Zoología fantástica del matrimonio gay
Único asidero, la ley
¿Por qué razones me casaría yo con un hombre al que debiera unos buenos años de mi vida? No para manifestarle amor, pues eso ya estaría claro; no para asegurar su fidelidad y la mía, pues una firma no hace a nadie más fiel. Quizá para hacer una gran fiesta e invitar a todos los amigos, en su mayor parte heterosexuales los míos. Pero no están los tiempos para gastos. Me casaría para darle protección médica, una pensión, seguridad en nuestros bienes y tener el derecho indiscutible a cuidarlo y que me cuide en la enfermedad, y tome el sobreviviente las decisiones acordadas por ambos.
Pero comencemos por reconocer que la discusión en torno al matrimonio entre parejas homosexuales y la adopción de huérfanos por estas parejas, tiene un vicio de origen, que es el rechazo a la homosexualidad en todas sus formas. Los debates se transforman en sucesiones de contraejemplos con los que se puede rechazar lo que sea: un examen hemerográfico llenaría esta revista con casos de padres que han violado a sus hijas, muchos a varias de ellas y no pocos también a sus hijos varones... ¿Y luego? Y luego nada, jamás se ha pensado en otro remedio que no sea el de encarcelar a los culpables. Sacerdotes que bajo amenaza exigen a niños puestos a su cargo relaciones sexuales: la arquidiócesis de Boston está en bancarrota por los pagos que ha debido efectuar para cubrir demandas de los alguna vez niños sometidos a la lujuria del confesor... Pocos hemos propuesto que los niños crezcan sin educación religiosa alguna porque la simple idea de un Dios que castiga con tormentos eternos es ahora ilegal, como lo es todo tormento.
El camino de los ejemplos va en cualquier dirección y por eso no lleva a ningún lado. En ese pantano, ¿a qué podemos aferrarnos? Si respondemos que a la religión, enseguida nos preguntamos a cuál nos acogemos: una iglesia apostólica, con sucesión ininterrumpida en la consagración de obispos y que, por lo mismo, cuando sus sacerdotes consagran el pan y el vino éstos se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo; la anglicana, admite la homosexualidad; otra, igualmente apostólica, la ortodoxa, no la admite, pero sus curas la practican con fervor. La católica la rechaza, pero no en pleno, hay sacerdotes que dan argumentos teológicos (para quien esté interesado en ellos) acerca de la permisividad de Jesús y la llegada del fanatismo con el apóstol Pablo, que ni siquiera conoció a Jesús. El folleto del padre Ricardo Zimbrón, circuló profusamente hace ya unas tres décadas, pero no es la postura de la jerarquía.
La ley, y nada más que la ley
Así que no tenemos otro asidero que la mayor conquista humana en los 200 mil años que tenemos como especie: los Derechos Humanos y la Constitución que nos rige. Nos parece obvio que todo ser humano nace igual ante la ley porque han pasado más de dos siglos de esta proclamación que fue la cumbre del Siglo de las Luces: ya nadie cree que el marqués de Loma Pelona no pueda ser enjuiciado por haber matado a un simple peón. Y todavía esa certeza es el meollo de una gigantesca novela: La cartuja de Parma: hace apenas 180 años era obvio que no se podía llevar a juicio a un noble en el civilizado norte de Italia.
Pero esa misma convicción se tambalea cuando se trata de los derechos de un sector hoy repudiado, que no son ya los peones, elevados a alturas insospechadas por un siglo de marxismo baratón, sino los homosexuales. La igualdad ante la ley, jurada por Luis XVI ante los Estados Generales, consagrada en la Carta de las Naciones Unidas y en el artículo 1 de la Constitución que nos rige a los mexicanos, hace agua por varios boquetes: uno es que los derechos y obligaciones inherentes al matrimonio son exclusivamente para los heterosexuales.
Informa el artículo 1 de la Constitución, si bien con sintaxis aporreada: "Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el género, la edad...". Y ninguna discriminación por motivo de género es más clara que la prohibición de casarse cuando se tiene el mismo género. Una discriminación equivalente sería la motivada por origen étnico: no se pueden casar una güerita alteña con un zapoteco, la violencia al artículo 1 es la misma.
El matrimonio, sus derechos y sus obligaciones
El homosexual no puede aspirar a recibir la pensión del IMSS a la muerte de su pareja con quien pudo vivir 30 años, ni a recibir atención médica como la recibe el esposo o la esposa y hasta la concubina, señala nuestro liberal Código Civil. Ante enfermedad que incapacite al cónyuge no puede tomar decisiones entre las ofrecidas por el personal médico. Esposa y esposo, sin distinción de los casados por amor o para ocultar un embarazo no deseado, tienen pleno derecho a decidir entre las alternativas de tratamiento médico, escuchando sensatamente a la familia, pero teniendo para sí la última palabra: los médicos salen buscando al cónyuge para decidir un procedimiento riesgoso. Siempre... excepto si el enfermo es homosexual: la familia puede hasta negar el pase de entrada al hospital a quien sólo se unió con el enfermo por amor y sin otras consideraciones.
El tipo de funeral y la disposición del cuerpo, si de homosexuales se trata, lo decide la familia y puede ni siquiera informar al cónyuge sobreviviente, salvo familias excepcionales, como la mía.
Ante la muerte de un cónyuge no hay testamento que no pueda ser invalidado en el caso de que ignore los derechos del sobreviviente. Nadie puede morir, casado, y dejar su fortuna grande o poca a su prima o a las monjitas de su simpatía: un juez evita que los derechos establecidos por una vida en común sean desechados. Excepto, otra vez, si el muerto es homosexual (y el término abarca a hombres y mujeres porque no significa "sexo con hombre", como los ignorantes creen, sino "sexo con igual", de la misma raíz que homogéneo).
