La hipótesis de Fray Servando

revista "contenido" año 2002 #469
columna: «un vaso de agua»

 

En un libro sensacional, La virgen de Guadalupe, Imagen y Tradición, el historiador David Brading, profesor de Historia de México en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, analiza todas las obras que han tratado el fenómeno guadalupano desde el siglo XVI a la fecha.

Hay un punto de particular interés en la obra de Brading: ¿cómo se formó la tradición de las apariciones a Juan Diego? Recordemos que durante todo el siglo en el que la tradición sostiene que ocurrieron, nadie, ningún contemporáneo, habla del indio vidente ni del milagroso estampado en el ayate. Lo único que tenemos son múltiples referencias, en pro y en contra por cierto, al culto en la ermita del Tepeyac. Culto a la imagen, sí había; mención de apariciones, no.

No se conoce texto alguno con la narración del portento hasta 1648, cuando el predicador Miguel Sánchez publica su libro: Imagen de la Virgen María, Madre de Dios de Guadalupe. Milagrosamente aparecida en la ciudad de México..., y hasta el propio guardián de la imagen, el capellán de la ermita Luis Laso de la Vega, se muestra sorprendido al enterarse, por el libro de Sánchez, de que la imagen a su cargo no sólo es milagrosa, sino ella misma producto de un milagro ocurrido casi 120 años antes, en 1531.

¿Inventó Miguel Sánchez la "leyenda piadosa", como la llamó, 150 años después el héroe de la Independencia, fray Servando Teresa de Mier? No es probable, porque los actos de mala fe rara vez prosperan. Sánchez, es claro, tomó buena parte de su relato del que narra las apariciones de la Virgen en la sierra de Guadalupe, España, hacia 1320. Pero la fecha, 12 de diciembre, las flores y rosas, el papel del arzobispo fray Juan de Zumárraga, ¿fue invención de Miguel Sánchez? No parece así porque la crónica tiene una sencilla construcción que es opuesta al abigarrado barroquismo y las múltiples reflexiones bíblicas y teológicas del predicador.

La fiesta de Fray Juan

Sorprendido por la belleza del descubrimiento —que da a México una imagen mariana particularmente notable porque nunca antes la madre de Jesús había dejado estampada su figura— el capellán Laso de la Vega traduce la historia de Sánchez al náhuatl. Y allí comienzan las complicaciones. El libro de Laso de la Vega tiene dos estilos bien definidos: un prefacio, donde muestra su propia sorpresa, y un texto, con la narración de Sánchez desnudada de todo su barroquismo teológico y sus abundantes citas bíblicas. Esta narración comienza con las palabras Nican mopohua, que significan "aquí se narra...". El famoso texto que los creyentes en las apariciones atribuyen al indio Antonio Valeriano, uno de los informantes que dieron a fray Bernardino de Sahagún sus datos etnográficos para escribir la monumental Historia de las cosas de la Nueva España.

Los expertos señalan la excelsa calidad del náhuatl clásico empleado en ese texto y, hecho todavía más notable, su estructura dramática. Y aquí es donde 150 años después de publicado el libro de Laso de la Vega, interviene fray Servando con una afortunada hipótesis que redondean, a fines del siglo XIX, el historiador católico Joaquín García Icazbalceta y el canónigo del Tepeyac Vicente de Paul Andrade, quien recuerda que ya fray Bernardino había recogido el rumor popular de que el diablo se había aparecido a Martín Ecatl en forma de mujer y "estas apariciones sin duda darían materia al indio d. Antonio Valeriano para componer una comedia con que festejar al Sr. Zumárraga el 12 de diciembre, aniversario de su presentación al episcopado." El dato precioso es que el obispo fray Juan de Zumárraga fue presentado el 12 de diciembre. Y así, las apariciones donde el obispo resulta el testigo principal del milagro, bien pudieron ser una suerte de comedia piadosa en su honor, en el estilo de los autos sacramentales que se escribían para la formación religiosa de los fieles iletrados. Como nuestras pastorelas hoy día, o las posadas que informan del peregrinar de la Virgen y San José, rechazados de mesón en mesón por no haber cupo.

El texto, como tantos otros, se guardó en los archivos del obispado y, pasados 116 años, lo leyó Miguel Sánchez como hechos auténticos. Luego Luis Laso de la Vega reprodujo las páginas originales, con un prefacio de su cosecha.

La hipótesis de fray Servando et al. es muy buena.

 

la talacha fue realizada por: eltemibledani

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