas.
Los defensores
Si uno desea una contadora no la contratará donde hay pase automático y hasta La Jornada examina a sus solicitantes; tras pedir el título de secretaria, luego exige una demostración ante una máquina de escribir. Si la persona solicitante desayunaba bien o mal, si tenía tiempo para practicar la máquina de escribir o no lo tenía porque trabajaba para sostener a su madre anciana y estudiaba a dos horas de camiones atestados, no entra en la evaluación (creo), pero quizá acabo de dar, ¡ay!, una buena idea al sindicato. Los defensores a ultranza de todo reprobado ejercen un pobrismo de moda, pero ¿se pondrían en las manos de estas psicólogas y psicólogos? ¿Les llevarían a su hijo? ¿Se dejarían operar por médicos que en su carrera obtuvieron puntos compasivos extra por no desayunar?
Ampliar la matrícula
Los médicos egresados de la Universidad de Guadalajara, a quienes se les mueren por descuido los niños en el Hospital Civil, cometen tales faltas de ortografía y escriben tales disparates sintácticos que lo único extraño es que no se les mueran más. Con ortografía no se cura, dirán los defensores de toda holganza en cartas a este diario. Tales profesionistas prueban el derrumbe de nuestro sistema educativo y el error populista de abrir indiscriminadamente la matrícula en los años 70. Hubo entonces una demanda social legítima; pero responderla requería de no solamente construir escuelas, que es fácil, sino proveerlas de maestros adecuados, meta que exige años de preparación.
Como los demandantes exigían respuesta inmediata, el gobierno, cínicamente, demagógicamente, la dio: Echeverría y sucesores levantaron paredes, que no escuelas; la izquierda impulsó una deformación ideológica en donde "tomó el poder", es decir en las universidades públicas, y el "marco teórico" en los estudios, con numerosas citas de Lenin y Marx, valía la calificación, aunque el estudio mismo fuera basura. Así fue como se engañó a una generación entera.
Un caso real
En la UNAM pocas facultades sufrieron esta explosión demográfica más que psicología, no por un súbito amor a Freud, sino porque parecía una carrera fácil. Los estudiantes de segundo semestre le dieron clases a los de primero, leyendo simultáneamente el mismo libro "maestro" y alumnos. Resultado: un psicólogo de la UNAM es rechazado de todos los empleos. Yo mismo recuerdo con vergüenza mis primeros meses de maestro. Sacado de la investigación para dar clases a las multitudes que nadie esperaba, di cursos cuyo título no existía cuando yo era estudiante y cuyo contenido desentrañaba la noche anterior, preparando un acordeón. Una noche se fue la luz y enmudecí como si me hubieran apagado... no podía ver mis notas. Y ya es algo decir que llevaba notas. No era lo más común. En un año de echar a perder alumnos, me transformé en un buen maestro. Multiplique Ud. ese caso por varios miles en todas las universidades públicas, en las secundarias y primarias. Obtendrá los datos del caos y el fracaso de la educación en México.
Salomón, la Diana y Juana
Esta columna intenta mediar ante la Comisión de Monumentos Homeopáticos con una propuesta absolutamente salomónica: No cambien ustedes la Diana de lugar, pues costó cinco millones de pesos ponerla allí y al 98 por ciento de los capitalinos allí nos gusta, dice la encuesta recién publicada; cámbienle el nombre y llámenla sor-Juana-lanzando-a-Apolo-Tonatiú-las-flechas-de-su-elevada-poesía.
Quizá sólo hará falta añadir un marmóreo hábito jerónimo echado sobre la piedra donde apoya la rodilla, y el famoso medallón, de bronce, colgando sobre el agua de la fuente, para simbolizar que: a) el estado laico exalta a la mujer, no a la monja, b) que la poetisa se enfrenta desnuda al acto creativo, o c) más llanamente, que sor Juana también se bañaba.
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