Dos leones y una leona
En el fondo, lo que tenemos es el viejo rechazo a la homosexualidad que las tres religiones monoteístas introdujeron a las leyes civiles cuando tuvieron ese poder, y lo siguen teniendo en el islam. Así que es necesario repetir argumentos. El rechazo está montado en una afirmación impermeable a todas las pruebas: la homosexualidad es una enfermedad del exceso, como la drogadicción: no están para pedir respeto, sino curación; es una corrupción del carácter y, con la llegada del socialismo real, una enfermedad social, una degeneración del ciudadano que, así como unos sirven al enemigo de la patria, otros se solazan en placeres antisociales. Todo eso se condensa en una expresión: es un acto contra natura, la propia naturaleza abomina de esas prácticas... por tanto no se ven sino en humanos y en sociedades en decadencia.
Así planteado el asunto, cae por tierra con una revisión del mundo no humano: los reinos vegetal y animal con excepción del hombre. Es lo que sigue a continuación.
Oyendo en YouTube las tonterías de un señor que en TV del siglo XXI todavía afirma sin sonrojo que la naturaleza hizo nada más hembra y macho, y que las flores macho fecundan a las flores hembra, o algo así masculló inconexo y exasperado, recordé mi alergia al polen, y el polen es a las plantas lo que el semen a los animales: es imposible ser más disoluto y promiscuo que una hilera de sabinos sacudiendo toneladas de semen a los vientos de marzo.
La naturaleza se permite una mayor variedad que hembra y macho: hay lagartos y caracoles hermafroditas que, por tener ambos sexos, intercambian roles: tú primero y yo después, o se montan de a tres o más; otros se fertilizan a sí mismos; hay peces que cambian de sexo según la abundancia de comida y la bondad o rigor del clima, peces e insectos que se reproducen sin macho y, estrictamente, sin hembra, por partenogénesis, o alumbramiento de virgen (del griego parthenos: virgen, que nos da el término Partenón: el templo de la Virgen, Atenea, la diosa virgen); hay peces que, en tiempos de escasez, cambian de machos a hembras para ahorrar en comida y ponen huevos fértiles sin macho, así que no sólo Jesús y muchos dioses del Mediterráneo, sino montón de peces, nacen de madres vírgenes; el pez labro limpiador cambia de hembra a macho, el pez payaso va de macho a hembra (v. Hapgood), en los Anthia de los arrecifes la pérdida del macho provoca que la hembra dominante cambie a macho en menos de una semana, colores y órganos sexuales incluidos (video).
No sólo aves, mamíferos, reptiles y peces exploran sexualidades fantasiosas, sino que las plantas son aún más perversas, tomando la expresión en su estricto sentido freudiano, pues su semen, el polen, lo arrojan urbi et orbi y de esa manera, como es a la fuerza, por definición violan por la nariz, las orejas y boca, a los animadores de TV que ni se enteran, y a quien sea: las libertinas plantas se entregan a un frenesí sexual sin límite de especie ni de reino, como esas avispas macho que, engañadas por orquídeas que imitan la forma y hasta el aroma de avispas hembra, creen estarlas fecundando sin saber que es al contrario: la flor les está depositando en sus libidinosas patitas peludas el semen de orquídea que llevaran a otra flor. Pornografía pura.
Los estudios en animales
Pero el cambio de sexo en diversas especies no es conducta homosexual, estrictamente hablando. Hay que buscarla. Sólo que, una vez localizadas y publicadas con sus referencias bibliográficas las comunes conductas homosexuales de los animales y el estallido omni-erótico de las plantas, la fiscalía cambia el cargo: "Nos estás comparando con animales... ¿no tenemos raciocinio que nos distingue de las bestias?". Freud diría que no, Darwin también nos hace parte del mismo mundo, pero admitiendo que somos distintos, la etología, ciencia de la conducta animal, prueba que existe conducta homosexual, definida como relación sexual entre individuos del mismo sexo, en aves, peces, reptiles y mamíferos, y que en los primates, nuestro grupo, es más evidente y, sobre todo, logra completar la copulación que otros sólo intentan. La antropología señala, por su parte, que en una gran variedad de sociedades humanas la homosexualidad ha sido normal, muchas de ellas todavía existentes a mediados del siglo XX.
Luego, ¿no es normal en nuestra sociedad? Normal significa "dentro de la norma", lo admitido por una sociedad. En la nuestra no es normal la poligamia, pero sí lo es en las sociedades islámicas y en muchas de indios americanos. En estadística, una curva de Gauss o curva de campana, es la típica de una distribución normal, con los casos mayoritarios en el área central de la campana y los anormales en los extremos. La estatura de una población masculina de la zona noroccidental de México tendrá al 66% entre el 1.70 y el 1.80, los más altos y más chaparros son a-normales, fuera de la norma, sin que eso sea un insulto.
Comencemos por esta escena de dos leones macho, en libertad africana, con una hembra por un lado, que se divierten mucho entre sí. Las risas y voces infantiles llevan a imaginar una familia civilizada que permite ver a sus niños un documental, familia normal en Dinamarca, a-normal en Guanajuato.
Claro, enseguida, un arrebatado lector en línea sacó en conclusión que estos leones no eran sino dos, apenas dos entre millones de leones. Olvidó que, por desgracia, los leones ya no son millones, y que no ante cada uno hay un camarógrafo filmando esos desviantes actos de sodomía.
El padre de la etología o conducta de los animales, Konrad Lorenz, quien recibió el premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1973, describe cómo los patos se masturban frotándose contra piedras de río redondeadas y tibiecitas; a una pareja de gansos macho, Max y Kopfschlitz, que en el lago de Ess en las montañas de Westfalia, encontraron su Secreto y, por razones que no detalla Lorenz, a Max los investigadores lo trasterran a otra colonia de gansos silvestres. "Al cabo de un año de duelo tomó cada uno de ellos una esposa y ambos tuvieron sus polladas normalmente. Pero cuando hicimos volver a Max, sin su esposa y sus hijos —que no pudimos agarrar— al lago de Ess, Kopfschlitz dejó al punto mujer e hijos y volvió con Max. La esposa y los hijos de Kopf parecieron comprender perfectamente la situación y trataron de deshacerse de Max mediante furiosos ataques que no tuvieron éxito. Hoy ambos machos siguen juntos como antes" (Sobre la agresión, Siglo XXI, México, 1971). Si los gansos macho se unen de por vida, los carneros de montaña también... Algo tienen las montañas y no sólo la denominada Brokeback.
