Los que aquí seguimos
columna: «la calle»
El 19 de septiembre del 85 no perdí a nadie conocido, ni en el gran terremoto del DF ni en el regular de Guadalajara. Pero en estos 20 años me he llenado de muertos: todos los amigos que hice en una larga estancia extranjera y muchas cortas, casi todos los festivos conocidos en la disco entonces de moda en el DF (allá vivía), donde sudábamos bajo un techo de gallinero y foquitos de árbol navideño, vodka adulterado y salidas a las siete de la mañana, con la depresión del sol y los camiones circulando.
Unos muy jóvenes, otros menos. La lista es larga y no quiero olvidar a nadie, hay muchos que fueron simples rostros, otro fue sobacos; el cáncer de Pepe, luego el de Pablo, el sida de todos, la lejanía de otros, los que ahora creen que no hubo mejor proyecto de nación que aquel del PRI hasta el 82 y a eso se aferran, y hasta lo llaman nuevo, sin saber que no será lo peor que vuelva el PRI, sino que vuelva el más viejo PRI, ése que domina al PRD.
Pero no me refiero a ellos, sino a los que en verdad se fueron, que me han dejado solo, e incluyen hasta al chaparrito Brad Davis, el de Expresso de medianoche y Querelle. Cuando los repaso me preguntó qué hago yo aquí. No es gran cosa: leo un libro maravilloso que ya debe estar en español. Looking for Spinoza, de Antonio Damasio (nota de ayer), cuyos trabajos sobre el cerebro encuentro hace años en revistas y ahora explica cómo es que el cuerpo produce la mente y eso lo había intuido Spinoza en el siglo XVII; traduzco algunos griegos: "Dicen de mí los marineros con quienes vivía que soy pedregoso canalla pervertido y en griego suena mucho mejor: Lene ya mena i naftikí pu ezísame mazí pos íme kakotrájalos tomáris diestroménos..." A Eftaliotis, que concluye así su "Canción de la taberna": Coge fuego y quémame y junto con mis cenizas, mar adentro dispersa mis rencores para que no te encuentre mi pena, mañosa mía epirense; pregunté y me dijeron que amas a otro. Pero no es gran cosa. Otros lo hace mejor. Cómo pasan rápido 20 años.
* * *
El presidente Fox es la prueba fehaciente de que, para gobernar un país tan complejo como es México, no basta con ser una buena persona (parece que lo es), ni tener buenas intenciones (de seguro las tuvo), ni ser honesto, ni siquiera tener un programa de gobierno (lo tuvo). Todo es necesario, pero no suficiente. Además se debe tener mando, prioridades en el programa, valentía para afrontar la impopularidad de algunas prioridades, habilidad con la oposición (para atraerla en primer término, o ganarle los conflictos)... No sé, eso que infunde respeto.
La mejor táctica con la oposición es la elaborada por siglos de astucia femenina para hacer creer al marido que está tomando una decisión libremente, y no es otra sino la deseada por la esposa. Pero no aprendieron de Marta. Fox, y en Gobernación Santiago Creel, han hecho todo para convencer a los diversos opositores de que los debates se resuelven con violencia: el desastre comenzó con la alfombra roja para la tranquila marcha por el país de un grupo guerrillero que no ha retirado su primera declaración de guerra, donde se propone la instalación de un gobierno por la fuerza de las armas. A cambio, Fox no recibió ni siquiera el trato de Presidente, como sin duda lo es por el voto incuestionable de la ciudadanía, sino un despectivo "el Fox"; luego los machetes de Atenco, el Canal 40 invadido con impunidad, el papelón de comprometer al Congreso en el desafuero de un gobernante, lograrlo, y luego entregar la cabeza... del procurador.
Tuvimos también las llamadas de Martí Batres, desde las oficinas del gobierno capitalino, instruyendo a los diputados perredistas para tomar por asalto la tribuna de la Cámara de Diputados: uno de los poderes de la Unión paralizado por un empleado municipal. Son unos cuantos ejemplos. Dos policías quemados vivos y el culpable por omisión quiere ser jefe de Gobierno. Un país sin ley. E inmóvil: El pago de pensiones a los burócratas que pueden jubilarse en su precoz cuarentena, en dos presidencias más se llevará todo el presupuesto. La reforma es forzosa, aunque será necesariamente impopular. Las encuestas lo dirían.
Pero la gente común, al responder encuestas, no tenemos la visión de panorama que distingue al estadista. No vemos el derrumbe posible, sino el que ya se nos vino encima. Si los gobernantes viven también al día, pendientes de su popularidad, los desastres sociales los arrasan.
En Nueva Orleans se conocía, de tres años atrás, el reporte sobre la gravedad de un huracán: el descuido de los diques que detienen al mar, al río y al lago; la falta de salidas para la población, las carreteras que se inundarían... todo. Sólo faltaba el cuándo. Pero reforzar diques, como mejorar el drenaje del DF para que la ciudad no se inunde, es obra que no se ve, no reditúa en puntos de popularidad. Da puntos lo grandote, aunque sea inútil y ya esté mostrando su nula planeación.
Creo que nadie desea otro Presidente que, buscando quedar bien con todos, quede como el cohetero. De dos precandidatos ya sabemos lo que harán: Creel y López Obrador, porque ya lo hicieron desde sus respectivos puestos. ¿Queremos un país que da limosnas a los más necesitados o uno con abundante empleo? ¿Aplicación de la ley o no? ¿Uno que siga comprando el gas que extraen los tejanos de la misma cuenca que se extiende bajo Tamaulipas o uno que permita invertir en todo, absolutamente en todo? Un país más soberano porque es más rico.
Perdonen ustedes
Ya lo dije por carta, pero lo quiero repetir. No tengo justificación. El lunes pasado dije que el IFE destinó a los partidos políticos más de 4 mil millones (dato de 2003 en la página oficial) y la tormenta solar que afectó telecomunicaciones me pegó los platinos en los "mil millones", así que luego transformé los casi 500 millones que el PSN recibió en tres años, en 500 mil millones. Como decir que alguien con 4 pesos reparte 500 a quien menos le da. Pero eso no cambia el argumento esencial: sólo la droga deja 500 millones en tres años, o un partido político mexicano bajo la actual legislación.
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