Ideología, cerebro y religión

publicado en la revista «Nexos»
# 461, mayo de 2016

 

La ideología política la tenemos en la cabeza

Conservadores y liberales saben que hay un abismo entre su política y sus ideales sociales. Pero un nuevo estudio muestra que las diferencias entre ellos pueden tener fundamentos en la psicología.

“Una investigación, conducida por Mark Mills, de la Universidad de Nebraska en Lincoln, reveló que los sesgos negativos —en donde el mayor peso en nuestros procesos cognitivos se da a información negativa por encima de información positiva o neutral— es más fuerte en conservadores y que el sesgo negativo se transfiere a cómo recuerdan los estímulos”.

En otras palabras, los conservadores en el estudio tuvieron mayor probabilidad de recordar emociones negativas —imágenes de guerra, serpientes, animales muertos— que sus contrapartes liberales.

En primer término, los organizadores colocaron a los participantes en una escala política basada en sus grados de aprobación o rechazo acerca de 20 puntos de caldeada discusión política. Luego se les pidió estudiar 120 imágenes que iban de negativas a positivas, pasando por neutrales, para prepararse a un test de memoria.

Al final, los participantes vieron 240 imágenes, algunas nuevas y otras repetidas de entre las anteriores, y se les pidió que identificaran las imágenes ya antes vistas.

La hipótesis de los científicos fue que se encontraría alguna diferencia en el recuerdo de imágenes positivas y negativas según se tratara de conservadores o liberales. “Pero los sorprendió la aguda diferencia. Los más conservadores recordaron cerca de un 91% de las imágenes negativas y un 80% de las positivas. En contraste, los más liberales recordaron cerca de un 84% de las imágenes negativas y un 86% de las positivas”.

A pesar de su nombre, el sesgo negativo no es dañino. Es necesario en la sobrevivencia: “Si ignoras un estímulo positivo del medio podrías perder el almuerzo; si ignoras un estímulo negativo podrías ser tú el almuerzo”, dice el coautor, Kevin Smith. “Es una buena razón para tener sesgos negativos”.

El estudio lo publica Behavioural Brain Research firmado también por Frank Gonzalez, Karl Giuseff y otros profesores de ciencia política.

“Cuando los conservadores perciben un estímulo negativo y rastreas su fisiología y su neurología, puedes distinguir entre liberales y conservadores”, dice Smith. “Un área que no hemos investigado”. El estudio explica por qué liberales y conservadores son distintos: “hay diferencias psicológicas entre ellos”.

Conservadores y liberales sí piensan de forma diferente

Investigadores de la Northwestern University muestran que conservadores y liberales usan métodos diversos al resolver problemas cotidianos si tienen relación con ideología política.

En las campañas electorales hay grandes diferencias en la forma en que liberales y conservadores piensan resolver los problemas de la nación. No hay duda. Pero la gente parece emplear diversos procesos de pensamiento también en la vida cotidiana.

Al resolver breves problemas verbales (sin contenido político) en un experimento, los liberales más que los conservadores alcanzaron la solución con una súbita intuición del tipo ¡ajá!, expresión que proferimos al tener una respuesta. Pero cuando se alcanza una solución empleando procesamiento analítico y gradual de los datos, ambos grupos tuvieron aciertos similares.

La solución de problemas por intuición ocurre cuando, atorados y dándole vueltas, de pronto emerge a la conciencia una solución inesperada: el momento ajá. “El problema de súbito aparece bajo una nueva luz, con frecuencia sorprendiendo al que dio con la solución, usualmente sin percatarse de cómo ocurrió la reorganización de su pensamiento”.

Otros estudios “muestran que los conservadores tienen estilos cognitivos más estructurados y persistentes”, dice Carola Salvi, conductora del estudio. Para decirlo en términos llanos y de sabiduría popular: son más tiesos. Y se observa hasta en la ropa, el trato. Hay un estilo en las derechas y otro en las izquierdas. Pero el estudio se interesa en descubrir los procesos psicológicos y neurológicos subyacentes. ¿Los hay?

La hipótesis de los investigadores es que liberales y conservadores usarán diferentes procesos cuando atacan un problema. “No es que tengan capacidades diversas para resolver problemas, subraya Mark Beeman, primer autor del estudio. “Es más bien qué procesos la gente acaba por preferir para resolver el problema”.

Jordan Grafman, coautor del estudio, indica: “La gente puede usar una aproximación particular a partir de un hábito o predisposición, pero no está consciente de elegir una forma u otra de resolver un problema”.

Investigaciones anteriores han demostrado que “diferentes procesos mentales y distintas regiones del cerebro se activan cuando las personas reportan haber resuelto un problema por intuición o de forma analítica”.

El conflicto entre ciencia y religión está en el cerebro

Los choques entre uso de la fe contra evidencia científica para explicar el mundo tienen, hasta donde sabemos, dos milenios y medio. Fue en Jonia donde surgió la filosofía que llamamos presocrática. Pero, más aún: fue donde por primera vez en la Historia nos propusimos explicar la Naturaleza sin recurrir a la fe.

Investigadores de la Case Western Reserve University y Babson College han encontrado el origen del conflicto en la estructura de nuestros cerebros.

“Si los bueyes tuvieran manos, y las tuvieran los caballos y los leones para poder dibujar como los hombres, los caballos dibujarían a los dioses como caballos y los bueyes como bueyes”, dijo Xenófanes en el siglo VI antes de Cristo y en la Jonia griega.

