¿Ya abrió su changarro?

revista "contenido" año 2003 #485
columna: «un vaso de agua»

 

¿Ya intentó usted seguir la recomendación del presidente Fox e invirtió su indemnización por despido en abrir un changarro? De ser así, ya descubrió que es una misión imposible. Las decenas de requisitos resultan un obstáculo que el gobierno de la República no se ha molestado en abatir.

Algunos de tales requisitos lindan con la ilegalidad. Veamos uno de este tipo: en Zapopan, Jalisco, al igual que en toda ciudad, los reglamentos municipales exigen el levantamiento de planos reguladores que establezcan, al parejo y para todos, las facilidades y limitaciones que la ley señala a los ciudadanos que deseen abrir un negocio en vez de ingresar a las nutridas filas de la delincuencia. Se llama "uso de suelo" a esta regulación.

Y tiene mucho sentido porque los habitantes de una calle tranquila deseamos conservarla así. En cambio, las avenidas, ya por sí mismas ruidosas, no tienen mucho de qué ser protegidas y es común que el uso de suelo permita en ellas todo tipo de negocio. En Zapopan hay, por supuesto, planos reguladores del uso de suelo: calles pintadas en el plano con el color de la permisividad, otras con el de ciertas restricciones y grandes áreas de uso única y exclusivamente habitacional.

El ciudadano que desee abrir un taller mecánico en una de estas últimas ya sabe que la autoridad no podrá otorgarle la licencia correspondiente. Ah, pero en Zapopan el populismo panista, que eso también existe, decretó que no sean las leyes municipales, sino las Juntas de Vecinos quienes decidan en primer término. Así pues, el primer punto en la hoja de requisitos para abrir cualquier changarro es una carta de aceptación del futuro negocio por parte de la junta vecinal correspondiente.

A diferencia de las autoridades municipales, los vecinos pueden negar la autorización sin explicación alguna: porque ya hay muchos restoranes o muchas escuelas o muchos estanquillos. O porque no y ya. Como la carta vecinal contraviene todas las disposiciones legales, incluido el artículo 5o de la Constitución General de la República, según el cual "A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos", es extremadamente fácil ganar un amparo contra los vecinos que, habitando a diez cuadras de distancia, niegan su "autorización" para que un restorán venda vinos de mesa con los alimentos cuando las leyes lo permiten.

Pero, por lo pronto, ya se complicó la apertura del changarro, aunque se haya tenido la precaución de buscar local en una avenida o calle con todo tipo de uso de suelo comercial; ya fue necesario pagar abogados para llevar el caso del ciudadano contra la autoridad y esperar la resolución de un juez. De ser negativa, por razones igualmente ignotas, el ciudadano deberá entonces apelar contra el fallo.

En fin, que si alguien puede hacer todo eso, y resistir los costos y sobrevivir sin ingresos ni recuperación de la inversión mientras las autoridades le detienen la apertura... ya no está abriendo un changarro. Es un inversionista que puede llevarse su dinero a otro país menos enredoso. El populismo panista pone por escrito el peor defecto de los regímenes del PRI: su discrecionalidad.

El PRI hizo de las licencias una fuente de ingresos para los funcionarios encargados de firmarlas y no para las cajas registradoras de la Tesorería. Además de la corrupción, había que pagar en humildad y vasallaje. Eso significaba que el ciudadano, por recibir una licencia para trabajar su propio negocio, quedaba en deuda eterna con el funcionario otorgante del favor. Los trámites eran también eternos. Los costos oficiales eran en ocasiones risibles; pero los mordiscos de la corrupción se llevaban buena parte del capital.

Sí, todo lo mal que se quiera. Pero el ciudadano terminaba por abrir su changarro, a sabiendas de que pagaría cuota de por vida. En cambio, con el PAN y sus Juntas de Vecinos guiadas por el humor del momento, o por el chongo de la señora que exige revisar los títulos de una librería antes de permitir que abra o se horroriza porque alguien pida una copa de vino blanco para deglutir un pescado, no hay más camino que el del amparo. Lo cual, a fin de cuentas, no está del todo mal, pues nos acostumbra a recurrir a la ley para cubrirnos de los caprichos gubernamentales.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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