Iguales al más viejo PRI
columna: «la calle»
Como gobernante, el PAN resultó similar al viejo PRI, al de Echeverría y López Portillo, cuando se encogían de hombros ante las industrias que abandonaban el país por falta de facilidades. "A quien no le parezcan nuestras leyes, que se vaya", era el despectivo retobo priista; queríamos empresarios nacionalistas y eso significaba empresarios aguantadores de todas las arbitrariedades urdidas por los burócratas desde interminables cadenas de oficinas. "No queremos convertirnos en un país de meseros", sentenció el presidente Echeverría cuando su política alejó posibles inversiones multimillonarias en turismo.
Y así, orgullosamente herederos de la Revolución mexicana, vimos el rebazón que nos dieron Chile y España al sacudirse sus respectivas dictaduras. España exportaba mano de obra barata a Francia y Alemania; en París todas las porteras de edificio eran españolas, los obreros españoles enviaban marcos a Andalucía como ahora los mexicanos mandan dólares a Oaxaca. Hoy España es tierra de inmigrantes que llegan en barcazas ilegales a través del estrecho de Gibraltar, es tierra que ofrece abundante empleo y goza de un nivel de vida primermundista. Chile, desde su apertura a los mercados, se convirtió en la economía latinoamericana más pujante.
Una explicación para la frialdad —y hasta la sospecha— con la que el PRI veía a los inversionistas extranjeros, era muy sencilla: todos los políticos priistas habían hecho carrera exclusivamente en el gobierno, pasando de correveidiles de un diputado local a senadores, gobernadores, ministros y presidente de la República sin haber sufrido nunca las torturas que maquina Hacienda año con año ni los laberintos para aceptar un socio capitalista extranjero, importar insumos y exportar producción.
El PAN, por ser un partido de empresarios metidos a hacer política para cambiar tan insufribles condiciones, sería muy distinto, pensamos muchos. Pero no fue así. Los gobiernos panistas de Jalisco han visto desintegrarse lo que fue alguna vez llamado el "Silicon Valley" mexicano. Los juegos electrónicos Xbox, fabricados en Guadalajara, se van a China, según primera plana de Público. ¿Corrió el PAN a preguntar cuáles son las condiciones que hacen más atractiva que México a una nación separada del mercado principal, Estados Unidos, por todo el Océano Pacífico? ¿Preguntaron en términos tapatíos "qué ocupan" para quedarse y no dejar casi medio millar de desempleados, además de mermar las exportaciones jaliscienses? ¿Ofrecieron mejores condiciones? Ninguna empresa se va por gusto.
Corre, chofer, corre
¡Bravo! ¡Al fin! Luego de 82 personas aplastadas el año pasado por el transporte público en Guadalajara, y de quince muertos en apenas los primeros 33 días del año (un día sí, un día no), pero sobre todo con los tres muertos en un sólo día y dos más al siguiente, el gobernador de Jalisco parece comenzar a preocuparse. Del alcalde no se sabe. Francisco Ramírez Acuña anuncia medidas drásticas contra los choferes: el homicidio por atropellamiento será considerado intencional, se cancelará la licencia del responsable y el permiso de la unidad involucrada.
Bien, eso hará dudar a los choferes, como en los buenos tiempos de la FEG, cuando los estudiantes quemaban camiones para vengar muertes; pero son medidas que no van a la raíz del problema, que no es otra sino las condiciones impuestas por los culpables finales: los permisionarios, los dueños de las unidades. Los choferes matan gente porque corren a velocidades excesivas, se rebasan unos a otros y no esperan a que el pasaje ponga ambos pies arriba o abajo del microbús o del camión. ¿Y por qué hacen eso? Porque los propietarios de las unidades les imponen un tiempo de recorrido y pagan comisión por boletaje. De aquí se deriva el problema que hace del transporte público bólidos homicidas: un retraso por tránsito lento y ya el chofer está obligado por su patrón a correr para recuperar tiempo; un anciano que sube con lentitud, una mujer con cuatro hijos que pide bajar cuando el chofer prefiere pasar un semáforo para evitar el alto, y ya hubo algún caído, con suerte saca un raspón, sin ella le pasan las ruedas por encima. Así pues, habría que ir a las causas:
1. Castigar al chofer que llegue a la terminal antes y no al retrasado por el tránsito o por los usuarios. Esa sola medida —más los 25 años de prisión propuestos— abatiría el monstruoso índice de muertos porque suprime la recompensa: no hay necesidad de ganar el tiempo perdido en un cruce congestionado o en el descenso de pasaje.
2. Pagar al chofer un salario justo y sin comisión por boleto vendido. Esta segunda medida anula el interés por rebasar al colega y robarle el pasaje: las unidades irán una detrás de otra, en su carril, porque no habrá recompensa alguna para quien rebase y, en cambio, se expone a una multa y al despido.
El gobierno panista conoce bien que la solución está en desalentar la velocidad y los rebazones, pero no enfrenta el problema porque, exactamente igual que los gobiernos priistas, le teme a la reacción del poderoso gremio permisionario. Una cosa es encarcelar choferes, merecidamente, por cierto; pero otra muy distinta es imponer reglas de civilización a los propietarios de las unidades, o, mejor aún, tomar a cargo del municipio el transporte público, igual que en cualquier gran ciudad con servicio de primera: París, Roma, Londres o Nueva York. Las micros destartaladas a cargo de un rufián son típicas sólo de El Cairo o Estambul.
3. Un tercer elemento es la testosterona. Las compañías de seguros venden más cara la póliza a un joven porque estadísticamente es más peligroso al volante un hombre menor de 30 años que uno mayor, es también de más riesgo un hombre que una mujer. Así que, si además se da prioridad en la contratación para conducir transporte público a hombres desempleados por exceder cierta edad y a mujeres, terminará la masacre.
Sostuvo el gobernador panista, hace poco, que no había en su gobierno homosexuales; quizá sea verdad, quizá no, pero, ¿habrá pantalones para ir más allá de los choferes y llegar a los culpables finales, los permisionarios?
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