Los hobbits de Flores cocinaban
columna: «se descubrió que...»
El fósil de una hembra tan diminuta que se le apodó la Hobbit (por El señor de los anillos) podría pertenecer a una rama de nuestro árbol genealógico todavía existente hace apenas 18 mil años. Desenterrado en 2003 por arqueólogos australianos e indonesios, el cráneo es de un pequeño homínido, con un cerebro no mayor al de un mono actual o el mismo contenido cerebral que el Australopithecus afarensis, uno de nuestros ancestros africanos de hace tres millones de años.
Descubierto en la isla de Flores, Indonesia, sudeste de Asia, de donde toma su nombre técnico, Homo floresiensis, posee un contenido craneal poco superior a los 400 centímetros cúbicos, un tercio del humano moderno, pero aún así dominaba el fuego, cazaba animales grandes, como el stegodonte (elefante pequeño ya desaparecido), los destazaba con cuchillos de pedernal y cocinaba su carne, según demuestran los huesos chamuscados. Ha producido revuelo porque estas actividades son típicamente humanas, pero no la talla ni el peso cerebral. Es pues, un humano diminuto del que nada sabíamos, una nueva especie de Homo que tuvo los medios tecnológicos para cruzar el mar y llegar a la isla de Flores.
Comparado con eslabones de nuestra evolución, el Homo erectus y el todavía más antiguo Australopithecus africanus, al que se asemeja en talla y capacidad craneana, el hombre de Flores muestra un asombroso desarrollo cerebral en los lóbulos temporales y frontales, los cuales se asocian a altas capacidades cognitivas. Es humano.
El artículo, cuyo autor principal es Dean Falk, de la Florida State University, se adelanta en Science Express. "El descubrimiento de esta especie, al parecer humana, ha trastornado el campo de la antropología", dice Falk. Replantea también los diversos caminos que pudo seguir la evolución humana.
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Edad del Homo sapiens
Nuestra especie podría tener casi 200 mil años. El Homo sapiens, nieto del H. erectus y del H. habilis es más antiguo que lo antes calculado. Las nuevas fechas las proporcionan dos cráneos parciales encontrados en 1967 cerca de rocas volcánicas, por el río Omo en Etiopía, África. Ambos cráneos fueron desenterrados por el famosísimo Richard Leakey y sus colegas. La datación estimó unos 130 mil años de antigüedad. Pero los métodos usados entonces eran inciertos. Ahora un equipo del geocronologista Ian McDougall, de la Universidad Nacional de Australia, en Canberra, dató los depósitos volcánicos sobre los que estaban directamente los cráneos. El reporte aparece en Nature.
La nueva fecha para nuestro origen coincide con estudios genéticos, los cuales estiman que nuestros más primitivos ancestros directos vivieron hace unos 195 mil años.
Paul Renne, del Laboratorio de Geocronología de Berkeley, California, encontró fósiles de homínidos, nuestros abuelos, en otra parte de Etiopía, que sólo tienen 160 mil años, esto es, contemporáneos de los primeros humanos. El hecho no es contradictorio, como parece: significa sencillamente que la evolución dejó –caminos ciegos-, grupos de homínidos que no tuvieron presiones evolutivas en ciertas regiones y permanecieron sin cambio, mientras otras ramas de la misma especie evolucionaban hacia los primeros humanos modernos.
Evolución del oído
Todos los mamíferos vivientes, y el humano es uno, tienen un oído característico que contiene tres huesitos: martillo, yunque y estribo; éstos transforman los sonidos en señales nerviosas. Otro rasgo común es que todos poseemos un solo hueso para formar la mandíbula, sea de león, delfín, ballena o humano. Estas estructuras evolucionaron a partir de cuatro o más huesos que conformaban la mandíbula de nuestros ancestros reptiles en el Mesozoico.
Se pensaba que esta evolución había ocurrido en un ancestro común a los monotremas (los raros mamíferos que ponen huevos, como el ornitorrinco), a los marsupiales (los mamíferos que concluyen su gestación dentro de una bolsa externa, como el canguro) y a los placentarios (los que nos formamos dentro de una bolsa interna, la placenta, como humanos, perros, ratas, etc.) Evolutivamente, el oído vendría del ancestro común a esos tres órdenes.
Pero, las investigaciones de Thomas Rich, de la Monash University en Australia, y colaboradores, exigen reacomodos en nuestro árbol genealógico, pues muestran que el oído del primer monotrema conocido, que vivió a principios del Cretáceo, tiene sólo un hueso, con lo cual tenemos un hermoso ejemplo de convergencia evolutiva, esto es, cuando, por diversas vías, la evolución fabrica órganos similares. "El oído medio definitivo de los mamíferos evolucionó de manera independiente en los actuales monotremas, marsupiales y placentarios".
Science, 11 de febrero, pp. 811, 861-62 y 910 (dos notas y reporte original).
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