Es que resulta, señoras y señores, que nadie les ha predicado a los animales que el sexo es para tener crías. Como no lo saben, los guía sólo el placer. Los perros macho intentan el coito anal, aunque nunca los haya visto el arzobispo ortodoxo Chedraui, el de los fastuosos cumpleaños, y las señoras piadosas que lo invitan han tenido buen cuidado en impedir la entrada de sus perritos cuando su eminencia está de visita, pues todos hemos sufrido el bochorno de ver algún estúpido perrito abrazado a nuestro zapato. La mayoría de los animales no logran el coito anal que intentan porque no tienen cómo dirigir el pene, pero los chimpancés lo logran perfectamente... y en presencia de hembras. Los pequeños bonobos, otros primates, pueden tener al día decenas de relaciones sexuales con hembras, con machos y con la mano...
Estudios realizados por la Oregon Health and Science University advierten que se había documentado antes de 2002 entre un 6% y un 8% de carneros (el borrego macho adulto) cortejando a otros machos y apareándose exclusivamente con machos.
Pero ya desde los años treinta del siglo XX, R.H. Denniston había encontrado que la conducta homosexual "es casi universal entre los animales" (en Marmor, J., Biología y sociología de la homosexualidad, Hormé, Buenos Aires, 1967). Observa que, en invertebrados, la Naturaleza crea animales hermafroditas o funcionalmente bisexuales, pues producen tanto huevos como esperma. Y en los vertebrados la homosexualidad aumenta a medida que ascendemos la escala taxonómica hacia los mamíferos. En los lagartos Iguanidae, 10 de 21 copulaciones observadas fueron homosexuales masculinas; en los Teiidae es frecuente que se monten de a tres para copular.
En todas las especies de mamíferos estudiadas se ha observado actividad homosexual frecuente. En el ganado es tan común que se usa a menudo a los novillos para excitar a los toros cuando se desean obtener eyaculaciones destinadas a inseminación artificial. Al utilizar varias veces al mismo novillo, el toro se excita más fácilmente que ante una vaca.
El autor cita las observaciones de McBride y Hebb al respecto de la conducta sexual de los delfines. El macho maduro exhibe un conjunto de métodos para autoestimulación casi tan amplios como los del hombre maduro. "Hubo intentos de masturbación contra los flancos de machos más pequeños y menos dominantes, así como una incipiente copulación con ellos"... además, paidófilos.
Ford y Beach mencionan muchos casos de homosexualidad masculina entre primates gregarios como el mandril. Habitualmente la relación se establece entre un macho maduro y uno joven, a quien el adulto protege (Beach, F. y Ford, C., Conducta sexual, Fontanella, Barcelona, 1969). De entre las 76 culturas estudiadas por Beach y Ford, todas ellas aún existentes hacia mediados del siglo XX, 64% consideran normales las actividades homosexuales.
La década del cerebro
A partir de 1990 se vinieron en alud los estudios que mostraron diferencias en regiones cerebrales de heterosexuales y homosexuales, también los estudios realizados en gemelos monozigóticos (de un mismo óvulo y espermatozoide), en todo genéticamente idénticos, mostraron resultados sorprendentes al respecto de la homosexualidad: sí pero no... Los gemelos idénticos tienden a tener la misma orientación sexual, pero no siempre, como debería ser ante un factor de genética sencilla.
Diferencias sexuales en el cerebro. Uno de los autores que comenzaron a publicar hace 30 años sobre las diferencias en los cerebros masculinos y femeninos de diversas especies, incluida la humana, Bruce McEwen (1999), sostiene: Las diferencias sexuales en la estructura cerebral han sido ampliamente reconocidas desde los estudios pioneros de Raisman y Field (en 1971).
Uno de los ejemplos más notables del efecto que ejercen los andrógenos en el cerebro lo proporcionan Cook y colaboradores: en la estructura cerebral llamada amígdala se descubrió que un núcleo, el posterodorsal, tiene mayor volumen en las ratas macho que en las hembras. La castración de los machos produjo la inmediata reducción de ese volumen a valores femeninos en cuatro semanas, "mientras que tratamiento con andrógenos a las hembras adultas por igual periodo les agranda ese núcleo de la amígdala a niveles equivalentes a los observados en machos normales". El hallazgo es aún más notable tratándose de cerebros adultos y no en desarrollo fetal.
De lo dicho, era fácil suponer que si no una falta de hormonas masculinas, pues comprobadamente no hay tal falta, sí al menos un retraso en la producción de hormonas masculinas sería la causa de la homosexualidad. Hay un periodo crítico en el que los andrógenos deben producir su acción, en los homosexuales no faltan esos andrógenos, ¿podrían haber llegado fuera del periodo crítico? La hipótesis parecía sensata. Ya veremos cómo la desecha Byne.
Pillard y Weinrich. Richard Pillard, psiquiatra de la Boston University School of Medicine, gay, con hermano y hermana gays, padre "quizá gay" según conjeturas del psiquiatra, y una hija bisexual, sospecha que algo hay biológico en la orientación sexual de su propia familia. Con James Weinrich, psicobiólogo de la Universidad de California, plantea que quizá los homosexuales, aunque masculinizados por completo al recibir a tiempo los andrógenos, no sigan sino parcialmente otra parte del proceso prenatal: la defeminización.
