Misión a Marte
columna: «la ciencia en la calle»
Los Viking
Hace 20 años, en los años 70, las sondas Viking analizaron el suelo del planeta Marte por medio de pequeños laboratorios automatizados que tomaron muestras del suelo y fotografías del terreno. Pudimos ver entonces el suelo de Marte como vemos el de nuestro planeta: las piedras que caben en la mano, el polvo que podría mostrar huellas de pisadas, el horizonte donde podrían verse las más pequeñas construcciones. Pero las ondas de radio trajeron a Ray Bradbury la más triste noticia que podía haber recibido: sus marcianos no existían. Ni siquiera como microorganismos en el suelo, o ... una "o" llena de salvedades, esos microorganismos, de existir, debían estar constituidos de forma radicalmente distinta a los terrestres. O bien, ¿por qué no?, encontrarse en otras regiones del planeta. Si es verdad que en la Tierra no encontramos mueble sin polvo, ni polvo sin microbios y basta una ligera exposición al aire para que un instrumentos esterilizado se contamine con toda suerte de agentes infecciosos, en Marte es posible que la vida sea no inexistente, sino escasa, y no ocupe, como aquí, el planeta entero.
La terca esperanza
Veinte años después de los Vikingos, un robot aterrizará en Marte dentro de un año, en el mes de julio más precisamente, hará estudios y enviará imágenes a la Tierra. Será lanzado el próximo mes de diciembre. El nombre de la misión espacial que costará solamente 250 millones de dólares, es una de esas espléndidas condensaciones que el inglés puede expresar con nitidez intraducible: Mars Pathfinder. ¿Localizador del camino a Marte? Horrible.
"Después de dos años y medio de sopesar consideraciones de interés científico y de seguridad, los científicos del proyecto Pathfinder eligieron un lugar para el aterrizaje", relata Richard Kerr en Science 272, p.347. Fue una elección un tanto a ciegas porque, dice Matthew Golombeck, cabeza del proceso de selección: "Simplemente no tenemos ninguna información directa acerca de cómo se ve el sitio en una escala de metros, que es en lo que estás interesado para aterrizar".
El Valle de Ares
El lugar elegido, empleando principalmente datos proporcionados por los Viking, es una zona llamada Ares Vallis, que significa Valle de Ares o Valle de Marte, si ustedes recuerdan que el Ares griego es el Marte romano. El valle fue excavado, hace miles de millones de años por una poderosa corriente. De ahí que se infiera que es una planicie llana, lo cual no significa que el robot no pueda caer en una pendiente del terreno o en una roca grande, lo cual desgarraría las bolsas de aire diseñadas para suavizar la caída, e imposibilitaría la toma de muestras de terreno planeada. Así se perdería la misión entera, señalan los científicos. Op.cit. De ser así se afectarían otras misiones planeadas para después, entre ellas la principal, en 2005, que traería muestras de Marte a la Tierra.
Para elegir la zona se tomaron en cuenta, entre otros elementos, que fuera una región baja, para que el paracaídas detenga apropiadamente la caída al encontrar una atmósfera suficientemente espesa, y que se encontrara en una latitud donde el Sol fuera lo bastante intenso para generar la electricidad necesaria.
El color de las rocas
Para determinar la composición del terreno marciano, el equipo de Golombek se guía por algunas pistas indirectas. Por ejemplo, observa los cambios de color que indican cambios de temperatura. Las rocas, todos lo sabemos, queman los pies desnudos más que la tierra, así que la rapidez con la que la superficie de Marte se calienta al amanecer o se enfría al anochecer depende de cuánto la superficie está cubierta por rocas o por polvo. Una capa de polvo suelto se enfría y se calienta rápido; las rocas son más lentas: mantienen el calor largo después de que el Sol se ha metido, según comprobamos en la playa, y siguen frías después del amanecer.
Contradicción con el radar
Pero una superficie excesivamente suave traía otro problema: Pathfinder llevará un altímetro para inflar las bolsas de aire y encender los retrocohetes en el momento preciso; ese altímetro funciona con un radar, así que si las señales del radar no encontraran una superficie lo bastante sólida para rebotar, sino de polvo que absorbiera las señales de radar, Pathfinder no sabría cuándo prepararse a aterrizar. Con todos esos elementos se fueron desechando los puntos inicialmente escogidos en Marte, hasta que sólo quedó Ares Vallis. Una ventaja adicional de ese punto es que, por ser el producto de una gigantesca inundación, podría ser un verdadero muestrario de otros terrenos marcianos arrastrados desde terrenos más altos.
Un modelo terrestre
Kari Magee, de The Planetary Society, expone en The Planetary Report XVI,2, el modelo terrestre por el cual se puede estudiar el Valle de Ares. En el estado de Washington hay un terreno que es producto también de una gigantesca inundación. Hace 15 mil años, el río Clark Fork fue represado por una saliente de los campos de hielo de la Columbia Británica. "El río atrapado se infló hasta tremendas proporciones, inundando valles tributarios hacia el este y formando uno de los lagos más profundos alguna vez conocidos" op.cit. Esta presa, el Lago Glacial Missoula, cubrió ocho mil kilómetros cuadrados y tuvo la mitad del volumen que el actual lago Michigan. Un día el hielo saltó y las aguas corrieron a 100 kilómetros por hora, secando el lago Missoula en 48 horas. Así se produjo el terreno que todavía muestra arañazos de 11 metros de alto y tres kilómetros de largo. Un buen modelo de las fuerzas que pudieron producir en Marte el Valle Ares y, por lo tanto, el lugar al que más de 60 científicos planetarios llegaron recientemente para aprender lo que esas estructuras podrían enseñarles acerca del Ares Vallis y de lo que podría encontrar la misión Pathfinder.
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