Flojera helénica
columna: «la calle»
Hay temas que dan flojera: volver a explicarle a la derecha que Darwin nunca dijo que venimos de los changos actuales; que la homosexualidad no se contagia ni se enseña ni se aprende; que la pornografía es asunto personal y privado, que la censura afecta derechos elementales de los adultos. Pero también a eso que llaman "izquierda" hay que volver a explicarle verdaderas trivialidades. Como a los que no quieren Sanborns en Coyoacan (vaya usted a saber por qué), ni hamburguesas en Oaxaca (igual interrogación). Y ahora tampoco quieren un supermercado a tres kilómetros de Teotihuacan.
Así pues, intelectuales mexicanos se oponen a la construcción de un supermercado en el pueblo de Teotihuacan. No en el sitio arqueológico, plagado de ambulantes, sino en el pueblo. Es difícil imaginar algo más ocioso. Uno de los barrios más movidos de Atenas, donde está el cibercafé donde ahora escribo esto, sube hasta el pie mismo del Partenón sacrosanto. Plaka, llena de callejuelas en escalinata, tavernas, discos, bares, antros, tiendas de chucherías, abarrotes, verdulerías y supermercados. Las últimas casas se recargan en la muralla levantada para consolidar las paredes del cerro y servir, a la vez, de fuertes durante las continuas guerras. Y eso que el Partenón es nada menos que el modelo sobre el que la arquitectura occidental se desarrolló: los romanos vinieron a Atenas para aprender los órdenes clásicos, las proporciones debidas, la mesura, el equilibrio. Dos mil años después, el Renacimiento no se explica sin los viajeros que caían por estas tierras, entonces turcas, y tomaban apuntes, bosquejos, notas. En el siglo XV Europa volvió a buscar sus raíces mediterráneas y tomó por modelo la Acrópolis de Atenas. En el mismo siglo, Europa se extendió por un mundo entonces desconocido, que llamamos América, y llevó, con la cruz y la espada, las proporciones aprendidas en Atenas, en la paz misteriosa que surge de llevar las matemáticas al mármol. Los intelectuales griegos nunca han clamado al Olimpo por ese desacato. Es más: Atenas depende, en buena parte, de ese enorme comercio al pie de la Acrópolis.
Teotihuacan es un nombre inventado por los aztecas para designar unas ruinas —que descubrieron ya abandonadas— y engañar a quien se dejara pretendiendo que ellos descendían de sus constructores; ellos, que en pleno 1300 de nuestra era, con Florencia y Venecia construidas, Atenas y Roma destruidas varias veces, todavía eran cazadores-recolectores: la etapa que los chinos habían abandonado diez mil años antes. Lo cierto es que del pueblo teotihuacano sabemos muy poco y entre eso poco hay detalles escalofriantes y horrendos. Es ciertamente un lugar grandioso, pero ninguna de las muchas piedritas —todas posibles de levantar con una mano— que forman la gran Pirámide del Sol pesa ni una centésima parte del más pequeño de los cilindros de mármol que se ajustan exactamente en las columnas del Partenón.
Los atenienses iban al mercado (al ágora), que ya desde entonces invadía los pies de la ciudadela sagrada, a comprar cebollas, pan y aceite; pero también a chismear, a murmurar de los políticos, a discutir, con la canasta por un lado, las últimas tonterías de su jefe de gobierno en turno, y si lo destituían o no. Hoy hacen lo mismo, y en el mismo lugar: van a Plaka a comer, beber y discutir. Quien desee comerse una hamburguesa MacDonald’s puede hacerlo, y el que no, pos no, como dijo el alcalde de Lagos. Hay pescados deliciosos, preparados simplemente sta cárbuna (a las brasas), como la o el lithrini, que según me informa el mesero, es el único animal del mundo entero que cambia de sexo. No le digo que hay muchos otros porque el tema es largo y complejo. La sipura es otra maravilla marina de sabor delicado y color azul plateado. Hay también simples suvlakia (plural de suvlaki) y, claro está, hamburguesas para los mochileros que no se pueden pagar una cena y que siguen llegando, atraidos por un octubre de clima insólitamente benigno. Mm... siempre que he venido en octubre el clima ha sido bueno y el comentario que es "un clima insólito para este mes". Así es siempre dondequiera: la gente no se cree las buenas noticias, ni siquiera se cree el buen clima y afirma, cada otoño, que "nunca es así".
La gran desgracia de la arquitectura americana es que, quizá con la excepción maya, es un arte de paisaje, de hacer terrazas. Montealbán es eso: bellas terrazas para admirar el valle. También Teotihuacan son terrazas. Los interiores se limitan a pasadizos y en eso los mayas no fueron excepción, pues tampoco produjeron interiores. La ciudad de los dioses sigue siendo un grupo de cerros remodelados. Eso no es ni bueno ni malo. Solamente es. Pero da cuenta de que los constructores no habían alcanzado la etapa de la arquitectura egipcia, anterior en tres mil años a Teotihuacan, pero ya plena de interiores magníficos. La gran, la enorme diferencia entre las pirámides egipcias y las americanas, incluídas las mexicanas, no es tanto los milenios que las separan, sino la técnica todavía impresionante de las primeras. En Egipto las pirámides se levantan de la arena y están conformadas por bloques de granito maciso que requieren precisión asombrosa en su corte y métodos de transporte que todavía se analizan. En México las pirámides son cerros rebanados y por ninguna parte se ve gran tecnología de corte, pues son piedras en su "estado natural", ni mucho menos de transporte: un solo esclavo podía cargar una canasta llena a la espalda.
Eso no les quita belleza. Pero debería llevarnos a bajarle un poquitín a la crema de los tacos: no tenemos nada que se asemeje a Luxor ni a la gran pirámide. Ninguna cultura americana realizó la proeza de transportar granito desde canteras lejanas. Los atenienses llevaron mármol de Paros, una isla lejana para los barcos de la época, porque su calidad translúcida, su grano cerrado y su veta son inmejorables. Se dirá que los pueblos americanos no tenían hierro para trabajar el granito o el mármol. Esa es, en todo caso, la explicación de un primer nivel; aunque se vuelve circular: ¿y por qué no tenían hierro? Porque estaban en la edad de piedra es otra explicación circular: ¿y por qué? El hecho simple y llano es que construyeron con piedras transportables por cualquiera y las pegaron a cerros emparejados. Por entonces, la cúpula de Santa Sofía, en Constantinopla, ya asombraba a la humanidad. Y junto a ese portento hay hasta hamams, no digamos fritangas y supermercados.
Dan grima y bostezo los temas que suscitan debates en México: si la autoridad debe o no cumplir la ley y ya; si un particular puede producir electricidad (cuando fueron particulares quienes inventaron las máquinas para producirla); si un diputado con licencia tiene todavía fuero o lo perdió al obtener la licencia, y otros semejantes a los que entretenían a la corte de Bizancio... mientras los turcos avanzaban y desmoronaban lentemente el imperio.
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