William Byne pide atención y señala que "si la hipótesis acerca de hormonas prenatales fuera correcta, deberíamos esperar en una gran proporción de homosexuales evidencia de disturbios endocrinos prenatales, como anormalidades genitales o gonadales; pero simplemente no encontramos eso". Más aún, "la hipótesis hormonal no responde sobre la última causa: si las hormonas influyen en la orientación sexual, ¿qué influye a las hormonas?". A partir de esa duda era natural el salto: los genes.
Genes de mosca. La mosquita de la fruta, Drosophila melanogaster, que tan útil ha sido en la investigación genética, sorprendió a Kulbir Gill, científico hindú de visita en Yale en 1963, quien descubrió machos cortejando a machos. Eran hijos de mosquitas expuestas a rayos X para producir mutaciones. Diez años después, Jeffrey Hall, biólogo de la Universidad Brandeis, encontró que esa mutación particular producía dos conductas: la primera, que las mosquitas con ese ADN modificado eran bisexuales y cortejaban tanto a machos como a hembras; la segunda, más importante, que aceptaban el cortejo de otros machos, mientras que los no mutantes los rechazaban.
Todavía más interesante resultó constatar que las drosofilas mutantes, aunque no se reproducen, seguían apareciendo. Ello es posible porque la conducta "gay", llamémosla, requiere un par de mutaciones. Las drosofilas que sólo tienen una mutación no presentan la conducta; pero, si se aparean con una hembra que también lleve una sola mutación, un buen porcentaje de la descendencia llevará las dos mutaciones y será "gay". De esta manera se transmite la mutación no reproductiva a través de las mosquitas reproductivas: como dos personas de ojos oscuros, pero con abuelos de ojos azules, pueden tener hijos de ojos azules. Así, genes "gays" recesivos acabarían por expresarse si ambos padres los aportaran.
En 1996, Ito, Fujitani y otros investigadores del Mitsubishi Kasei Institute of Life Sciences, de Tokio, reportaron: "Hemos aislado un nuevo mutante de Drosophila, el satori, los machos de la cual no cortejan a hembras ni copulan con ellas". La orientación sexual observable en la mutación satori la atribuyen a cambios neurales.
Salto a humanos. La búsqueda de una explicación genética de la homosexualidad puede hacerse analizando los genes mismos, el genotipo, o revisando fenotipos: personas que expresen esos posibles genes. Para ese fin, nada mejor que buscar gemelos idénticos, los llamados monozigóticos, porque proceden de un mismo óvulo fertilizado por un solo espermatozoide, un solo zigoto. Siendo idéntica su carga genética o genotipo, también lo es el fenotipo: ojos, cabello, rasgos faciales, proporciones: todo es idéntico. Son indistinguibles. Es de suponerse que, si la orientación sexual está codificada en los genes, los gemelos monozigóticos muestren siempre la misma sexualidad.
El psicólogo Michael Bailey, de la Universidad Northwestern, y el mencionado Pillard, compararon 56 gemelos idénticos, 54 gemelos dizigóticos o fraternos y 57 hermanos adoptivos sin relación genética. Resultó que si un gemelo idéntico (monozigótico) era gay, el otro también lo era en un 52% de los casos; esta proporción bajaba al 22% cuando eran gemelos fraternos (de dos óvulos), y cuando se trataba de hermanos por adopción sólo coincidían en un 11% en cuanto a orientación sexual.
Dos años después, en 1993, los mismos autores con Agyei y Neale realizaron un estudio similar en mujeres homosexuales. De nuevo eligieron gemelas idénticas, gemelas fraternas y hermanas adoptivas. La tendencia fue similar, aunque menores los porcentajes: un 48% de las gemelas monozigóticas, un 16% de las gemelas fraternas y un 6% de las hermanas por adopción mostraron la misma orientación homosexual.
Tanto en hombres como en mujeres, la heredabilidad de la orientación homosexual quedaba demostrada. Pero...
¿Por qué sólo la mitad? ¿Se comprueba así la hipótesis genética? Así parece a la primera lectura: pero enseguida surge la pregunta: si los gemelos idénticos comparten todos los genes, incluido aquel o aquellos que hacen homosexual a uno de los hermanos, ¿por qué sólo un 52% muestra esa similitud? Gemelos "idénticos"... que no lo son en la sexualidad, ¿por qué?
El estudio de Hamer. Un equipo del U.S. National Cancer Institute, encabezado por Dean Hamer, publicó en 1993 un estudio realizado en 114 familias de homosexuales varones y encontró que el porcentaje de homosexualidad masculina era más alto en tales familias que en el común de la población. "Tasas incrementadas de orientación al mismo sexo se hallaron en los tíos maternos y primos varones de los sujetos de estudio, pero no en sus padres ni en sus parientes paternos". Fue una sorpresa descubrir que la mayor parte de esos homosexuales se localizaban en la línea materna.
Regreso a las diferencias cerebrales. Se conoce de unos 30 años atrás que hombres y mujeres poseen cerebros distintos y diferencias notorias en algunas funciones. Del 22 al 24 de mayo de 1977 se reunieron los investigadores del Neurosciences Research Program y sus trabajos, condensados por Goy y McEwen, sobre las diferencias entre los cerebros de machos y hembras, pusieron las bases para la abundante investigación sobre el tema en las siguientes décadas. Los libros al respecto de la diferenciación sexual del cerebro, en humanos y no humanos, suman centenares; los artículos, centenares de miles. ¿Los tengo o los he leído? No. ¿Cómo lo sé? Porque al abrir un sitio con esos buscadores aparece lo siguiente: "Primeros 10 de 467,821 artículos". Entre éstos se encuentran los de Roger Gorski, de la Universidad de California en Los Ángeles, y uno de los participantes de aquella Session Work.
