Planetas fallidos
columna: «la ciencia en la calle»
Otros mundos
Desde la antigüedad clásica, y por simple intuición, los astrónomos y filósofos plantearon la existencia de otros mundos. Era un rasgo de simple sensatez ante el espectáculo de la noche poblada por miles de estrellas. Nada le ocurrió a Epicuro, trescientos años antes de Cristo, por plantear esa afirmación. Pero en pleno Renacimiento, Giordano Bruno fue llevado a la hoguera, con la lengua aplastada entre una prensa, y quemado vivo en la plaza llamada Campo dei Fiori, en el centro de Roma. Bruno sostenía que a la omnipotencia divina se conformaba mejor un universo donde hubiera un infinito de mundos y de humanidades. La Inquisición, en cambio, opinó que por no encontrar apoyo en el Génesis, tal supuesto era una herejía. Hoy se levanta una estatua en donde estuvo la hoguera.
El problema teológico
La herejía de Bruno y quienes plantearan la existencia de otros mundos traía consigo un inmediato problema teológico: Si había otros mundos a semejanza del nuestro, ¿sus primeros habitantes habían pecado? De ser así, ¿Cristo había muerto también por ellos o debía nacer y morir en cada uno de esos mundos? El problema de la redención de unos recién llegados ya se había planteado a los europeos del siglo XVI al respecto de los pueblos americanos, y había quedado resuelto salomónicamente: Cristo había muerto también por esos pueblos y por todos los que en el futuro fuesen descubiertos en este planeta. Pero nada se podía afirmar de la acción limpiadora de la sangre de Cristo en otros mundos.
Planetas recién descubiertos
En los últimos dos años han abundado los sistemas planetarios descubiertos. Uno en la constelación de Virgo en torno de un pulsar, otros tres girando alrededor de estrellas semejantes a nuestro Sol, una en Pegaso, otra en la Osa Mayor y otra más también en Virgo.
Ninguno ha sido observado debido a que la enorme distancia y la propia luz de la estrella hacen prácticamente imposible distinguir la tenue luz reflejada por unos de estos planetas. Esta sección ha dado cuenta ya en dos ocasiones del método por el que fueron descubiertos... o quizá, dicho más modestamente, fueron planteados como buenas hipótesis. Esas masas planetarias permitirían explicar un hecho extraño: el bamboleo de algunas estrellas. Así como el lanzador de bala, al hacer girar sobre su cabeza el gran peso metálico unido a una cadena es movido de su centro por la propia bala giratoria, así las estrellas se bambolean cuando una masa gira en torno de ellas.
Puede así plantearse, aun sin observar el planeta mismo, que el movimiento de la estrella demuestra la existencia de tal objeto gravitando en su cercanía y, midiendo detalladamente ese balanceo de la estrella se descubre el tamaño y la distancia a la que debe estar el planeta para producir tal acción. Es mecánica clásica.
Barnard, el precursor
Pero no fue en 1994 cuando un astrónomo vio por primer vez una estrella bambolearse. En 1916, Edward Barnard revisaba unas placas tomadas a nuestra galaxia, la Vía Láctea, en la región de la constelación Ofiuco, una de ellas tomada 22 años antes, en 1894, cuando observó que una pequeña estrella parecía haberse movido una distancia mucho más grande que la esperable. Se la conoce desde entonces como la Estrella de Barnard. Casi 50 años después, Peter van de Kamp propuso que los extraños movimientos de la Estrella de Barnard se debían a que era bamboleada por dos planetas. Sin embargo, posteriores intentos de confirmación del bamboleo realizados por otros astrónomos, fallaron y no se confirmó la hipótesis, afirman David Black y Eugene Levy en The Sciences mayo/junio de 1989.
Otras estrellas inquietas
Hace ocho años, un grupo canadiense de la Universidad Victoria, dirigido por Bruce Campbell, reportó que la estrella gama de Cefeo mostraba fluctuaciones que podían deberse a un planeta. Recordemos que las estrellas en las constelaciones reciben letras griegas en orden a su brillo. Así la estrella alfa es la más brillante, por lo tanto gama es la tercera en brillo de Cefeo. Una vez agotado el alfabeto, se pone a las restantes un número creciente. Otros astrónomos han sugerido la misma explicación planetaria para diversos tipos de fluctuación observados en otras estrellas, entre ellos David Latham, del Observatorio Astrofísico Smithsoniano y Dana Backman, del Kitt Peak de Tucson, quien sugirió planetas para las estrellas Fomalhaut, Vega y Beta Pictoris. Op.cit.
Cien años de Barnard
Han pasado ocho años desde entonces y no sabemos de corroboración alguna para esa hipótesis. En cambio, es casi una certeza que existen planetas en torno de las estrellas mencionadas al principio y, curiosamente, en 1994, cuando se descubrió al pulsar bamboleado y los cálculos establecieron que debían ser tres los planetas que explicaran ese movimiento, se cumplían 100 años de que, en 1894, Barnard había tomado la primera placa de Ofiuco que luego, en 1916, le serviría de referencia para notar el movimiento de la estrella que hoy lleva su nombre y que, también, fue una buena candidata para comprobar que Giordano Bruno había tenido razón.
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