Gratitud con EU, ¿hasta dónde?

publicado el 24 de febrero de 2003 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

El gobierno de Washington y la prensa, dentro y fuera de Estados Unidos, se han encargado de recordarles a los europeos que les deben la libertad, la democracia y la prosperidad. Cierto: la derrota de los ejércitos nazis y la caída del estalinismo soviético no se habrían dado sin la intervención de Washington, sus fuerzas armadas y su política antisoviética. Pero, en primer lugar, y sin restarle mérito a la declaración de guerra contra Japón y Alemania, la entrada de Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial fue también un acto preventivo: con la mitad de Europa nazificada y la otra mitad comunista, habrían vivido con un pie en el abismo y sin mercados; en segundo lugar, de esa guerra emergieron como la única gran potencia (hasta que la Unión Soviética les hizo contrapeso en la siguiente década), y fue un poderoso acicate económico gracias a que su territorio quedó a salvo de las acciones bélicas que destrozaron a Europa; el Plan Marshall para reconstruir las economías europeas, mercado natural de Estados Unidos, fue un salvavidas sin el cual Europa entera pudo haber caído bajo la órbita soviética, un gesto generoso, pero no una dádiva, sino, otra vez, autodefensa; en tercero, ¿hasta dónde obliga al rescatado de ahogarse la gratitud hacia su salvador?

En España marcharon cuatro millones de personas contra la guerra que Estados Unidos lanzará sobre Irak; tres millones en Italia y, la sorpresa, en Londres dos millones. Mario Vargas Llosa recordó en Reforma, el domingo 16, el amplio respaldo internacional que obtuvieron las intervenciones de Estados Unidos en Irak durante la primera Guerra del Golfo, en Kósovo y en Afganistán. Y ahora "la inminente acción armada de los Estados Unidos en Irak es objeto de un rechazo masivo en casi todo el mundo". La causa del rechazo le parece legítima: "No resulta claro, sino extremadamente turbio y confuso, qué motiva esta guerra...".

De dictadores el mundo está lleno. Corea del Norte vocifera provocadoramente que lanzará "ataques atómicos preventivos contra ciudades de Estados Unidos..." y no pasa nada. Israel no ha cumplido una veintena de resoluciones obligatorias dictadas por las Naciones Unidas en 50 años. ¿Por qué solamente Husein es objeto del celo democratizador estadunidense? Porque Irak tiene el segundo lugar en reservas petroleras, sólo detrás de Arabia, y las grandes compañías petroleras inglesas y estadunidenses se quedaron fuera del reparto cuando Rusia obtuvo jugosos contratos por 35 mil millones de dólares y Francia otros también multimillonarios.

Nadie marchó contra la guerra de Bush padre porque Husein acababa de invadir Kuwait. Los millones que ahora salen a la calle no se manifiestan contra Estados Unidos, pues entre su misma población la protesta crece a una velocidad sólo vista durante la guerra de Vietnam, sino contra su actual gobierno, que desea asentar en Irak (y sobre su petróleo) el protectorado que ya anunció sin sonrojo Colin Powell. Para ver que se trata de una guerra exigida por un sector belicista, sólo imaginemos que no está Bush en la Presidencia de Estados Unidos, sino Clinton o Al Gore: no estaríamos al borde de la guerra. Nos tiene allí el mezquino cálculo de lo peor que hay en Estados Unidos, ese lado oscuro del imperio que construyó a Batista, a Somoza, a Pinochet y, paradoja de paradojas, o de parajodas, adiestró a Osama bin Laden, armó a los talibanes y al mismísimo Sadam Husein cuando así convino a los intereses de Washington. Creó cuervos.

Pero... los Estados Unidos son la única utopía que no terminó en pesadilla: todos los pobres del mundo desean trabajar allí y para llegar arriesgan la vida. Las malas condiciones que enfrenta un ilegal son mejores que las ofrecidas por la patria de origen a mexicanos, turcos, salvadoreños, sirios, y cuantos forman el melting pot de la población estadunidense. La NASA acaba de publicar la fotografía del universo recién nacido, con apenas 400 mil años. La ciencia y la tecnología de Estados Unidos se cubre de gloria año con año en la entrega de premios Nobel. Todos quisiéramos vivir, en México, la mitad de bien que en Los Ángeles, cruzar una calle con la seguridad de un californiano, ser tratados en un autobús urbano nuestro como se nos trata en los ajenos hasta de San Antonio. Pero no pueden pedirle al mundo que colabore con cualquier aventura.

¿Y los países que se pliegan a la guerra? Se llama Realpolitik o "ya ni modo", y no es gratis, como se ha visto en el caso de Turquía, que exige compromisos económicos fir-ma-dos antes de dar el "sí". Es una opción taimada, pero común: vender el voto por un convenio de trabajadores temporales, digamos. Otra es apostar por un nuevo orden mundial en el que Europa sea la potencia nuclear que equilibre la hegemonía estadunidense. Un eje París–Berlín–Moscú, los antiguos enemigos. ¡Quién lo hubiera imaginado!

Guerra y ciencia

Según el antropólogo Paul Roscoe, de la Universidad de Maine, los políticos deberían recordar que los humanos tenemos tecnología nuclear, pero también cerebros de la edad de piedra. "Ésta es con frecuencia una combinación letal". La corteza cerebral, la parte nueva y pensante, nos permite imaginar las acciones antes de que ocurran, "también permite a los humanos manipular sus estados emocionales". Esto significa que "podemos planear la violencia colectiva". Para superar la aversión natural que tenemos a matar a miembros de nuestra misma especie, el gran desarrollo de nuestro cerebro nos permite deshumanizar a los enemigos y diseñar armas para no matar cara a cara. Muchas tribus de Nueva Guinea se refieren a sus enemigos como "nuestro ganado". Y nuestros líderes mundiales no cesan de llamarse "perros furiosos", "ratas" y otras zoologías.

La reunión anual de la American Association for the Advancement of Science, que publica el semanario Science, concluida hace una semana, dedicó algunas sesiones al estudio de la guerra. Stephen Beckerman, antropólogo de la Pennsylvania State University sostuvo que la venganza es probablemente el motivo más común: "ojo por ojo y diente por diente". Los pueblos suponen que la venganza detiene futuras agresiones aunque todos los datos demuestren lo contrario: que se cae en un ciclo sin fin de ataques y contraataques. Al respecto, abra: mamarelo@aaas.org (no es albur).

 

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