Desde 1978, al estudiar cerebros de ratas, Gorski había encontrado notorias diferencias en el hipotálamo, estructura en la base del cerebro que controla muchas funciones del sistema nervioso autónomo y, a causa de su relación con la glándula pituitaria que está debajo, también interviene en el sistema endocrino. Un grupo de células hacia el frente del hipotálamo era varias veces mayor en machos que en hembras. "El hallazgo de Gorski fue especialmente interesante porque la región general del hipotálamo donde ocurre esa diferencia, conocida como área preóptica media, ha sido implicada en la generación de conducta sexual, en particular conducta mostrada típicamente por machos" (LeVay y Hamer).
Cuando aparecen diferencias entre los sexos se habla de dimorfismo sexual, esto es, presencia de dos formas distintas según el sexo. "Gorski y sus colegas de la Universidad de California, especialmente su estudiante Laura Allen (v.), también encontraron estructuras dimórficas en el cerebro humano. Un grupo de células llamado INAH3 (siglas en inglés de 'tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior'), en la región preóptica media del hipotálamo, es unas tres veces mayor en hombres que en mujeres" (ídem.).
Según el estudio original de Allen y Gorski:
La comisura anterior, un tracto fibroso que en su región media es mayor en mujeres que en hombres, fue examinada post mórtem en 90 cerebros de hombres homosexuales, hombres heterosexuales y mujeres heterosexuales. El plano mediosagital de la comisura anterior en hombres homosexuales fue 18% mayor que en mujeres heterosexuales y 34% mayor que en hombres heterosexuales. En esta diferencia anatómica, que se correlaciona con género y orientación sexual, pueden, en parte, subyacer diferencias en función cognitiva y lateralización cerebral entre hombres homosexuales, hombres heterosexuales, y mujeres heterosexuales.
También son sexualmente dimórficos (distintos en hombres y mujeres), el número de las conexiones entre los hemisferios cerebrales, tan superior en las mujeres que se puede afirmar el sexo por la observación de la estructura que los une, el cuerpo calloso, sostienen Christine de Lacoste y Ralph Holloway en Science del 25 de junio de 1982. La diferencia entre los sexos, el dimorfismo, "es notable en el esplenio, la porción caudal o posterior del cuerpo calloso" (p. 1431).
Dick Swaab, del Instituto Holandés para la Investigación Cerebral, con E. Fliers reportó, en Science del 31 de mayo de 1985, un grupo de células sexualmente dimórfico en el área preóptica del hipotálamo humano que, en mamíferos, es comprobadamente básico para la conducta sexual (Dörner, G., 1976; Hutchison, J. B., 1978).
Luego, en 1990, Swaab, con Hofman, reportó en Brain Research: un "análisis del hipotálamo humano reveló que el volumen del núcleo supraquiasmático en hombres homosexuales es 1.7 veces más grande que el de un grupo de referencia formado por sujetos varones y contiene 2.1 veces más células". Esto es, el núcleo supraquiasmático es dimórfico, pero no de acuerdo al sexo, sino a la orientación sexual: era dos veces más grande en hombres homosexuales que en heterosexuales.
Simon LeVay. Fueron los estudios de Gorski y Swaab los que condujeron a Simon LeVay, neurobiólogo del Instituto Salk en La Jolla, California, a su discutido estudio del tercer núcleo intersticial del hipotálamo anterior o INAH3 humano, por el que afirmó, en 1991, que había descubierto otra diferencia entre cerebros de hetero y homosexuales, una vez más en el hipotálamo, donde algunos núcleos sexualmente dimórficos, también resultaron dimórficos conforme a la orientación sexual, pues eran distintos en hetero y homosexuales. Dice su célebre artículo en Science:
El hipotálamo anterior del cerebro participa en la regulación de la conducta típica masculina. [...] El INAH3 fue más del doble de grande en los hombres heterosexuales que en las mujeres. También fue, sin embargo, más del doble de grande en los hombres heterosexuales que en los hombres homosexuales. Este hallazgo indica que el INAH es dimórfico respecto de la orientación sexual, al menos en hombres, y sugiere que la orientación sexual tiene un sustrato biológico.
Con Hamer, LeVay divulgó sus estudios en Scientific American: "LeVay examinó el hipotálamo, en muestras tomadas de autopsias, de 19 hombres homosexuales, todos los cuales habían muerto por complicaciones de sida, y 16 hombres heterosexuales, seis de los cuales también habían muerto de sida". Antes de terminar este análisis, LeVay obtuvo el hipotálamo de un homosexual que no había muerto de sida y la muestra, confundida al azar entre otras procedentes de hombres heterosexuales en un estudio "ciego", fue perfectamente reconocida por mostrar menos de la mitad del INAH3 que los hombres heterosexuales. "Así pues, la investigación sugiere un dimorfismo relacionado con la orientación sexual masculina tan grande como la relacionada con el sexo".
Las principales críticas al estudio de LeVay han sido: lo reducido de su muestra, apenas unos 36 cerebros; que los cerebros procedieran de muertos por sida, lo cual pudo haber afectado al hipotálamo; y la falta de certeza en cuanto a la asignación de orientación sexual en los cerebros comparados: ¿eran realmente de homosexuales unos y de heterosexuales otros?
LeVay responde a las críticas señalando que los hombres heterosexuales muertos de sida mostraban, sin embargo, esa región del hipotálamo con un volumen igual al de otros hombres muertos por causas diversas, lo cual desecha la posibilidad de que el INAH3 reducido se debiera a destrucción por el sida.
Menciona otro rasgo cerebral relacionado con la orientación sexual que es el reportado por Allen y Gorski, quienes encontraron, como vimos antes, que la comisura anterior, un haz de fibras que corre a través de la línea media cerebral, es más grande en mujeres que en hombres, pero todavía más grande en homosexuales varones. Como, en general, los hombres tienen cuerpos más voluminosos que las mujeres, sus cerebros reflejan esta diferencia y son mayores; así pues, luego de introducir las correcciones necesarias respecto al tamaño de los cerebros, la comisura anterior de mujeres heterosexuales y hombres homosexuales resultó similar en tamaño.
