Los perdedores

publicado el 12 de agosto de 2002 en «Milenio Diario»
columna: «la calle»

 

Los dirigentes de Atenco aprendieron pronto la vieja táctica de escalar los conflictos y no reconocer los triunfos. CGH son las siglas por las que se conoce al minúsculo grupo que cerró por la fuerza la UNAM durante casi un año pasando por encima de asambleas y de plebiscitos donde la inmensa mayoría exigió la reapertura de sus escuelas; estas pocas decenas de estudiantes comenzaron su huelga con una demanda muy concreta: no pago de cuotas, que unió a las mayorías universitarias.

Pero cuando el rector terminó por ceder a las pocas semanas y canceló el reglamento de pagos para solucionar el conflicto, el CGH soltó ese trapecio y se colgó de otro. En vez de festejar el triunfo de su demanda central, los dirigentes sumaron cuanta ocurrencia tuvieron, incluida una lucha contra la globalización, demanda que nadie sabría cómo debe ser satisfecha. Una y otra vez pidieron la intervención de la fuerza pública, clamaron por salir golpeados para demostrar la vileza de las autoridades; suplicaron que les dieran de palos volviendo a tomar escuelas, secuestrando y humillando profesores. La ración de garrotazos fue una de las pocas exigencias que no vieron cumplidas.

El conflicto entre autoridades de la ciudad y federales acerca de a quién correspondía la obligación de recuperar la UNAM y la confusión entre represión y aplicación de la ley por los medios que el Estado tiene a su disposición produjeron el abandono masivo de estudiantes que, unos, dejaron para siempre sus estudios profesionales y se integraron al mal empleo, el desempleo, el ambulantaje o, quizá, el hampa; otros, los que pudieron, pasaron a engrosar las filas de la educación privada que los líderes huelguistas decían combatir.

Resultado: el CGH llevó alumnos a las aulas de la educación privada contra la que dice estar y entregó jóvenes a la trituradora del mal empleo.

Misma receta en Atenco

En el conflicto de Atenco también fue cambiada la demanda en cuanto quedó satisfecha, y plenamente, la original, que era la derogación del decreto expropiatorio por el que el gobierno federal pretendía adquirir a bajo precio las tierras necesarias para construir el indispensable nuevo aeropuerto de la ciudad de México. De las trece comunidades que iban a ser afectadas, diez aprendieron que es un error negociar y llegar a acuerdos con este gobierno federal, que la sensatez no llevan sino a perder.

Como en la UNAM, donde los alumnos discrepantes –ya fuera porque consideraban satisfecha su demanda económica o porque no deseaban continuar sin clases– fueron golpeados y echados de las reducidas asambleas, así la mayoría de ejidatarios de Atenco, las diez comunidades dispuestas a llegar a un acuerdo fueron amenazadas por los inconformes: les "rajarían la madre" si vendían. Propietarios de sus tierras, no podrían venderlas sin exponerse a la violencia de quienes ya habían demostrado a lo que podían llegar.

Una vez abandonado el proyecto de aeropuerto internacional, las comunidades negociadoras fueron de nuevo amenazadas por las huestes donde se mezclan pocos ejidatarios y muchos elementos del grupo Pancho Villa, el Frente Zapatista o bases de apoyo de la guerrilla chiapaneca y los restos del CGH. Ahora la amenaza consiste en que perderán sus tierras "por no haberlas sabido defender", según afirman dirigentes de Atenco.

Las tres comunidades alzadas aprendieron que dan frutos el secuestro de funcionarios, la quema de patrullas, las marchas y bloqueos armados. Lo preocupante es que hay, según información oficial, por lo menos 120 comunidades con graves conflictos por tierras, aguas o bosques. Y el ejemplo cundirá: negociar es exponerse a la traición de las autoridades que los entregarán en manos de los duros, como ocurrió en Texcoco, donde los negociadores pueden ahora hasta perder sus tierras. Y no tendrán autoridad alguna a la cual recurrir, porque las autoridades elegidas por voto directo de la población no volverán a sus puestos, dicen los duros, únicos representantes de la voluntad del "pueblo": Chiapas alcanza las orillas del Distrito Federal. Menos mal que el año pasado el presidente Fox nos hizo saber que allá en Chiapas tiene un amigo, y es Marcos. Así que le bastará una llamada a su amigo para no tener un Chenalhó a la vuelta.

Tres partidos tres

Texcoco, donde se pretendía construir el aeropuerto, está en el Estado de México, gobernado por el PRI; la ciudad de México está gobernada por el PRD, y el aeropuerto es un proyecto de la Federación, encabezada por el PAN.

Cuando López Obrador se vio interrogado sobre las marchas que los inconformes realizaban armados de machetes, respondió que esas marchas llegaban del Estado de México, donde el gobernador podría haber intervenido para que, al menos, dejaran los machetes; que entraban por una carretera federal, donde el gobierno de la República y principal promotor del aeropuerto podría haber tomado medidas similares. Y ya en la ciudad de México, ¿por qué no intervenía la policía capitalina? No lo dijo, pero en su respuesta quedó implícito: si no los desarman en el Estado ni en la carretera otros gobiernos ¿por qué los voy a desarmar yo? ¿Para luego ser acusado de represor? Que comience otro.

Esperando la acción del otro, tres gobiernos y tres partidos políticos dejaron crecer el conflicto hasta que no hubiera podido ser detenido sino con una represión mayúscula, que nadie pide. Además, al jefe de gobierno del DF deben perseguirlo de seguro sus viejas nostalgias por los buenos tiempos en que él bloqueaba en Tabasco carreteras y entradas a pozos petroleros. Entonces López Obrador pedía una libertad que ahora no puede negar a otros, ni a los que le bloquean el Metro.

Los pepenadores de ciudad Nezahualcóyotl tampoco quieren ser despojados de sus basureros para que dicha zona ofrezca una alternativa al aeropuerto, ya lo dijeron. Y así al infinito: nunca, absolutamente nunca, habrá unanimidad o consenso, como le llaman Fox y Creel a esa ingenuidad. Porque si la llegara a haber por un instante, no faltará el grupo o partido opositor y listo que alebreste a los unánimes con el solo fin de producir un nuevo tropiezo al gobierno. Es elemental mala fe, es política de primer año que nuestros gobernantes parecen ignorar.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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