¿Por qué somos pobres?
columna: «la calle»
Es agobiante, pero todo parece indicar que los mexicanos hemos perdido otros seis años, luego de traspapelar dos siglos en motines, asonadas, alzamientos, revoluciones y derrocamientos de presidentes. Casi dos siglos que se nos fueron en el intento ambivalente de distanciarnos de Estados Unidos y protegernos del mundo. ¿Cuáles son las mayores diferencias observables entre un país y el otro? México empezó siendo un enorme país con más del doble de su actual territorio; los Estados Unidos eran un pequeño grupo de colonias inglesas, todas en la costa Atlántica. Y para la primera mitad del siglo XIX, los habitantes de los jóvenes Estados Unidos ya eran famosos en Europa como nuevos ricos que se codeaban con los grandes imperios de la época: Inglaterra y Francia. De todo el norte de Europa llegaban trabajadores calificados deseosos de inmigrar como nuevos ciudadanos. ¿Qué había ocurrido en tan poco tiempo?
- Los jóvenes Estados Unidos jamás dudaron en celebrar la llegada de sus "padres fundadores" y al presente el Día de Acción de Gracias es una festividad que supera a la Navidad.
- Ofrecieron al mundo libertad política, religiosa y comercial: tres libertades por las que los fundadores de las colonias inglesas habían preferido abandonar la vieja Inglaterra.
- Los padres fundadores trajeron a tierras americanas el interés por la ciencia que por esos años iniciaría en Inglaterra la revolución industrial y con ella la producción en masa. Cuando las primeras máquinas, con la fuerza recién descubierta del vapor, comenzaron en Inglaterra a mover telares, barcos y fábricas, sus colonias americanas establecieron universidades y centros de educación superior. Scientifican American tiene más de 150 años; Science más de 100 y la comunicación entre científicos dio lugar a la integración de asociaciones todavía existentes.
El caso mexicano
En México arrancamos con ventaja de un siglo entre el establecimiento del virreinato y el de las colonias inglesas. Nuestra primera universidad antecedió en dos siglos a las primeras instituciones de educación superior en el territorio que serían luego los Estados Unidos. Pero, si revisamos los mismos tres puntos encontramos lo siguiente:
- La fundación de México sigue siendo un secreto vedado a los niños. Ocurrió con la caída del imperio azteca, odiado por su inmensa crueldad, a manos de los pueblos vasallos comandados por un puñado de españoles. Esa gesta, la fundación de nuestro país, nos avergüenza y sigue siendo el esqueleto escondido en nuestro sótano más oscuro.
- No ofrecimos, ni para nosotros ni para el mundo, libertad política porque la democracia con sus votaciones y su respeto a la voluntad expresada por los ciudadanos nos pareció tontería de gringos. Nos recetamos el "fraude patriótico" y el levantamiento militar contra los errores del pueblo en las urnas. Votos y elecciones eran frutos ajenos con los que no experimentamos en los 300 años de virreinato, cuando se gestó el pueblo mexicano.
La libertad religiosa la declaramos inexistente desde antes de tener leyes; las bases de nuestra futura legislación: los Sentimientos de la Nación, proclamados por Morelos, ya afirman que no habrá libertad de pensamiento en lo que a religión toque. El término "librepensador" era una ofensa que se dirigía contra quien pusiera en duda el magisterio terrenal y celeste de la Iglesia católica, única permitida.
La libertad de comercio no ha existido nunca, ni antes ni ahora: todavía no puede usted, lector, perforar un pozo petrolero si encuentra un yacimiento en su patio ni comprar petróleo crudo para refinarlo y producir las gasolinas que se importan, en el colmo de la aberración, de una planta texana abastecida por Pemex; para refinar crudo mexicano, los mexicanos deben establecerse en Texas; no puede usted pedir que le vendan el gas que Pemex quema, ni instalar una planta que produzca energía eléctrica. No pudimos, por casi dos siglos, hacer carreteras ni vías férreas ni puertos. Vaya, no nos permitía la ley, hasta hace poco, ni contar por nosotros mismos nuestros votos y declarar ganadores. - La ciencia y la técnica han sido vistas siempre con sospecha por la jerarquía católica. Mientras en Estados Unidos las oficinas de patentes se llenaban de artilugios, en México la vieja universidad pontificia debatía a Santo Tomás.
Por eso Estados Unidos es rico y nosotros pobres. Por eso nuestra gente joven huye de esta opresión centenaria.
¡Es la teología, estúpido!
Ésta es la frase que, como Clinton respecto de la economía, deberíamos repetirnos los mexicanos para explicarnos la pobreza de un país rico en plata, petróleo, maderas, climas, costas, mares, paisajes. Vamos por partes: Los puritanos, fundadores de los Estados Unidos, consideraban, con Calvino, que la riqueza es el don de Dios a los buenos, un adelanto del Paraíso futuro. Los católicos, con san Ignacio, aprenden: "¿De qué te sirve ganar todo el mundo si pierdes tu alma?" De una religión se deriva acción, dominio; de la otra, vida contemplativa y sumisión.
Los puritanos impusieron la lectura obligada de la Biblia en familia y reivindicaron así la alfabetización como el único camino al cielo: para salvar el alma era imprescindible leer. Los jerarcas católicos siempre han visto con sospecha a todo feligrés que se atreva a leer por sí mismo la Biblia. Leer es siempre un peligro para el alma. Y el presidente Fox felicitó, en meses pasados, a quien no lee diarios: "Haz de ser muy feliz", concluyó con espíritu de párroco.
Para el puritano es una vergüenza no trabajar y ve con santo horror el despilfarro. Desde su religión se promueve el ahorro, hasta la tacañería, y por ende la acumulación de capital. El hombre bueno trabaja; el malvado, no.
Para el caballerito español es una vergüenza trabajar. De su poca lectura de la Biblia sólo concluye que el trabajo es un castigo de Dios... a los pobres.