LeVay y Hamer señalan después las tres posibilidades que existen para explicar estas correlaciones entre la orientación homosexual y estructura cerebral:
Una es que las diferencias estructurales estuvieran presentes desde temprana edad —quizá aun antes de nacer—y ayudaran a establecer la orientación sexual de los hombres. La segunda es que las diferencias surjan en la vida adulta como resultado de los sentimientos sexuales o la conducta de los hombres. La tercera posibilidad es que no exista conexión causal, pero tanto la orientación sexual como las estructuras cerebrales en cuestión estén unidas a una tercera variable, tal como un acontecimiento del desarrollo durante la vida intrauterina o la postnatal temprana.
Efecto del orden de nacimiento. Hay otro factor que viene a complicar las cosas. Ridley menciona la clara correlación entre el orden de nacimiento y la predisposición a la homosexualidad. Un hombre (pero no una mujer) tiene más probabilidades de ser homosexual entre más hermanos varones (pero no mujeres) le antecedan. "El efecto del orden de nacimiento es tan intenso que cada hermano mayor más aumenta en 33% la probabilidad de homosexualidad" (p. 139).
Ridley toma sus datos de "Birth order and sibling sex ratio in homosexual versus heterosexual males and females", de Blanchard, R., publicado en 1997 por el Annual Review of Sex Research.
La causa y el efecto. En mucha gente hay la idea casi freudiana, sigue Ridley, de que "algo en la dinámica de crecer en una familia con hermanos mayores podría predisponer a la homosexualidad". Luego invierte la relación causa-efecto en la vieja tesis de que la homosexualidad se produce por una madre dominante y un padre débil y distante. Es al contrario, sostiene: "El desarrollo de aficiones afeminadas en el chico repele al padre y, en compensación, la madre se vuelve sobreprotectora" (p. 139). La misma inversión de causa y efecto es propuesta por Ruse (pp. 54-55): "Las características infantiles de los futuros homosexuales son tales" que el padre se aleja de él, la madre le da un trato especial y aparece el triángulo freudiano clásico, pero con la causa, el padre distante, como efecto.
Bajo esta luz, resulta muy significativo que la aparición de lesbianismo ocurra al azar en el orden de nacimiento y no exista vínculo alguno con el número de hermanos o hermanas mayores. Esta fue una pista importante: "Hay algo de específico que aumenta la probabilidad de la homosexualidad en el hecho de ocupar un útero que ya ha contenido otros varones" (Ridley., p. 140). La explicación reside al parecer en tres genes del cromosoma Y, el que sólo transmite el padre y hace al hijo varón. Se llaman antígenos H-Y de histocompatibilidad menor.
No se conoce con certeza qué hagan estos tres genes H-Y, prosigue Ridley, pues no son esenciales para la masculinización de los genitales; pero el nombre de antígenos que reciben sus productos les viene de que provocan una reacción del sistema inmunitario de la madre. Y como ocurre con las alergias, la reacción inmune es cada vez más intensa con cada sucesivo embarazo de varón, pero los bebés niña no producen antígenos H-Y, por lo que no dan lugar a la reacción inmune.
Ray Blanchard, uno de los que estudian el efecto del orden de nacimiento, sostiene que la función de los antígenos H-Y es activar otros genes en determinados tejidos, concretamente en el cerebro; y en efecto, existen datos que demuestran que esto se da en ratones. Si es así, el efecto de una fuerte reacción inmune de la madre contra estas proteínas sería en parte el de impedir la masculinización del cerebro, pero no la de los genitales (p. 140).
Hay, pues, genes masculinos y femeninos en conflicto, una réplica a escala reducida de la selección natural. Ésta "es una historia de pocos conocida, a excepción de un pequeño grupo de biólogos evolutivos. Sin embargo, ha sacudido profundamente los cimientos filosóficos de la biología", concluye Ridley (p. 141).
Esto dicen estudios en grupos amplios de población. Ahora que, mi experiencia personal es la contraria: la mayor parte de los homosexuales que conozco son primogénitos, incluido yo mismo.
Genes de aventureros. Un capítulo especialmente fascinante del libro de Ridley es el que dedica al cromosoma 11. Para no entrar en detalles sólo diré que las neuronas no forman un tejido continuo, descubrió Ramón y Cajal, no se tocan, y ese espacio entre neuronas, llamado sinapsis, lo salta el impulso eléctrico por medio de compuestos llamados neurotransmisores. Uno es la dopamina. Un gen del cromosoma 11, llamado D4DR, fabrica el receptor de la dopamina.
Sigue Ridley: "La escasez de dopamina en el cerebro produce una personalidad indecisa y rígida" (p. 186). Una escasez extrema produce mal de Parkinson. Un exceso, en ratones experimentales, los hace especialmente curiosos y atrevidos. "En los seres humanos el exceso de dopamina puede ser la causa inmediata de la esquizofrenia; y algunas drogas alucinógenas actúan estimulando el sistema de la dopamina". Es quizá la sustancia de la motivación. Con poca, la persona carece de iniciativa. Con demasiada, se aburre con facilidad y busca nuevas aventuras. La adicción a la cocaína se da porque libera dopamina en una región cerebral llamada nucleus acumbens y esta liberación es gratificante.
Ahora bien, hay versiones largas y cortas del gen que fabrica los receptores de la dopamina. Entre más largo más ineficaz, menos sensible. "Hamer y sus colaboradores querían saber si las personas con el gen largo tenían personalidades distintas de las que tienen el gen corto" (p. 187).
En busca de posibles diferencias de personalidad, Hamer midió primero el carácter innovador de 124 personas y después examinó sus genes. ¡Lotería! Los sujetos con una o dos copias largas del gen "eran claramente más innovadores que los que tenían dos copias cortas". ¿Cómo es esto, si el gen largo hace receptores menos sensibles? "El razonamiento es el siguiente. Las personas con genes D4DR largos tienen menos capacidad de respuesta a la dopamina, así que necesitan adoptar una actitud más aventurera ante la vida para obtener el mismo llegue de dopamina que obtienen de las cosas sencillas las personas con genes cortos". Obtener el mismo resultado en su centro del placer, el nucleus acumbens, exige buscar mayores riesgos.
