Encueradas en el Vaticano

publicado el 15 de enero de 2013 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Aún existe gente a quien importan las declaraciones de Benito XVI o de la autoridad religiosa que sea. Un grupo de mujeres decidió protestar por la más reciente, pero de seguro no última, homilía del Papa contra el matrimonio homosexual. ¿Hicieron una ceremonia de casamiento como en kermés? No, en la plaza de San Pedro mostraron las tetas con unos escritos encima. Lo peor que les pasó fue que una señora les dio de paraguazos, los policías (muy sonrientes, por cierto), las hicieron retirarse. Les salió barato porque es Italia y el Vaticano.

El islam ni siquiera declara contra el matrimonio homosexual porque la homosexualidad se pena con la muerte. Punto final. ¿Van las muchachas a mostrar sus tetas a la Gran Mezquita de La Meca, construida en torno de un pedrusco negro donde Mahoma hizo no-sé-qué? En Irán ahorcaron a un par de jovencitos adolescentes por quererse más de lo debido. No hubo tetas al aire en Teherán. No hay borracho que coma lumbre.

A nadie le importa lo que diga el Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rusa o el ídem de la Griega. O el Dalai Lama. Pero unas flaquitas arriesgan una pulmonía, con el frío que está haciendo hasta en Chihuahua, para medio encuerarse en Roma.

La Iglesia católica es caso perdido: quemó vivo a Giordano Bruno por decir que la gloria de Dios era tanta que de seguro las estrellas tenían planetas, como éste, y quizá esos planetas tenían habitantes. La duda, teológica, de Bruno, era si la sangre de Cristo había alcanzado para redimir a todo el universo o debía ir de calvario en calvario por todos los planetas. La duda es muy chistosa, pero válida para un cristiano.

Tampoco se ve la lógica de la protesta. Digo: si hubiera habido una declaración papal contra las mujeres como provocadoras del pecado entre los (algunos) hombres, tendría sentido ir a mostrar atributos, pero no se ve la relación.

Mucho más grave que los sermones de Bendito XVI es la manifestación en París: decenas de miles confluyeron desde diversos rumbos hacia el Champ de Mars para oponerse a que la ley civil francesa admita el matrimonio homosexual. Eso, en una ciudad pecaminosa donde el alcalde, Bertrand Delanoë, es abiertamente gay. Como el de Berlín.

El Champ de Mars, a los pies de la Torre Eiffel, es, por cierto, o era, un muy buen sitio de ligue masculino nocturno. Aun en pleno invierno y con las fuentes congeladas, todos nos la sacábamos entre arbustos, con grave riesgo de que se nos quebrara. Pues allí, entre condones usados, fueron a dar los manifestantes parisinos.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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