A ese siglo lo llama Arthur Koestler “el milagroso siglo de Buda, Confucio, Lao-Tsé, de los filósofos jonios y de Pitágoras”. Con una bella imagen describe un viento primaveral que parece soplar desde China hasta la isla de Samos, en el Egeo, despertando la conciencia de los humanos.

“En la escuela jónica de filosofía el pensamiento racional comenzaba a surgir de los sueños mitológicos. Era el principio de la gran aventura: la búsqueda prometeica de explicaciones naturales y de causas racionales que, durante los dos mil años siguientes, iban a transformar al hombre más radicalmente que los 200 mil anteriores” [Los sonámbulos, p. 22]. A ese amanecer lo llama “la fiebre jónica”.

Ya parecía terminado el debate sobre la redondez de la Tierra desde que Eratóstenes midió su circunferencia con la sombra de un palo y el teorema 29 de Euclides: ángulos alternos son iguales.

Luego Cristóbal Colón llegó a un nuevo continente cuando iba camino a la India siguiendo la ruta inversa: cruzar el Atlántico y no rodear África para llegar por el Índico.

Pues nada de eso: anda por internet un video en el que un iluminado explica que la Tierra es plana y hemos vivido engañados desde tiempos de Colón. Pero, claro, el tipo usa video, internet y nos llega porque hay satélites girando en torno a un planeta esférico, no plano… Como no pude ver más de dos minutos, no supe cómo explica llamadas por celulares y geolocalizadores GPS que trabajan con señales rebotadas en satélites en torno a una Tierra redonda, o los viajes de barcos de carga que pueden ir de Lisboa a Ceilán (así se llama en español esa isla) cruzando el canal de Suez y el mar Rojo, o navegar el Atlántico, cruzar por el canal de Panamá y seguir por el océano Pacífico.

Todo es un gran compló mundial para tenernos engañados. La utilidad, quién sabe cuál sea, excepto la maldad de los malos, la mafia del poder planetaria.

Los investigadores plantean, con cierta ingenuidad, que la expresión más visible de este choque son las discusiones sobre evolución y creacionismo. Bueno fuera. Hay mucho peores: Elvis Presley está vivo, nadie ha ido a la Luna, nos ocultan la base de platillos voladores frente a Mazatlán, los 43 normalistas de Ayotzinapa los tiene bajo la cama Peña Nieto, atados y alimentados durante más de dos años.

La explicación reside en cerebros que algunos, poco generosos, llamaríamos enfermos o dañados. “Para creer en un dios sobrenatural o espíritu universal, la gente parece suprimir la red cerebral empleada para el pensamiento analítico y ajustarse a una red empática”, dice el equipo de investigadores.

“Cuando estamos ante un asunto de fe, puede parecer absurdo desde el punto de vista analítico”, dice Tony Jack, quien conduce la investigación. “Pero, conforme a lo que sabemos del cerebro, el salto de fe a creer en lo sobrenatural equivale a echar a un lado el pensamiento crítico/analítico para ayudarnos a lograr una mayor comprensión social y emocional”. Descubren que la gente con fe es más pro social, en olvido completo de que la palabra religión significa re-ligar, unir. Así que estamos ante una tautología.

Un dato que añado es que los creyentes nos exigen a los no creyentes la prueba de nuestra negación, sin seguir la lógica natural de que la carga de la prueba está sobre quien afirma. De otra forma, nos dejan ante misiones imposibles: a ver, a ver: prueba que Elvis Presley está muerto; que Armstrong pisó la Luna, que no hay extraterrestres observándonos y que el centro del planeta (que entonces pasa a ser redondo) no está poblado por seres de fuego…

El estudio, publicado en línea por el journal PLOS ONE, “está basado en la hipótesis de que el cerebro humano tiene dos dominios opuestos en constante tensión”.

En investigaciones anteriores, en las que se emplearon imágenes de resonancia magnética funcional, se observó que el cerebro tiene una red de neuronas analítica que nos capacita para pensar de forma crítica, y una red social que nos hace empáticos y pro sociales. “Cuando se enfrenta con un problema físico o un dilema ético, un cerebro saludable dispara la red apropiada mientras suprime la otra”.

Los investigadores diseñaron ocho distintos experimentos, cada uno con 159 a 527 adultos. Como otros estudios, los experimentos mostraron que el pensamiento analítico desalienta la aceptación de creencias religiosas o espirituales.

En suma, ¿por qué el conflicto entre ciencia y religión se vuelve tan fuerte? “Porque las redes cerebrales se suprimen una a otra, pueden crear dos extremos. Si reconocemos que así opera el cerebro, quizá podríamos crear más razón y balance en el tema nacional acerca de ciencia y religión”.

Jack plantea que el conflicto puede evitarse con sólo recordar reglas simples: “La religión no tiene cabida en cuanto a explicarnos la estructura física del mundo; eso es asunto de la ciencia. La ciencia debería informar nuestro razonamiento ético, pero no puede determinar qué es ético o decirnos cómo deberíamos darle sentido y propósito a nuestras vidas”.

El último comentario es erróneo: sin duda hay una ética que surge del conocimiento del mundo: qué conductas evitar para una vida más armónica con el medio, con la atmósfera, los océanos y otras especies.

Y es más breve, inteligente y concisa la expresión de Galileo: La iglesia nos dice cómo ir al Cielo, la ciencia nos dice cómo van los cielos…

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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