Y aquí viene el motivo de incluir estas investigaciones que no parecen relacionadas con el tema de la orientación sexual: "Entre los hombres heterosexuales, los que tienen genes D4DR largos tienen seis veces más posibilidades de haberse acostado con otro hombre que los que tienen la versión corta del gen". Y eso no es todo: "Entre los hombres homosexuales, aquellos con genes largos tienen cinco veces más probabilidades de haberse acostado con una mujer que aquellos con genes cortos". Además, en ambos grupos, hetero y homosexuales con genes largos "tenían más parejas sexuales que las personas de genes cortos" (p. 188). ¿Por qué? Nomás. Para ver qué se siente. Y la experiencia produce un "dopaminazo" que personas con mejores receptores a la dopamina no necesitan.
Dificultades en la definición. Desde agosto de 1991, en que Simon LeVay anunció que había descubierto las ya revisadas diferencias cerebrales entre hombres hetero y homosexuales, no han cesado las publicaciones al respecto.
Pero, nada más para empezar, todo estudio estadístico o clínico se enfrenta a una primera dificultad al poner seres humanos en un paquete o en otro del estudio y compararlos: ¿Quién es homosexual y quién no? Ninguna duda cabe con quien se define a sí mismo como tal. Pero muchos hombres, especialmente mediterráneos y latinoamericanos, aceptan con mayor o menor facilidad relaciones homosexuales esporádicas, por dinero o por placer. Un campesino decía en una cantina de Guadalajara: "Yo prefiero cogerme un hombre que una vieja porque cogen más sabroso". Penetrar a otro hombre es en nuestras culturas una muestra de machismo. ¿Cuál es homosexual y cuál no?
En el volumen donde publica sus investigaciones realizadas con mujeres, Kinsey declara "la imposibilidad de determinar la cifra de individuos 'homosexuales' y 'heterosexuales'. Sólo se puede determinar cuántas personas pertenecen en un momento determinado a una de las clasificaciones de la escala de heterosexualidad-homosexualidad" (Mondimore, p. 115). Comenta Kinsey la particularidad de la mente humana que busca establecer clasificaciones basadas en dicotomías: "La conducta sexual es normal o anormal, socialmente aceptable o inaceptable, heterosexual u homosexual; y en estos temas mucha gente no quiere creer que entre un extremo y el otro existen grados" (ibíd.).
Elección o destino. Cuando se sabe desde la infancia temprana que los nombres despectivos con los que se conoce a quienes practican actos homosexuales son todos ellos infamantes, nadie desea quedar incluido en el conjunto definido por tales insultos. De ahí la resistencia del bisexual y del homosexual tardío a admitir que lo son y, en ese extremo del mismo continuo, la del que sólo podría ser definido como homosexual por sus deseos, y entre los que se encuentran los más rabiosos antihomosexuales. Ahora se habla de "orientación sexual", para señalar correctamente que es un rasgo no elegido, sino propio del deseo.
Mas no por eso es verdad que el deseo homosexual sea sentido por los homosexuales desde la infancia y hasta donde la memoria puede alcanzar. Así es en muchos casos. En otros, el descubrimiento viene en la adolescencia o aun posteriormente, hacia los 20 años.
Soldados o muñecas. Siempre se ha dicho en las familias que los niños no deben jugar con muñecas porque "se vuelven jotos". Richard Green, psiquiatra de la Universidad de California, pone al contrario la causa y el efecto según Burr: niños que manifiestan juego atípico son con frecuencia gays, tanto como en el 75% de los casos. No es que las muñecas los vuelvan homosexuales, es que, por serlo desde que nacen, juegan con muñecas. Como en la antes descrita relación con la madre sobreprotectora, la causa y el efecto están invertidos en la sabiduría popular. LeVay añade que, en investigación con animales, el juego es distinto según el sexo y está bajo control hormonal. Se puede cambiar el tipo de juego en monos manipulando sus hormonas durante el desarrollo prenatal, añade Robert Goy, coautor de la obra pionera sobre diferencias cerebrales entre hombres y mujeres.
¿Solamente los gays? "La mayoría de los hombres gays, aun los que de adultos tienen aspecto macho, recuerdan haber tenido de niños al menos alguna conducta de género atípico", concluye LeVay. De inmediato se puede señalar que difícilmente cualquier niño no recuerda "al menos una" conducta de género atípico. Pero nadie se lo pregunta a los heterosexuales. Se les pregunta únicamente a los homosexuales porque son "sujetos de estudio" y, claro, todos recuerdan "al menos una" vez que jugaron a la comidita con su prima.
Matices posteriores. Simon LeVay introduce un importante matiz en la teoría genética de la homosexualidad: "Una cosa es decir que los genes están involucrados, como ciertamente lo están, y otra, por completo diferente, identificar en realidad esos genes, pues la homosexualidad podría ser poligénica, con cada gen proporcionando un pequeño efecto". Comenta Burr: "La pregunta más interesante es quizá ya no tanto si la genética juega un papel en la homosexualidad, sino cómo lo juega. ¿Por qué la naturaleza preserva genes que influyen la conducta sexual y sin embargo no facilitan la reproducción?". Por lo pronto, nadie tiene respuesta.
La adopción
Lo mejor para un niño es tener padre y madre, que éstos se amen y lleven vida armoniosa, que hayan deseado al hijo y lo hayan recibido con júbilo, que sean padres inteligentes para que no cometan con el pequeño infante tonterías, que sean ricos para que le den una casa con jardín y todo lo que la riqueza ofrece, y que sean guapos para que le hereden buenos genes.
