El salario del miedo

publicado el 18 de junio de 2007 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Último papelón de Marcelo Ebrard: el país lo vio cambiar de opinión, y de tono, en cuestión de horas. Luego de anunciar, muy enérgico, que no permitiría a los maistros albañiles de la CNTE edificar con tabique sus campamentos a media calle y en pleno centro de la capital, con un hilo de voz y mirada huidiza tartajeó algo sobre su negativa a "reprimir". Los levantaron de tablas.

El caso lleva a reflexionar sobre la fuerza oscura que tiene atenazado al PRD. No diré su nombre, pero sus iniciales son Andrés Manuel López Obrador. Cuando misteriosos cargamentos de ladrillo y cemento comenzaron a llegar para que a media calle se levantaran cabañas en el centro del DF, el jefe de Gobierno anunció lo correcto: que daba un plazo de pocas horas a los manifestantes para retirar sus construcciones o lo haría la autoridad. A la mañana siguiente, vencido el plazo, allí seguían levantando paredes: el verdadero jefe de Gobierno desea que las cosas empeoren, no que mejoren. Ebrard no corrió el riesgo de enfrentar a las fuerzas de choque del cacique. El miedo no anda en burro.

Sólo el miedo explica a Alejandro Encinas: no fue capaz siquiera de dar a Carlos Ahumada el trato que los carceleros de Lecumberri le daban a su amigo Pablo Gómez, a quien Encinas visitaba los domingos sin restricciones. Teniendo a mano un bando publicado por el mismo López Obrador con la prohibición explícita de cerrar calles al tránsito, permitió, y hasta pagó, el cierre de Reforma, Juárez y el Zócalo. No dijo una sola palabra acerca de los daños hechos al perforar kilómetros de pavimento, nuevo, para afianzar las lujosas carpas que aportó a los exiguos "centinelas" del plantón ordenado por su jefe.

También el miedo explica el sometimiento del PRD a la imposición de Leonel Cota como presidente: un priista de toda su vida que no conocía su nuevo partido y entró a servir de pelele, de títere de López Obrador aunque hasta el nombre del partido equivocara, y como sí conocía el significado de las siglas del suyo, el PRI, lo hizo alguna vez Partido Revolucionario... Democrático. Y allí sigue.

Pero un ejemplo ya no de miedo, sino de terror, lo dio la fracción parlamentaria del PRD en la anterior Asamblea Legislativa del DF: les llegó la sensatez y aprobaron que tanto los jefes de gobierno como los diputados del DF perdieran el fuero al solicitar licencia. Magnífico, exclamamos muchos, así debió ser siempre. Pero antes de 10 minutos la coordinadora, Lorena Villavicencio, tuvo un jalón de orejas; un día después apareció, escurrida y apaleada, a plantear que siempre no. Como la iniciativa había sido aprobada y la escasa oposición recibió a carcajadas la petición de echar atrás el acuerdo, el PRD debió usar su mayoría, y su absoluta desvergüenza. Creo difícil encontrar algo más ignominioso en el mundo... bueno, quizá en los tiempos de Idi Amín, aquel dictador de Uganda, famoso por sus cambios de humor, su bufonería y crímenes.

¿De dónde procede el poder del dictador y el cacique? De las alianzas que monta con grupos sociales en el umbral de la delincuencia, en la zona gris del llamado lumpenproletariat, proletariado andrajoso, por Marx. Todos los teóricos del marxismo han prevenido contra la volubilidad y por ende el peligro de apoyarse en tal segmento social. En esto acertaron: el "lumpen", como abreviamos, no tiene una posición de clase, sino arribista y se vende al mejor postor, son bribones útiles en las intrigas reaccionarias, dice el Manifiesto Comunista. Hoy nadie les paga mejor a estos bribones que el PRD... para emplearlos contra el PRD. Así es como el cacique ha instaurado su pequeño terror: con las mismas bases sociales de Chávez en Venezuela.

El lumpen del perredismo, manejado hace años por Bejarano y Padierna, es el brazo justiciero de López Obrador contra cualquier intento de disidencia interna. Así se explica uno el servilismo de Alejandro Encinas, el silencio oportunista de Pablo Gómez, la disciplina de Javier González Garza, un matemático al que vemos tomar posesión de su cargo como diputado, cobrar sus salarios, y luego, sin ver contradicción lógica alguna, arremangarse para impedir por la fuerza (y fracasar) que el presidente elegido en los mismos comicios haga otro tanto. El análisis matemático y las "cortaduras de Dedekind" no le sirvieron para reflexionar con un mínimo de cordura. Es que la voz del amo es un látigo más eficaz que el rigor de Pitágoras.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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