Que nos mantenga el gobierno

publicado el 27 de marzo de 2006 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Que a todos nos mantenga el gobierno: éste es el límite de cuanto nos pueden prometer, la promesa de campaña insuperable, el recóndito deseo tras del entusiasmo por cuidados gratuitos desde nuestra gestación, nacimiento y guardería, alimentos infantiles sin costo; educación primaria, secundaria y profesional totalmente gratuita, libros y útiles escolares provistos por el gobierno; pero, ah, la universidad no basta que sea gratuita, además necesitamos una ayuda para alimentos y ropa; nada de exámenes de admisión burgueses, ni exámenes finales que nos detengan; empleo asegurado al término de la carrera; buenos salarios y prestaciones durante algunos años de trabajo; si pocos, mejor; pensiones para la vejez, con sus cuidados médicos y medicinas gratuitos, funeral a cargo del gobierno. Eso, que ya tiene la burocracia, extendido a toda la población.

Al parecer no nos ha llegado la noticia de que somos nosotros quienes mantenemos al gobierno, pagamos salarios a la burocracia; sostenemos al Seguro Social, las universidades públicas, los pensionados. ¿Por qué pensamos así los mexicanos? No ocurre lo mismo en el resto del mundo, donde se piden oportunidades de trabajo, no dinero. Aquí mismo, en México, tampoco ocurre con los miles de trabajadores que cada año emigran a Estados Unidos en busca de empleo y no de ayuda del gobierno. Es el fardo de la concepción católica del mundo: la solución de nuestros problemas está en manos o de la Virgen o de san Judas Tadeo o de Cristo o, cuando menos, del gobierno. "Recordemos... la notable diferencia que se observa en el tipo de enseñanza que dan a sus hijos los padres católicos en relación a los protestantes", señala Max Weber en Laética protestante y el espíritu del capitalismo, FCE (p. 80).

Desde niños nos enseñan a rezar para obtener. La solución está fuera de nosotros y las causas de nuestros problemas, también. En cambio, la religiosidad protestante hizo del trabajo una manifestación de amor al prójimo, de ahí el rechazo de Lutero a la vida contemplativa monástica como desamor egoísta. Así es como la Reforma no funda el capitalismo, pero le da su impulso contemporáneo.

"Capitalismo ha habido también en China, en la India, en Babilonia, en la Antigüedad y en la Edad Media; pero le faltaba precisamente el ethos característico del capitalismo moderno" (p. 96). Ese ethos, esa fuerza de la costumbre, fue provista por el calvinismo que "impregna y regula todos los actos de la vida" con una forma de piedad intensa. De ahí que cite a otro autor, quien califica "a la diáspora calvinista como el ‘vivero de la economía capitalista’". Morelos prohibió su ingreso a la Nueva España rebelde. La prohibición fue refrendada por el México independiente. Y seguimos bajo el matrocinio de la Virgencita...

Contra la prédica pobrista del catolicismo, la religiosidad calvinista hace del trabajo una profesión válida por sí misma y no sólo como acceso a un salario con el menor esfuerzo. El trabajo bien hecho es una virtud, se practica "como absoluto fin en sí, como profesión. Pero esta mentalidad no existe naturalmente, ni puede ser creada por salarios altos ni bajos, sino que es el producto de un largo y continuado proceso educativo" (p. 109).

A nosotros, catolicismo e izquierda infantil nos han enseñado que trabajo es explotación. De ahí que en todos los sindicatos formados tras la explosión de 1968, el ideal sea el mínimo trabajo con las menores exigencias y los mejores salarios. "Si me ha de explotar la patronal, que sea lo menos posible". Pero el desarrollo capitalista exige precisamente lo contrario: la aceptación del trabajo como fin en sí y no sólo como acceso al salario y "la cuestión acerca de las fuerzas impulsoras del capitalismo moderno... versa sobre el desarrollo del espíritu capitalista".

¿Por qué nuestros migrantes logran en Estados Unidos lo que aquí les resulta imposible? Primero porque se encuentran un país levantado sobre esa religiosidad que impregna los negocios. Y segundo, porque la selección natural nos arrebata a los más audaces, los más fuertes, los más capaces, los menos dispuestos a someterse al infortunio. Llegan a un país donde la ética hizo del trabajo una forma de virtud. Y triunfan.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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