Pero esos niños no están en los hospicios ofrecidos en adopción. La pregunta es qué resulta peor para un niño: la vida del hospicio, donde nadie lo solicitó, o la vida que, con todas sus limitaciones humanas, le pueda ofrecer una pareja del mismo sexo que ha comenzado por tomarse los riesgos de una infancia quizá problemática y los trámites infinitos de la adopción.
Yendo a los extremos: ¿es mejor madre la que sigue los trámites engorrosos de una adopción o la que ve con terror el papelito del reactivo y entre llanto y mocos arroja contra el suelo la muestra de orina y berrea que ya se le jodió el mundo porque está embarazada?
La expresión inicial "Lo mejor..." es verdad en cuanto a esa general falta de duda: no tenemos duda quienes no hemos investigado el tema. Pero no sabríamos decir si existe una diferencia real entre hijos que crecen en hogar homosexual y los de hogar heterosexual ni en qué consisten tales diferencias. Nada más lo suponemos, y quizá con buenos elementos. Pero una medida, una distancia estadística entre cuán mejor está un niño en igualdad de circunstancias, en condiciones similares, salvo por el género de los padres, no la tenemos.
Un reciente artículo, "Do children need both a mother and a father?", publicado en febrero por el Journal of Marriage and Family, presenta datos para no seguir en la mera colección de opiniones. A continuación, un extracto:
El supuesto de que los niños necesitan tanto una madre como un padre está extendido. Ha sido empleado por los proponentes de la Proposición 8 para argumentar contra el matrimonio a parejas del mismo sexo y para elevar una prohibición a que adopten hijos.
"Decisiones políticas significantes han sido inducidas por la errónea concepción de que los niños necesitan tanto una madre como un padre. Al respecto, casi no existe investigación en ciencia social que apoye este supuesto. Un problema está en que los proponentes de este punto de vista ignoran de forma rutinaria las investigaciones acerca de padres del mismo género", dice uno de los autores de la investigación, el sociólogo Timothy Biblarz. Él y Judith Stacey, de la Universidad de Nueva York, analizaron estudios acerca de formas de paternidad, entre ellos los disponibles sobre madre o padre solteros al frente del hogar, padres gays varones y lesbianas. "Que un niño necesita un padre varón y una madre mujer se toma tan por hecho que la gente es acrítica", señala Stacey.
Según el estudio, hay más similitudes que diferencias entre hijos de lesbianas y de padres heterosexuales. En promedio, dos madres tendieron a jugar más con sus hijos, fueron menos inclinadas a emplear disciplina física, y también menos a educar a sus hijos con actitudes patrioteras. Los estudios realizados en familias de gays varones son todavía limitados, señalan.
Sin embargo, la nueva paternidad entre lesbianas incrementó estrés y conflicto, exacerbados por la falta de reconocimiento legal. También es verdad que las madres biológicas lesbianas, en general asumieron mayor protección y responsabilidad que sus compañeras, lo cual refleja una desigualdad con las parejas heterosexuales.
"La línea base es que la ciencia muestra que niños educados por padres del mismo sexo, en promedio se desempeñan tan bien como los hijos de padres heterosexuales. Esto resulta inconsistente con la creencia general de que los niños deben ser educados por una madre y un padre para desempeñarse bien", dice Biblarz. Y concluye Stacey: "El tipo de familia que es mejor para los niños es la responsable, estable y comprometida. Dos padres son, en promedio, mejor que uno, pero un realmente buen padre es mejor que dos no-tan-buenos. El género de los progenitores sólo importa en cuestiones que no importan".
Contacto: scholarlynews@wiley.com
Harry F. Harlow en 1958 y sus monos
Pero, una vez más: no se trata de elegir lo mejor, sino lo menos malo: el hospicio con su trato quizá correcto pero necesariamente distante, o la pareja del mismo sexo que brindará un amor que enfermeras y afanadoras de hospicio no pueden repartir a 500 niños por igual.
La importancia del trato cercano está probada al menos en monos pequeños: en los años cincuenta, el psicólogo Harry F. Harlow experimentó en la Universidad de Wisconsin con monos rhesus los efectos de la privación materna. Los resultados en monitos criados por "madres" de alambre desnudo y otras de felpa suave, ambos tipos provistas de biberones, lo llevan a titular su artículo: "La naturaleza del amor" (American Psychologist, 13, pp. 673-685).
Aunque los sustitutos maternos, de alambre o de felpa, proveían alimento, los monitos pasaban aferrados a los de felpa tiempos similares a los control criados por sus madres. Los que sólo tenían un sustituto de alambre no las abrazaban.
La falta de calidez en la relación con las madres de alambre traía consigo daños emocionales y comportamiento patológico. Podía revertirse, pero había un periodo crítico, 90 días, pasado el cual ya era demasiado tarde y los monitos no se reponían: no es verdad que "más vale tarde que nunca". Los monitos asustados corrían a refugiarse en sus madres de felpa y se calmaban. Por el contrario, los monos criados con madres de alambre no se refugiaban en esa figura, sino que se tiraban al piso con un grito de terror, se abrazaban a sí mismos y comenzaban a balancearse hacia atrás y adelante. El comportamiento de estos monitos era muy semejante al de niños autistas (...sí: el experimento es muy cruel).
Pasados estos periodos críticos, ninguna cantidad de exposición a madres o compañeros de juego consigue alterar ya los comportamientos anormales y compensar el daño emocional.
Las afanadoras a cargo de un hospicio no son de alambre... pero en algo se parecen. Y los humanos somos primates con gran cercanía genética a los monos rhesus. Nuestro periodo crítico para que el daño emocional por la falta de cariño sea irreversible es de unos seis meses.
Los experimentos de Harry Harlow prueban que es mucho mejor, sin comparación, una pareja de padres del mismo sexo, que una institución. Y que los bebés deben ser adoptados tan pronto como sea posible: cada día en el hospicio por trámites y prejuicios es un día con madre de alambre.
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