¡Cállate!

publicado el 12 de enero de 2015 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

La libertad de creer o no, la de hacer sátira de figuras religiosas, la de reírse de los textos sagrados, todos ridículos de carcajada, costó prisión, terror, hoguera, tortura, sangre, muerte, para que en Francia o en México, Australia o Polonia, las mujeres fueran libres de vestir a su gusto, salir a la calle sin compañía, estudiar una carrera universitaria o trabajar por un salario; los hombres pudieran dejarse barba o rasurarla, libertad a todos para no ir a servicios religiosos, investigar la naturaleza y no por eso acabar en el patíbulo, la hoguera, la mazmorra.

No fue sencillo el triunfo de la libertad: las guerras de religión incendiaron Europa. La libertad de creencia era abominación: “No podemos igualar La Verdad con el error”. Al que estudiaba los principios de la electricidad, del vuelo, de la química, lo llevaba la autoridad civil ante tribunales religiosos. De allí a la hoguera.

“Hay que continuar hasta que el Islam esté tan banalizado como el catolicismo”, declaró Stéphane Charbonnier, Char, a Le Monde. Nacido en 1967 y con aspecto de adolescente, describe El País, y militante del Partido Comunista Francés, “fue uno de los que participó en el relanzamiento de Charlie Hebdo en 1992, tras nueve años cerrado por falta de medios”.

Está muerto, en el libre París, con otros grandes de la libertad y la caricatura, porque a los musulmanes no les gustaban sus chistes. El Islam es la única religión, en la actualidad, que usa la fuerza, y defiende su uso, para imponer sus normas morales. Toda la humanidad deberá ser convertida al Islam, por la buena o por la yijad, la amenaza, el asesinato, para que llegue el Día del Juicio y todos entremos al reino de Dios, con ganas o no.

Y vemos el precio de devaluar las palabras con usos triviales: luego de llamar nazi o fascista a cualquiera, ¿qué son estos hijos de su apestosa bajo la burka madre que el 7 de enero ametrallaron la redacción de Charlie Hebdó y dejaron 12 muertos?

Si se limitaran a imponer sus reglas en sus países tendríamos una crisis de derechos humanos lejana. Pero llegan a sobrevivir a París, a Londres, porque su religión impide la producción de riqueza en sus países de hambre, y en casa ajena exigen respeto a sus hilarantes creencias. Los cristianos y su trinidad, su canibalismo al comerse a Cristo, tienen ya 200 años acallados por la ley civil.

El comando yihadista que acabó con el semanario satírico Charlie Hebdó y asesinó a su director y caricaturista, con otros 3 y personal de oficina, estaba predicando la verdad del profeta Mahoma a quienes se resisten a humillarse ante amenazas de muerte.

Tuve un ejemplar de otra publicación satírica, Le canard enchâiné, que traía en portada al entonces papa Paulo VI impartiendo su bendición desde un balcón de San Pedro mientras, detrás de él, un guardia suizo le levanta la sotana bajo la que no trae calzones y le dirige al c… una v…ota. El texto llamaba “la Paulette” al Papa e insistía en que, como cardenal de Milán, monseñor Montini le había dado vuelo a la sotana con muchachos milaneses pagados. Los católicos no pasaron del gesto malhumorado. Los musulmanes aún no comienzan tal proceso. Y debemos ayudarlos: Circula por la Internet un corto tomado con cámara para infrarrojo donde vemos talibanes en Afganistán ayuntándose por turnos una borrega. Va uno y la levanta por las patas posteriores, como carretilla, los amigos ven, luego siguen ellos.

Al fin ratas de mezquita, a la hora en que el almuecín grita que Alá es grande, caen empinados con el culo al aire y ojos entornados como de seguro los tuvieron al cogerse la borrega.

La libertad de creer comenzó feo: la guillotina y la Revolución francesa. Ni un paso atrás. Ni sacrificios humanos en México ni adúlteras apedreadas en Irak, mucho menos en París. Urge parar el programa atómico iraní.

Luego de Charlie Hebdó en París, ataca Boko Haram. Este grupo islamista devastó la semana pasada al menos 16 localidades del noreste de Nigeria, donde quemó casas y asesinó a decenas de personas, Reforma, 8.I. Es que se resisten a seguir La Verdad.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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