De Max Weber para Fox

publicado el 03 de marzo de 2003 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

En el invierno de 1919, con Alemania vencida, hambrienta y helada, Max Weber (Maks Vebber) dictó una conferencia que sería vital para el gobierno de Vicente Fox, como se comprobaría en 2001. Pero la tardanza del mensajero, que aún no llega, obliga a entresacar los párrafos necesarios para que el gobierno del cambio llegue a buen puerto, como era la intención del ensayista que tanta influencia ejerció en las ciencias sociales. Van, pues, las admirables recomendaciones, sutiles informes y discretos hallazgos que el genio prusiano envió a don Vicente por pésimo sistema de correos. Un angelos (mensajero en griego) los encontró perdidos bajo el título de "La política como vocación." A saber:

1. Aunque las acepciones del término "política" son numerosas, por política entenderemos solamente la dirección o la influencia sobre la trayectoria de una entidad política, aplicable en nuestro tiempo al Estado.

2. Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia física legítima. Lo distintivo de nuestro tiempo es que a todas las demás asociaciones e individuos sólo se les concede el derecho a la violencia física en la medida en que el Estado lo permite.

El notable paréntesis "reclama (con éxito) para sí el monopolio de la violencia" es del propio Weber. El subrayado al final del párrafo, no. Esto es, no basta con reclamar para sí la violencia legítima: la policía, la PFP, los granaderos con sus gases, los tanques que lanzan chorros de agua a presión contra manifestantes que se exceden y, por ejemplo, comienzan a destrozar vidrieras y pintarrajear paredes; sino que, para ser un Estado verdadero y no virtual, debe tener éxito en monopolizar y aplicar la fuerza legítima cuando es necesario. Sin el paréntesis (con éxito) el Estado no es tal. Como no lo es en Chiapas, un estado sin Estado.

3. Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder "por el poder", para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere.

Sin comentarios.

4. El Estado, como todas las asociaciones o entidades políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres [modernizando la expresión: de hombres y mujeres sobre hombres y mujeres, y también sobre perros, gatos, burros, caballos, vacas, toros y cuanto animal doméstico o no es objeto de la ley], dominación que se sostiene por medio de la violencia legítima. Para subsistir, el Estado necesita, por tanto, que los dominados acaten la autoridad. ¿Sobre qué motivos internos y nexos externos se apoya este acatamiento de la autoridad por la ciudadanía?

Hay en principio y para empezar, sigue Weber, tres tipos de justificaciones para fundamentar la legitimidad del Estado y su dominación: la costumbre consagrada [ahora diríamos "los usos y costumbres"], como era el caso de la dominación ejercida por los patriarcas y príncipes antiguos.

En segundo término viene la legitimación de la autoridad por la gracia, el carisma personal, como la detentaron los profetas, los jefes guerreros elegidos o los grandes demagogos.

Tenemos por último la legitimidad del Estado basada en la legalidad, en la aceptación, por la ciudadanía, de la validez de preceptos y normas racionalmente creadas.

5. Hoy nos interesa sobre todo aquí el segundo de estos términos: la dominación producida por la entrega de los sometidos al carisma puramente personal del caudillo. Cuando los ciudadanos no le prestan obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal, sino porque creen en él, y él mismo, si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso (sic), "vive para su obra" [comillas de Weber]. Los cuadros administrativos del Estado se guían por la retribución personal y el honor social. Este séquito recibe el monopolio de los cargos y las satisfacciones de la vanidad.

6. ¿Qué resultados trae la actual atribución de todos los cargos al séquito del candidato triunfador? Significa, sencillamente, que se enfrentarán entre sí partidos sin convicciones, meros grupos de cazadores de cargos, con programas mutables, elaborados para cada elección, sin más objetivo que una posible conquista de votos.

¿No es magnífica la descripción, en 1919, de los tironeos entre partidos mexicanos que, para decidir sobre las urgentes reformas administrativa, fiscal, energética, educativa, sólo ven cuántos votos ganarán o perderán, mientras el país se hunde ante la competencia mundial por mercados y capitales?

¿Hay una pareja presidencial?

Hay quienes "quisieran ver caer a la pareja presidencial", dijo el presidente Fox. Y así nos enteramos los mexicanos (y mexicanas) de que elegimos una pareja presidencial y no a un presidente. El Presidente puede amar mucho a su esposa, en Holanda una alta autoridad la pudo llamar "señora presidenta" al saludarla mientras la veía llegar tarde. Pero ni el amor ni los errores en el protocolo nos dan una pareja presidencial, así como España no se convierte en república porque, primero Jeb Bush, hermano de George W., y luego nuestro inefable canciller Derbez, llamen a Aznar "Presidente de la República." Otra grave torpeza.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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